Mar
25
Dic
2012

Homilía Natividad del Señor

La Palabra era la luz verdadera.

Introducción

La Navidad, con toda su fuerza, su colorido y alegría nos evoca casi espontáneamente las reuniones familiares, la expresión de nuestros mejores deseos de paz y de felicidad para todos nuestros seres queridos y para todos nuestros conocidos; y a veces también nos produce tristeza al recordar a los que ya no están con nosotros. Pero no podemos dejar de lado el motivo fundamental de esta celebración: el Nacimiento del Hijo de Dios. Este misterio, como todos los misterios de la vida de Cristo, tiene fundamentalmente un significado salvífico, expresado de múltiples maneras a lo largo de la historia de la Iglesia. Refiriéndose al censo que decretó hacer en aquel tiempo el emperador Augusto, según cuenta el evangelio de san Lucas, San Efrén decía que en los días de ese rey que censó a los hombres, el Señor descendió del cielo para censar a los hombres en el Libro de la Vida; el Señor fue inscrito sobre la tierra y él nos inscribe a nosotros en el cielo. Es importante tener en cuenta también las circunstancias elegidas por el Hijo de Dios para entrar en este mundo. Como alguien decía, no basta con afirmar que el Hijo de Dios se hizo hombre, hay que señalar también que se hizo pobre. Ciertamente, quiso nacer entre los más pobres de la tierra, para hacerse accesible a todos. Quien así se presenta ante nosotros nos pide ser acogido en nuestra vida como condición indispensable para transformarla y para transformar la historia humana.