Dom
5
Abr
2009

Homilía Domingo de Ramos

Año litúrgico 2008 - 2009 - (Ciclo B)

Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.

Introducción

La Semana Santa

¿Qué queremos decir al calificar esta semana como “santa”? Sin duda indicar que en esta semana celebramos acontecimientos que dicen una relación especial y única a lo religioso. Es semana de celebraciones religiosas. Y efectivamente para no pocos es la semana de las procesiones religiosas, de los viacrucis, de las visitas a los “monumentos” en las iglesias. Y sobre todo es la semana de las celebraciones litúrgicas más profundas de la fe cristiana: la del llamado Triduo Pascual, que abarca las celebraciones del jueves, del viernes santo y de la vigilia pascual de la noche del sábado al domingo; y que culmina con la misa solemne del domingo de Resurrección.

Es la celebración de la Pascua del Señor, en toda su dimensión de dolor y de triunfo, de vida y de muerte; pero siempre celebración del triunfo del amor. En estas celebraciones se resume y alcanza el punto de mayor densidad de toda la vida de Jesús: “habiendo amado a los suyos les amó hasta el extremo”. Por eso, al celebrar su muerte y su triunfo celebramos su vida entera. Más aún celebramos su presencia entre nosotros, que no se termina con la muerte, se prolonga en la eucaristía, en su presencia resucitada en la misma comunidad cristiana, en el necesitado…

Lo que celebramos esta semana es lo que celebramos día a día, la Pascua del Señor. Pero es necesario vivirlo de modo especial en estas fechas, acudir así a la fuente de nuestras celebraciones religiosas. Beber el agua pura del manantial. Esa agua al discurrir por los días, sin esa referencia actualizada y experimentada a su fuente, acaba deteriorándose por el contacto con nuestra historia, la rutina y la superficialidad.

Demos tiempo a las celebraciones, demos tiempo a la reflexión personal, demos tiempo a la lectura de los textos sagrados; demos carácter realmente “santo” a esta semana.

Es, además tiempo de reconciliación, tiempo de confrontar nuestra vida con la de Jesús, en los momentos de mayor radicalidad. A la luz de esa entrega generosa de Jesús a nuestra salvación hemos de repensar nuestra propia vida, y presentarnos ante Dios y ante la Iglesia, para que, a través de sus ministros, nos reconcilie con nosotros mismos, con nuestro ser cristiano y en definitiva con Dios.

Domingo de Ramos

En Cristo todo es paradójico. Es hombre y es Dios, se conjuga en él el éxito y el fracaso, la muerte y la vida, el dolor y la gloria. La liturgia de este domingo de Ramos comienza con su entrada gloriosa en Jerusalén, y continúa con la lectura de la pasión y la muerte.