Dom
1
Ene
2012

Homilía Santa María, Madre de Dios

María guardaba todas las cosas, meditándolas en su corazón

Introducción

La fiesta del 1 de enero, en muchos ámbitos, suele pasar desapercibida. Se nos ha convertido en un día de resaca, tras las grandes celebraciones de fin de año. Es “el día después”. Acostumbramos a festejar el final de un tiempo, pero nos falta comprometernos más en serio con el comienzo de lo que está por venir. Hoy es la fiesta de un nuevo comienzo, siquiera a nivel civil.

Los cristianos comenzamos fijando la mirada en María. Esta fiesta –que el calendario fijaba en el mes de octubre hasta los tiempos del Vaticano II - rememora la declaración del Concilio de Éfeso, que en el 431 la reconoció como “Madre de Dios”, recogiendo una tradición originaria de los primeros siglos de la Iglesia. Ya en las catacumbas romanas aparece esta inscripción, y se trasluce en ella un amor filial en los creyentes más antiguos.

Mirar a María es ver a su Hijo. La liturgia nos habla de la circuncisión del Niño y la imposición del nombre, “al octavo día”. Es la iniciación de Jesús en la vida de fe del pueblo judío al que pertenece. El modo como va a ser llamado, “Dios salva”, se convierte en un itinerario que no hace aquí más que empezar.

Y es también hoy la Jornada Mundial de la Paz. ¡Siempre estamos comenzando en este tema! Del Niño de Belén, de su Madre, recibimos impulsos para convertirnos en personas más pacíficas. “Felices los que trabajan por la paz porque serán llamados ‘hijos de Dios’”.