Sáb
4
Abr
2009

Evangelio del día

Quinta Semana de Cuaresma

Conviene que uno muera por el pueblo

Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel 37, 21-28

Esto dice el Señor Dios:

«Recogeré a los hijos de Israel de entre las naciones adonde han ido, los reuniré de todas partes para llevarlos a su tierra. Los hará una sola nación en mi tierra, en los montes de Israel. Un solo rey reinará sobre todos ellos. Ya no serán dos naciones ni volverán a dividirse en dos reinos.

No volverán a contaminarse con sus ídolos, sus acciones detestables y todas sus transgresiones. Los liberaré de los lugares donde habitan y en los cuales pecaron. Los purificaré; ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.

Mi siervo David será su rey, el único pastor de todos ellos. Caminarán según mis preceptos, cumplirán mis prescripciones y las pondrán en práctica. Habitarán en la tierra que yo di a mi siervo Jacob, en la que habitaron sis padres: allí habitarán ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos para siempre, y mi siervo David será su príncipe para siempre.

Haré con ellos una alianza de paz, una alianza eterna. Los estableceré, los multiplicaré y pondré entre ellos mi santuario para siempre; tendré mi morada junto a ellos, yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y reconocerán las naciones que yo soy el Señor que consagra Israel, cuando esté mi santuario en medio de ellos para siempre».

Salmo de hoy

Jer 31, 10. 11-12ab. 13 R/. El Señor nos guardará como un pastor a su rebaño

Escuchad, pueblos, la palabra del Señor,
anunciadla a las islas remotas:
«El que dispersó a Israel lo reunirá,
lo guardará como un pastor a su rebaño. R/.

Porque el Señor redimió a Jacob,
lo rescató de una mano más fuerte».
Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión,
afluirán hacia los bienes del Señor. R/.

Entonces se alegrará la doncella en la danza,
gozarán los jóvenes y los viejos;
convertiré su tristeza en gozo,
los alegraré y aliviaré sus penas. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 11, 45-57

En aquel tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús.

Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron:
«¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación».

Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo:
«Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera».

Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no solo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos.

Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos.

Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban:
«¿Qué os parece? ¿Vendrá a la fiesta?».

Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo.

Reflexión del Evangelio de hoy

“Dentro de esta lista –le dice Itzhak Stern a Oskar Schindler– está el bien absoluto. En sus límites se encuentra el abismo”. Esta es una de las frases antológicas de la película La lista de Schindler. Esa lista contenía los nombres de los judíos que fueron liberados por el industrial alemán de las garras de las cámaras de gas nazis. Para que luego digan…

¿Por qué traigo esto aquí, en lugar de comentar lo que dicen las lecturas? Creo que esta frase y otras de la película nos pueden ayudar a profundizar en los textos que nos presenta la liturgia tan solo un día antes de entrar en la Semana Santa.

La otra frase de la película es una que se atribuye al Talmud y que los salvados y salvadas por Schindler graban en el interior del anillo que le regalan: “El que salva a un hombre salva a la humanidad”. Sin embargo, en el texto del evangelio de hoy resuenan unas palabras bien diferentes: “Conviene que uno muera por el pueblo y que no perezca la nación entera”. El Reino que Jesús nos ha presentado y por el que va a morir se parece más a la frase del anillo de Schindler que a la de Caifás. Es un Reino y un Dios que si pierden una sola moneda revuelven, como la mujer, toda la casa por encontrarla; y que si se escapa una oveja remueve Roma con Santiago hasta que la encuentra, aunque tenga que dejar a las 99 restantes solas: al fin, esas ya están salvadas.

Posiblemente es una casualidad. Pero tal día como hoy, el 4 de abril de 1968 fue asesinado en Menphis, EEUU, el reverendo Martín Luther King. Es probable que otro Caifás de su época pensara que era mejor que muriera un hombre para salvar a toda la humanidad. Él seguro que era de los que opinaban que “quien salva a un hombre, salva a la humanidad” y así vivió. Como Jesús, su vida nos ha mostrado el camino de que los sueños son posibles, de que otro mundo, más justo y más humano es posible y de que nuestra tarea de cristianos consiste en luchar por ello.

Posiblemente sea una buena reflexión para estos días tomar conciencia de si ponemos o no suficiente fuerza en la vivencia de nuestra fe para que sea testimonio de esperanza y de alegría ante los demás. Porque es eso lo mejor –lo único, quizás– que podemos transmitir a quienes nos rodean. Somos responsables, lo sabemos desde Abel, de la vida de nuestros hermanos y hermanas, de que sean felices, de que tengan Vida y Vida en abundancia. Es hora de tomarnos esto en serio.

La otra enseñanza para hoy no es muy distinta. Tiene que ver con una alianza que es un signo de fraternidad y solidaridad. Porque Yahveh no hace una promesa a un individuo, sino a un pueblo, a una comunidad completa. “Yo seré su Dios, y ellos –no dice él, ojo a los que sueñan con una salvación ganada a base de codos o incluso de puños– y ellos, serán mi pueblo”. La Sabiduría divina en la cal creemos es comunión y se revela a través de una comunidad de personas. Y porque esa promesa, además, no es para ayer o para hoy, sino que es para siempre.

¿Qué más podemos necesitar? ¿Qué más pruebas queremos? Sabemos que hay un Dios, Padre-Madre que nos ama, que nos ha elegido y que nos quiere y está por nosotros para toda la eternidad. Que nos ha escogido a cada uno de nosotros y nos conoce por nuestro nombre; para Él somos indispensables como seres humanos individuales, pero que además nos llama a todos juntos a ser suyos. ¿Sabernos queridos no nos da suficientes ganas de gritarlo a los cuatro vientos y de intentar transmitir aquello que nos ha hecho felices?