Dom
1
Mar
2009

Homilía Primer Domingo de Cuaresma

Año litúrgico 2008 - 2009 - (Ciclo B)

Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás.

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • Necesidad del desierto

La mayoría de nosotros experimentamos, en carne propia, que vivimos en un mundo estresante. Nuestro cotidiano vivir está envuelto en múltiples compromisos con la familia, el trabajo, los amigos y los diversos reclamos de una sociedad trepidante y globalizada, que nos bombardea con trágicas noticias y objetos de consumo que, de alguna manera, nos cosifican. Tener más, rendir más…en detrimento de nuestro ser-más-humanidad. Vivir en profundidad la cuaresma no exige el  abandono de nuestros compromisos y quereres. Sí  buscar espacios de silencio y soledad para el encuentro con Dios y alimentar nuestro lánguido y fatigado ser.  El Espíritu quiere empujarnos, como a Jesús, a un espacio sereno donde podamos alimentarnos con su Palabra y fortalecer nuestro ser ¿Nos dejaremos conducir por él? Para ser discípulas y discípulos de Jesús, una condición ineludible es seguirlo incondicionalmente hasta el desierto.

  • Superar las tentaciones

El poder, el tener y el placer son tentaciones de todos los tiempos. Pero, en los que corren, estamos contemplando, en el ámbito sociopolítico,  por ejemplo, verdaderas borracheras de poder…Más allá de quedarnos en una crítica de nuestros gobiernos,  que debe ser constructiva, debemos entrar en nuestro propio interior para ver cómo anda nuestro deseo de dominar a las demás personas, de creernos superiores. Es necesario ver hasta dónde hacemos gastos innecesarios y cómo es nuestra solidaridad con los pobres. ¿Cómo es nuestra ambición de tener y para qué? Vivir con pureza de corazón, con transparencia, brindando lo mejor de nosotros mismos a los demás. ¿Cómo superamos estas tentaciones?

  • El diluvio de nuestro tiempo

El hambre en el mundo, la violencia, el sida, tráfico de mujeres y niños…Es un Diluvio más tenebroso que el que nos describe el Génesis. ¡Cuántos pueblos exterminados a causa de la guerra! Pensemos por un momento en Irak, Palestina,  la India…Pensemos en tantos refugiados, particularmente africanos, cuya vida se apaga por las muchas penurias. ¿No hace falta que brille en el cielo el arco iris? ¿No necesitamos que Dios renueve su Alianza con nosotros? Pero, para eso tendremos que construir el Arca de la justicia y la Paz. Una casa común para nuestro mundo herido, donde todos y todas tengamos cabida, especialmente los más desfavorecidos.

  • Cultivo de la Ecología

Una vez que el diluvio destruye la tierra, el ser humano es invitado a una Alianza de vida. Y es que, en los designios de Dios, siempre está la afirmación de la vida. Pero no sólo para los seres humanos, sino para todo ser que alienta. Albert Nolan, O.P., en su obra: Jesús, hoy, afirma que “La plena participación en la espiritualidad de Jesús tendrá que incluir alguna experiencia de nuestra unicidad con el universo”. De muchas maneras, Jesús es el paradigma de amor a la creación. En sus parábolas, recuerda cómo Dios alimenta a las aves y viste los campos de flores (Mt 6,26-30). La Madre Tierra reclama como nunca nuestro cuidado. ¿Sentimos por ella el respeto, la admiración y el amor que sintió Jesús? 

  • Invitados a la Misión

Los espacios de silencio y soledad, la experiencia de Dios como su abbá, Padre amoroso, preparan a Jesús para la misión. Él nos invita en esta Cuaresma a ser cauces del amor misericordioso y compasivo  de ese Padre bueno, que abraza a los seres humanos y al universo entero, obra de su creación. Nos invita al perdón y a la superación de nuestro egocentrismo. Si compartimos, de verdad, el desierto con Jesús, también debemos compartir su compromiso con el Reino. Ese poner “el mundo al revés”, de acuerdo con los criterios del Evangelio, que nos va a exigir mucho compromiso y  donación personal, particularmente a favor de los más pobres y excluidos de nuestro mundo. El camino hacia la Pascua pasa primero por el camino de la entrega, si es preciso hasta la muerte ¿A qué tengo que morir, para acelerar la Pascua, la Vida de Dios, en mí y en las demás personas?