Dom
25
Dic
2011

Homilía Natividad del Señor

Y Dios habitó entre nosotros

Introducción

Y Dios habitó entre nosotros. La Palabra hecha carne, se manifiesta y se pronuncia como la vida que llega hasta nosotros. Una Palabra que es apertura que revele lo más íntimo de Dios: su amor, su misericordia, su paternidad, su ternura entrañable.

Quizás, con la crisis que nos azota, la Navidad se ha vuelto extraña para nuestros hogares. Resulta difícil comprenderla sin un regalo que brindar entre las manos a nuestros seres más queridos. No han sido poco los años que nuestra mirada ha sido dirigida hacia fuera, hacia lo superficial, hacia lo aparente. Sin percatarnos de una nueva necesidad de nacer. Y las circunstancias hoy nos obligan a nacer una vez más con el que nace. Un nacimiento hacia dentro, para olvidarnos por un momento de lo que llueve o necesito, y saborear la vida con una mirada llena de contemplación ante lo que puedo disponer y compartir: de los amigos, de nuestras madres, de nuestros hijos, de nuestra familia. Emocionarme ante la vida que se me presenta como nueva y que eso me haga estremecer. Dios se encuentra y habita en esas emociones donde la mirada personal cambia y se deja conducir hacia lo más importante, que Dios nace para nuestro consuelo.

Su nacimiento es un anuncio de paz para nuestros corazones, para que nuestro mundo de preocupaciones descanse al menos por un día, y pueda admirar que en su nacimiento, Dios se queda para habitar con nosotros, para acompañarnos, para mostrarnos la luz, y la vida.