
Jul
Evangelio del día
“ El Hijo del hombre es señor del sábado ”
Primera lectura
Lectura del libro del Éxodo 11,10-12,14
En aquellos días, Moisés y Aarón hicieron muchos prodigios en presencia del faraón; pero el Señor hizo que el faraón se obstinara en no dejar marchar a los hijos de Israel de su tierra.
Dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:
«Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: "El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino más próximo a su casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo.
Será un animal sin defecto, macho, de un año; lo escogeréis entre los corderos o los cabritos.
Lo guardaréis hasta el día catorce del mes y toda la asamblea de los hijos de Israel lo matará al atardecer”. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo comáis.
Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, y comeréis panes sin fermentar y hierbas amargas.
No comeréis de ella nada crudo, ni cocido en agua, sino asado a fuego: con cabeza, patas y vísceras. No dejaréis restos para la mañana siguiente; y, si sobra algo, lo quemaréis.
Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el Paso del Señor.
Yo pasaré esta noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos de la tierra de Egipto, desde los hombres hasta los ganados, y me tomaré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo, el Señor.
La sangre será vuestra señal en las casas donde habitáis. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora, cuando yo hiera a la tierra de Egipto.
Este será un día memorable para vosotros; en él celebraréis fiesta en honor del Señor. De generación en generación, como ley perpetua lo festejaréis.
Salmo de hoy
Salmo 115,12-13.15-16be.17-18 R/. Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor
¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación
invocando el nombre del Señor. R/.
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas. R/.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando el nombre del Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 12,1-8
En aquel tiempo, atravesó Jesús en sábado un sembrado; los discípulos, que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas.
Los fariseos, al verlo, le dijeron:
«Mira, tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitida en sábado».
Les replicó:
«¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios y comieron de los panes de la proposición, cosa que no les estaba permitida ni a él ni a sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes.
¿Y no habéis leído en la ley que los sacerdotes pueden violar el sábado en el templo sin incurrir en culpa?
Pues os digo que aquí hay uno que es más que el templo.
Si comprendierais lo que significa "quiero misericordia y no sacrificio", no condenaríais a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado».
Evangelio de hoy en audio
Reflexión del Evangelio de hoy
"Festejaréis la ley perpetua"
Conscientes, como somos, de que la revelación tiene una finalidad religiosa desde la cual se ha de iluminar la vida y, a partir de ella, se le encuentra un sentido trascendente que no queda aprisionado dentro de los linderos de nuestro mundo, nos acercamos a un texto que pertenece al libro del Éxodo, es decir, al segundo que se presenta en la Biblia.
Con toda razón nos interrogamos acerca de cuál es el mensaje fundamental que se ofrece en este fragmento. Puede responderse que se anima a buscar siempre el bien, aun cuando el mal porfíe y hasta presente muchas argucias para que no lo dejemos abandonado. El mal se encuentra personificado en el gobernante de un pueblo que presenta oposición cerrada para que no se le escape de las manos una porción que tiene esclavizada que se la quieren arrebatar.
En el relato destinado a la contemplación en este día se representa el mal en el faraón de Egipto. Dios; por el contrario, personifica el bien, o mejor, es la fuente de la que brota todo bien. Elige, en calidad de ministros, a Moisés y Aarón. Han de cumplir con el encargo de hacer presentes los planes de Dios y así reunir a los israelitas para emprender con ellos un itinerario en busca de la libertad, la vida, la familiaridad ininterrumpida con Dios. Israel es la imagen de la humanidad llamada liberarse, a vivir con pleno albedrio en la tierra que, aunque tiene horizontes en su peregrinación terrena, está abierta a la conquista de una eternidad sin fronteras.
Todo tiene que ver con nosotros, parte de una humanidad que ha sido recuperada, salvada para la libertad, para sacudir el yugo del mal que pretende con su engaño aprisionarnos. Estamos salvados para vivir como hijos en el hogar propio de una humanidad con capacidad de autodeterminación como criatura de Dios. Todo hombre, pertenezca a unas estirpes u otras, nace marcado por el signo de la esclavitud del pecado. Todos, sin embargo, estamos convocados por Jesús para entrar por los caminos de una libertad salvadora.
