Dom
18
Dic
2011

Homilía IV Domingo de Adviento

Año litúrgico 2011 - 2012 - (Ciclo B)

Para Dios no hay nada imposible

Introducción

Llegamos ya al cuarto domingo de Adviento, próxima ya la celebración de la Navidad. Es tiempo de aguzar la esperanza, pero este año es tiempo también de avivar la memoria. ¿Por qué? Confluyen en este domingo el recuerdo del famoso sermón de Montesinos, hace ya 500 años, y la figura de María, siempre joven sugerente para la fe y la esperanza de la comunidad cristiana. De entrada no resultan elementos fáciles de combinar.

Aquel fue un sermón de denuncia neta. La comunidad de los Dominicos, recién llegados de España a la Isla Española, viendo el injusto e inhumano trato que los conquistadores infligían a los naturales del país, movidos por la compasión, “decidieron predicar el Evangelio” y denunciar aquella injusticia. Lo hicieron a través de la voz de Montesinos, que, a su vez, tomó para ello el grito de Juan Bautista: “Yo soy la voz que clama en el desierto”. Estaba en juego la salvación de españoles e indígenas. Por eso, aquel sermón fue una invitación a la conversión, algo que se revelaba poco menos que imposible. Pero, “para Dios no hay nada imposible”. 500 años después este 4º domingo de Adviento no nos pone delante la figura del Juan el Bautista, sino la figura de María. El Evangelio es otro, el de la anunciación. María es una figura más suave, más anónima, más silenciosa… Pero no es menos significativa en el adviento. También en la anunciación parece imposible que una virgen conciba sin concurso de varón. Pero ella creyó lo que le dijo el mensajero del Señor. Y creyó precisamente “porque para Dios no hay nada imposible”. A veces sólo esta fe nos permite a los cristianos creen que otro mundo es posible.