Mié
8
Abr
2009

Evangelio del día

Semana Santa

Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías 50, 4-9a

El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo;
para saber decir al abatido una palabra de aliento.

Cada mañana me espabila el oído,
para que escuche como los discípulos.

El Señor Dios me abrió el oído;
yo no resistí ni me eché atrás.

Ofrecí la espalda a los que me golpeaban,
las mejillas a los que mesaban mi barba;
no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos.

El Señor Dios me ayuda,
por eso no sentía los ultrajes;
por eso endurecí el rostro como pedernal,
sabiendo que no quedaría defraudado.

Mi defensor está cerca,
¿quién pleiteará contra mí?

Comparezcamos juntos,
¿quién me acusará?

Que se acerque.

Mirad, el Señor Dios me ayuda,
¿quién me condenará?

Salmo de hoy

Salmo 68, 8-10. 21-22. 31 y 33-34 R/. Señor, que me escuche tu gran bondad el día de tu favor

Por ti he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos,
un extranjero para los hijos de mi madre.
Porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mi. R/.

La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.
Espero compasión, y no la hay;
consoladores, y no los encuentro.
En mi comida me echaron hiel,
para mi sed me dieron vinagre. R/.

Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias.
Miradlo, los humildes, y alegraos;
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 26, 14-25

En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes y les propuso:
«¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?».

Ellos se ajustaron con él en treinta monedas de plata. Y desde entonces andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.

El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron:
«¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?».

Él contestó:
«Id a la ciudad, a casa de quien vosotros sabéis, y decidle:
“El Maestro dice: mi hora está cerca; voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos”».

Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon la Pascua.

Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
«En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar».

Ellos, muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
«¿Soy yo acaso, Señor?».

Él respondió:
«El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!, ¡más le valdría a ese hombre no haber nacido!».

Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
«¿Soy yo acaso, Maestro?».

Él respondió:
«Tú lo has dicho».

Reflexión del Evangelio de hoy

  • “No me he echado atrás, el Señor me ayudaba”

Una persona ajena a nuestra fe, si leyese este texto pensaría que su protagonista -que para nosotros es Cristo Jesús- tuvo una dura batalla: “ofrecí la espalda a los que me golpeaban, le mejilla a los que mesaban mi barba. No oculté el rostro a insultos y salivazos”. Pero que de ella salió victorioso: “Mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido… y sé que no quedaré avergonzado. Tengo cerca  mi abogado… Mirad, mi Señor me ayuda; ¿quién probará que soy culpable”. Es verdad, Cristo salió victorioso, aunque después de que algunos probarán injustamente que era culpable y reo de muerte. Pero su Señor no dejó que la injusticia prevaleciese y después de su muerte le resucitó. Su Señor nunca le abandonó y no dejó que quedara avergonzado. Después de la primera Semana Santa, millones y millones de personas, seguimos celebrando el triunfo de Cristo: su vida, su muerte y su resurrección. Después del Viernes Santo siempre llega el Domingo de Resurrección.

  • La traición y el misterio de Judas

Tenemos que afirmar con toda claridad que Dios nos ha dotado de libertad y siempre la respeta. El evangelio de hoy nos enfrenta a una de las decisiones más misteriosas de una persona concreta, llamada Judas. Un día, Judas quedó prendado por Jesús. Jesús le ofreció su amistad y le invitó a seguirle. Judas aceptó esta invitación. Vivió con él tres años de gran intimidad. Tuvo la suerte de saborear muy de cerca quién era Jesús, oír sus palabras, descubrir, de primera mano, sus sentimientos de amor, de perdón, de compasión, de salvación… para toda la humanidad. ¡Mejor Maestro imposible! Pues Judas, ejerciendo su libertad, fue capaz de traicionar y vender a su Maestro por un puñado de monedas. Todavía hoy nos sigue sorprendiendo su decisión. Y Jesús acusó el golpe: “Uno de vosotros me va entregar”. En este miércoles santo, ante la misteriosa traición de Judas, no nos cabe más que pedir, a nuestro Maestro y Señor, que no le traicionemos, sabiendo que traicionarle a él es traicionarnos a nosotros mismos.