Memorial de la liberación es la pascua que Dios mandó instituir a Moisés ya en Egipto. Se inmolaba un cordero por familia para consumirse en su totalidad en calidad de itinerantes. Miraba, sin duda, hacia la Pascua nueva y definitiva instituida por el Señor en la última cena.
"Aquí hay uno que es mayor que el sábado"
Los judíos, en el tiempo de Jesús, guardaban con minucia el descanso sabático. Su cultura y, sobre todo, las razones que hallaban en la lectura del Antiguo Testamento inclinaban a considerar como necesario un día de descanso, de tomar respiro para emprender las jornadas de la semana. El argumento religioso más fuerte en favor del sábado lo encontraban ya en el libro del Éxodo, donde se afirma que el Creador de todas las cosas en «el séptimo día descansó; por eso bendijo Yahveh el día del sábado y lo hizo sagrado» (Ex 20, 11). El ejemplo de Dios tenía que seguirse por sus fieles.
Lo recuerda también el mismo libro: «Recuerda el día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás todos tus trabajos, pero el día séptimo es día de descanso para el Señor, tu Dios. No harás ningún trabajo» (Ex 20, 8-10). El «no harás ningún trabajo» quedó abierto a interpretaciones a todas luces chocantes, como puso de relieve Jesús en más de una circunstancia frente a los fariseos. Por ejemplo, no estaba permitido en sábado arrancar espigas por los sembrados cuando los apóstoles sintieron hambre, curar a un enfermo, llevar la camilla sobre los hombros un paralítico devuelto a la movilidad, sacar de un hoyo a un animal…
Pero Jesús entraba, según costumbre, en las sinagogas los sábados, leía la palabra en los libros santos, la interpretaba, escuchaba las lecturas y las reflexiones, aclaraba que el sábado se instituyó para el hombre y no el hombre para el sábado, que el Hijo del hombre es Señor del sábado, hacía el bien en sábado, curaba, aunque el jefe de la sinagoga increpara a la gente para que acudieran a Jesús durante otros días laborables.
El creyente no debe conducirse tan solo por motivaciones humanas como, por ejemplo, dejar a un lado las ocupaciones que absorben durante la semana. Cierto que esto puede ser una necesidad común o, cuando menos, muy aconsejable. Hay tiempo para el descanso necesario y, además, se ha de buscar espacio para los deberes religiosos.
Los cristianos hemos pasado la celebración del sábado al domingo muy tempranamente, como atestigua san Justino, de comienzos del siglo II. Escribió: «Nos reunimos todos el día del sol porque es el primer día en que Dios, sacando la materia de las tinieblas, creó al mundo; ese mismo día, Jesucristo nuestro Salvador resucitó de entre los muertos» (Apologia, 1, 67).
En realidad, el sábado preparó el domingo en la nueva alianza. Los cristianos pensaban que, en la nueva alianza, el sábado fue preparando el domingo, día por antonomasia del Señor, «Dies Domini». En la mañana del domingo resucitó Jesús. En la Carta a los magnesios escribió también san Justino mártir: «Los que vivían según el orden de cosas antiguo han pasado a la nueva esperanza, no observando ya el sábado, sino el día del Señor, en el que nuestra vida es bendecida por Él y por su muerte» (9, 1).
No puede olvidarse que los cristianos no gozaron de tolerancia, primero, y de libertad, después, hasta comienzos del siglo IV, que es cuando se extiendió, por obra del emperador Constantino, la plena potestad para la celebración del domingo.
El «Catecismo de la Iglesia Católica» ofrece el siguiente esclarecimiento: «La celebración del domingo cumple la prescripción moral, inscrita en el corazón del hombre, de “dar a Dios un culto exterior, visible, público y regular bajo el signo de su bondad universal hacia los hombres” (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 2-2, q. 122, a. 4). El culto dominical realiza el precepto moral de la Antigua Alianza, cuyo ritmo y espíritu recoge celebrando cada semana al Creador y Redentor de su pueblo» (n. 2176).