Dom
25
Dic
2011

Homilía Natividad del Señor

Y Dios habitó entre nosotros

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • Un camino hacia la vida (Isaías 52, 7-10)

Hay alguien que nos anuncia la hermosura del caminar. Caminar hacia la vida. Encaminarse hacia la paz tras la época de tormento y sufrimiento. Junto con la hermosura del caminar, también se nos anuncia una Buena Nueva: “Tu Dios es Rey”, pero no es un Dios que se oculta, sino que se muestra, porque puede ser contemplado cara a cara. Así se acaba la época del temor, porque este Dios puede ser conocido. Pero, ante esta posibilidad, sobre todo, lo más importante, es que puede ser reconocido como el Dios que consuela a su pueblo, lo rescata de las ruinas, su brazo santo y desnudo se mostrará a todas las naciones, y aunque nuestro canto sea de alegría, es un canto con el sabor del logro, de la satisfacción de poder encontrarme, no por su victoria ante batallas cruentas, sino por su lucha continua y constante para llegar hasta nosotros.

  • Impronta de su ser (Hebreos 1, 1-6)

La revelación de Dios, su mostrarse, siempre ha estado presente en nuestra historia a través de los profetas, pero eran insinuaciones del camino para llegar a Dios. Es en la persona de su Hijo, en esta etapa final, en los tiempos de madurez, como Dios nos ha hablado. Por medio de Él, Dios ha ido realizando las edades del mundo. Revelación y Cristo, son el último gesto de Dios, la última palabra pronunciada. Él será la referencia para las miradas presentes y futuras. Para encontrar a Dios, él será el paso, el guía, el camino. Porque Cristo es impronta de su ser, su sello, su marca donde Dios rubrica la creación antigua, y la creación nueva. Él fue quien realizó la purificación de los pecados, a través de Él, la reconciliación fue posible. Y ahora ha sido encumbrado sobre los ángeles, puesto más allá de las cimas de las montañas, porque el nombre que ha heredado es mucho más sublime.

  • Albergar a Dios (San Juan 1, 1-18)

La Palabra, en san Juan, asume un dinamismo creador, vital, luminoso. Por medio de ella se hicieron todas las cosas. En la Palabra había vida, y por la vida que contenía, era luz para los hombres. Quiso ser conocido, mostrado, revelado, recibido, amado.

Fueron las tinieblas, los momentos de oscuridad quien mostró la oposición ante su presencia: no la recibió, no quiso albergar la luz que de ella se desprendía. Vino habitar en su casa, pero los suyos no la recibieron. No queremos convivir con la vida, no queremos habitar con ella, fue el contra-mensaje del anuncio revelador.

A pesar de ello, hubo gente que optó por acogerla, y recibirla, sin miedo, sin oposición, sin temor. A los que dio el poder para ser hijos de Dios. Los no nacidos por vínculos de sangre, ni por el amor carnal o humano, sino que fue Dios los que les condujo a la vida, y les concedió un nombre nuevo.

Por ello, la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros. Habitó, puso su morada, quiso vivir con nosotros. La carne fue convertida y transformada en tabernáculo, tienda, sagrario o templo donde Dios puso su morada.

Y gracias a este acto de transformación de nuestro interior, capacitándolo para albergar a Dios, hemos podido contemplar su gloria, la propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y verdad. Hemos podido contemplar su amor, su consuelo, su misericordia, su luz, su ternura, su ayuda. También hemos podido contemplar su verdad creadora y transformadora de la realidad humana. Una verdad que se hace pequeña para comprender su grandeza. Una vida que se hace latido para contemplar y comprender un sentido nuevo de nuestro vivir.

En este día de Navidad, podemos plantearnos cuestiones como ¿a quién he permitido nacer en mi interior? ¿Qué disposición he encontrado en mi persona, en lo que amo, pienso, y elijo, para que Dios pueda habitar en mí? Si se me ofrece una luz para mi situación vital ¿qué dinamismo se despierta en mí: el de iluminar mis pasos, o el de apagar esa luz?

Bien saben nuestras madres lo que nos costó nacer, pero este nacer es distinto, reclama la existencia, reclama nuestra participación, reclama una respuesta libre de adhesión o rechazo. No es un nacimiento pasivo, es un nacimiento consciente y activo. Tienes la oportunidad de nacer de nuevo, ¿qué quieres hacer con tu alegría?