Crisis, Mística y Devotio Moderna / siglos XIV-XV

El siglo XIV destacó por su decadencia, debida a la peste negra, las guerras y el Cisma de Occidente, pero surgieron la mística renana y la devotio moderna


Tras un periodo de esplendor tanto teológico como espiritual, el siglo XIV destacó por su decadencia, causada por las guerras y la peste negra –que asolaban Europa–, y el Cisma de Occidente –que dividió a la Iglesia y a Europa–. El pueblo fiel sentía miedo y culpa. Pero el Espíritu Santo inspiró en esta época el surgimiento de dos significativas espiritualidades: la mística renana y la devotio moderna. Esta última pasó a ser la principal corriente espiritual del siglo XV. También en este siglo comenzó el Renacimiento, que alcanzó su cumbre espiritual en España, en el siglo XVI, como veremos el próximo capítulo.

¿Cómo se relaciona la peste negra con la crisis del siglo XIV?

Europa occidental se abrió al comercio marítimo con Oriente. De allá llegaban cada vez más barcos cargados de seda y especias, pero que, además, en sus bodegas traían ratas, cuyas pulgas eran portadoras de la peste bubónica. En el año 1348 comenzó a extenderse rápidamente esta enfermedad por toda Europa. En total, mató a un tercio de la población europea en pocos años. Hubo ciudades en las que murió un 80% de su población.

Como efecto colateral de la peste y las guerras, la vida religiosa se vio muy afectada, pues muchos monasterios y conventos se quedaron casi deshabitados. Y para evitar su cierre, se decidió bajar el nivel de exigencia a las nuevas vocaciones religiosas, con lo que las Órdenes comenzaron a llenarse de personas que, en vez de dejarlo todo por Dios, buscaban su propio beneficio. Y ello condujo a una gran decadencia. Algo similar pasó con el clero secular.

¿Qué sucedió con las encomiendas de las abadías en Europa?

En el mundo monástico hay que sumar otra importante lacra: las encomiendas. En el siglo XIII había muchas abadías que, si bien acaparaban grandes terrenos y otras fuentes de recursos, contaban con pocas vocaciones debido a que las Órdenes mendicantes recién nacidas ofrecían una forma de vida religiosa muy atrayente. Obviamente, esto se agravó en el siglo XIV, por lo que la Santa Sede decidió transformar en encomiendas muchas de esas ricas y decadentes abadías, con el fin de que sus recursos económicos quedasen en manos de la Iglesia y no del poder civil. Los superiores religiosos de estas abadías no eran elegidos por sus comunidades sino impuestos por la Santa Sede, que los escogía entre el alto clero con el fin de llevar a cabo una buena gestión económica.

Como es lógico, esta situación hizo que la calidad de la vida religiosa en aquellas abadías fuese aún peor, de tal forma que el número de religiosos disminuyó aún más. En algunos casos, dejó de haber hermanos legos que se ocupasen del trabajo manual, y fueron reemplazados por laicos contratados para ello. Así, llegó a haber encomiendas sin ningún monje. Esto no ocurrió homogéneamente en toda Europa occidental, pues en algunas regiones, por ejemplo en la zona alemana, apenas hubo encomiendas.

¿Por qué se produjo el Cisma de Occidente?

También el Papado generó graves problemas. Ya entrado el siglo XIII, hubo un buen número de Papas y cardenales de nacionalidad francesa. Por lo que no es de extrañar que en ese siglo se convocaran dos Concilios en Lyon. Además, la situación de Roma era bastante caótica y el rey de Francia, Felipe IV el Hermoso (1268-1314), presionaba para que el Papa se estableciera en suelo francés.

Estando así las cosas, en 1309 el Papa francés Clemente V (1264-1314) decidió establecerse provisionalmente en Aviñón. Ésta era una pequeña ciudad del sureste de Francia bien comunicada y que contaba con un centro universitario. En ella se establecieron, también provisionalmente, los siguientes Papas, hasta que Clemente VI (1291-1352) compró la ciudad a Juana de Anjou (1326-1382) y estableció en ella la residencia estable del Papado. Obviamente, esto sentó muy mal a la población de Roma que, haciendo un paralelismo con el destierro del pueblo de Israel en Babilonia (siglo VI a.C.), definió esta anómala situación como «destierro de Aviñón» o «cautividad babilónica».

¿Cómo ayudó santa Catalina de Siena a solucionar el Cisma?

La solución, en parte, vino de manos de santa Catalina de Siena (1347-1380). Esta mujer, cuando tenía 5 o 6 años, tuvo una fuerte experiencia de Jesús, lo que la llevó a consagrarle poco después su virginidad. Tras pasar por graves problemas en el seno de su familia, pues su madre quería que se casase, entró con 16 años en una comunidad que formaba parte de la Tercera Orden dominicana, con ayuda de los dominicos y el apoyo de su padre. Durante su pubertad vivió encerrada en su casa dedicada a la ascesis y la oración.

Con 20 años comenzó a salir para ayudar a los pobres, enfermos de peste y encarcelados. En esta época alcanzó el culmen espiritual: la muerte mística. Entonces, con 25 años, comenzó su labor pública en favor de los más necesitados y de la paz entre algunas ciudades-estado italianas. En torno a ella se formó una comunidad de discípulos que la acompañaba y ayudaba. En 1377 santa Catalina habló con Gregorio XI (1336-1378) y le convenció de que dejase Aviñón y se instalase en Roma. Así lo hizo, pero falleció al año siguiente, tras lo cual los cardenales votaron, bajo la presión del pueblo de Roma, a un Papa italiano: Urbano VI (1378-1390), que decidió quedarse en Roma.

¿Cómo se resolvió el Cisma?

Pero la forzada elección de Urbano VI y otras circunstancias, empujaron a un gran número de cardenales a elegir otro Papa, es decir, un antipapa: Clemente VII (1342-1394), que puso su sede en Aviñón y recibió el apoyo de varios países europeos. Esto provocó el Cisma de Occidente, que perjudicó enormemente a la Iglesia. Santa Catalina se instaló entonces en Roma e hizo todo lo posible para solucionar la situación: habló con embajadores, escribió cartas a gobernantes y dedicó largas horas a la oración. Tanta fue su actividad que cayó gravemente enferma. Pero en vez de regresar a Siena para recuperarse, decidió quedarse en Roma para dar su vida en favor de la solución del conflicto, falleciendo en 1380 con 33 años.

Tras la muerte de Clemente VII en 1394, se eligió en Aviñón a un nuevo antipapa poco sumiso al rey de Francia: Benedicto XIII (1328-1423). Ello provocó que se convocase el Concilio de Constanza (1414-1418) en el que se eligió, en 1417, a un único Papa: Martín V (1368-1431), dando fin al Cisma.