Dom
1
Mar
2009

Homilía Primer Domingo de Cuaresma

Año litúrgico 2008 - 2009 - (Ciclo B)

Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás.

Introducción

Introducción a la Cuaresma

Es el tiempo litúrgico que ha ofrecido y sigue ofreciendo más motivos para la reflexión, la meditación y la predicación. Más aún que la Pascua. Lo que no está justificado. Pues la Cuaresma tiene sentido en función de la Pascua. La fiesta propia de nuestra fe cristiana es la Pascua. Así lo entendieron los primeros cristianos. En los albores de la fe cristiana era la única fiesta. En función de ella, y sobre todo para organizar un tiempo de preparación catequética para los que serían bautizados en la Pascua, apareció la Cuaresma.

No es sólo esa razón histórica la que indica que la Cuaresma tiene sentido en orden a la Pascua. La fe cristiana también lo exige. Nuestra fe es fe sobre todo en el triunfo, en la superación de todo mal, en la resurrección. Triunfo que lo consiguió Cristo para todos nosotros; que es un don gratuito de Dios, no producto de nuestro esfuerzo, de nuestros ayunos, abstinencias, limosnas, oraciones, de nuestros “sacrificios” cuaresmales.

Pero ante ese don de Dios nosotros no podemos quedar en actitud pasiva, en el simple reconocimiento. Reconocerse llamados a la resurrección exige valorar por encima de todo los bienes que son más fuertes que la muerte, los que alcanzan su plenitud en la resurrección. Son bienes como el amor, la búsqueda de la verdad, la intimidad con Dios la comunión con los hermanos. Bienes que aquí buscaremos alcanzar, pero que sólo tras la muerte los tendremos en plenitud. Buscar esos bienes es establecer prioridades, porque estamos asediados por la oferta de otros bienes. Y ahí la radica la ascesis, las renuncias propias de la Cuaresma. No basta saber hacia dónde nos encaminamos, sino cómo hemos de sortear las dificultades que encontramos en el camino. Junto a esos valores finales a los que aludo: amor, relación con Dios, búsqueda de la verdad, construcción de comunidad, es necesario cultivar valores instrumentales: sobriedad, mortificación de pulsiones elementales, renuncias...: lo que se expresa bíblicamente como “ayuno y abstinencia, limosna”. Eso sí, auténticos, no para cubrir apariencias, como nos recuerda la Liturgia el primer día de Cuaresma.

Es necesario convertirse. “Conversión” es la palabra propia de la Cuaresma. Conversión quiere decir: priorizar los bienes de la Pascua y no poner nuestro corazón en los que con tanta insistencia ofrece la sociedad y “nos pide el cuerpo”. Bienes de la Pascua que, por otra parte, son los propios de la condición humana. Somos seres humanos en la medida que optamos por ellos. Ahora bien toda opción exige renuncia a lo que es contrario a esa opción libre o entorpece su realización. Convertirse es reorientar la vida, y a la vez renunciar o posponer a lo que impide esa reorientación. La Pascua, el triunfo definitivo, exige la Cuaresma, “morti-ficar” lo que impide caminar hacia ella.

Fray Juan José de León Lastra, O.P.
Coordinador de "La Palabra al día"

Introducción al Domingo Primero

Comenzamos un nuevo tiempo litúrgico que tiene mucho que ver con el itinerario humano-espiritual del ser humano sobre la tierra: La Cuaresma. Un camino en el que se entrelazan luchas, alegrías y sufrimientos, realismo y sueños… anhelos de superación y felicidad. Los símbolos que ilustran los textos litúrgicos son, fundamentalmente, el Éxodo, el Desierto y la Alianza, los cuales encierran ese difícil y, a la vez, gratificante  existir, sostenido por una Promesa que conduce al encuentro y la plenitud. Celebramos lo esencial de nuestra fe: la muerte y la resurrección de Jesús  que evoca nuestra condición humana de muerte-vida.
En el evangelio de este domingo, san Marcos se centra en la simbología del desierto. Lugar de prueba y de encuentro. Jesús “se quedó cuarenta días, dejándose tentar…” El escritor ruso, Fiodor Dostoyevski, en su obra Los hermanos Karamazov, considera que en las  tentaciones de Jesús se resumen las tentaciones de toda la humanidad. Y afirma que “éstas son las tres formas en las que se cristalizan todas las contradicciones insolubles de la naturaleza humana”.  En ese ámbito de silencio, soledad y encuentro con Dios, Jesús se prepara para la misión. De ahí la necesidad de que nosotros entremos en ese Camino espiritual de Jesús creando espacios para la relación del tú a tú con Él.
Como a Jesús, también el Espíritu nos empuja a nosotros al desierto de la vida. En él encontramos pruebas y sufrimientos, pero también podemos encontrar al Señor. Ojalá que en nuestro cotidiano vivir,  seamos creadores/as de comunión con Dios, con los seres humanos y con toda la creación. Después de la destrucción    del diluvio, Dios hace un pacto, no sólo con los seres humanos, sino con todo lo que vive con ellos. De ahí la importancia de cuidar el mundo animal y vegetal. La tierra toda.