El Románico y la reforma gregoriana / siglos XI-XII

El Románico está marcado por la reforma gregoriana, las reformas monásticas. Así como el desarrollo de los burgos y las cruzadas a Tierra Santa,


De la Europa feudal y agraria del siglo X, a la Europa del siglo XIII, considerablemente más comercial y urbana, hay dos siglos de transición muy importantes en los que el Espíritu de Dios tuvo que ayudar a la Iglesia a superar la decadencia feudal y adaptarse a los nuevos tiempos.

Este proceso vino marcado espiritualmente por la reforma gregoriana, las reformas monásticas y el románico. Otro importante factor a tener en cuenta es el desarrollo de las cruzadas a Tierra Santa, donde Occidente encontró las fuentes evangélicas de su fe, aunque a costa de cruentas batallas.

¿Qué pasó en el periodo Románico?

En los siglos XI y XII Europa duplicó su población. En cifras aproximadas, pasó de 30 a 60 millones de habitantes. Los nobles feudales ensancharon y mejoraron las villas o «burgos» amurallados, desde los que vigilaban sus territorios, y en ellos se asentaron grupos de comerciantes y artesanos.

Los burgos se convirtieron en centros económicos, por lo que fueron favorecidos por los nobles concediéndoles privilegios que daban bastante libertad a sus habitantes. Esto atrajo a muchas personas del campo que preferían vivir más cómodamente en el burgo, sin tener que trabajar duramente en el campo bajo la tiranía del señor feudal.

Muchas personas preferían vivir más cómodamente en el burgo, sin tener que trabajar duramente en el campo

Como consecuencia de esta migración del campo a los nuevos y pujantes burgos, en ellos se multiplicaron las construcciones tanto civiles como eclesiásticas y muchos bosques fueron reemplazados por cultivos, con el fin de alimentar a las nuevas poblaciones. Y al crecer en tamaño, los burgos pasaron a ser ciudades.

Aquellos habitantes de los burgos, que no se dedicaban a trabajos del campo sino al comercio o la artesanía –y más tarde a los negocios bancarios y a la industria–, eran los llamados burgueses y constituyen el germen de la clase burguesa, que desde entonces fue aumentando en número y poder hasta que, a partir de finales del siglo XVIII, consiguió imponerse a la nobleza y a la Iglesia por medio de la Revolución Francesa, las revoluciones liberales y la independencia de las colonias americanas.

En la época feudal las pocas ciudades que existían eran simples centros administrativos en los que vivía, por una parte, el noble junto a su corte y sus caballeros y, por otra, el obispo junto a sus canónigos y algunas comunidades religiosas femeninas. Pero una vez que los artesanos y comerciantes se instalaban en las ciudades, éstas pasaban a ser centros económicos pujantes, a cuyos mercados acudía la población del campo para vender sus productos y comprar los utensilios fabricados por los artesanos.

¿Qué papel tiene la Iglesia durante el Románico?

Por otra parte, los habitantes de las ciudades querían que sus hijos fuesen cultos y estuviesen bien formados para que prosperasen en sus negocios o pudiesen optar a altos cargos administrativos. Por ello se preocuparon en contratar a profesores y, así, fueron surgiendo centros de enseñanza en las ciudades. Ante eso, la Iglesia reaccionó creando sus propios centros de enseñanza: las Escuelas catedralicias.

Curiosamente, esto repercutió mucho en la teología, pues surgieron autores que no se limitaban a repetir lo que dicen las Escrituras y los Padres de la Iglesia –como se hacía en los monasterios–, sino que aventuraban a hacer nueva teología, es decir, a desarrollar nuevas ideas y pensamientos concernientes a Dios. A esta nueva teología se la ha llamado escolástica, pues se desarrolló en las Escuelas catedralicias. Entre estos autores cabe destacar al benedictino san Anselmo de Canterbury (1033-1109), al laico Pedro Abelardo (1079-1142), al cisterciense san Bernardo de Claraval (1090-1153) y al canónigo regular Ricardo de San Víctor (ca. 1110-1173).

¿Qué sucedió en la Iglesia durante el Románico?

En 1054 se produjo el Cisma Oriental, que supuso la ruptura definitiva con la Iglesia de Bizancio. Fue causado por conflictos políticos entre Roma y Constantinopla, que buscaban la primacía, y problemas dogmáticos, sobre todo por la polémica del Filioque introducido por la Iglesia occidental en el Credo, al afirmar que el Espíritu Santo procede no sólo del Padre, sino también del Hijo, lo cual era rechazado por la Iglesia bizantina. Como bien es sabido, con el paso del tiempo, la Iglesia occidental –dependiente de Roma– pasó a llamarse «católica» y la bizantina «ortodoxa».