Sáb
4
Abr
2020

Evangelio del día

Quinta semana de Cuaresma

Conviene que muera uno por el pueblo

Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel 37, 21-28

Esto dice el Señor Dios:

«Recogeré a los hijos de Israel de entre las naciones adonde han ido, los reuniré de todas partes para llevarlos a su tierra. Los hará una sola nación en mi tierra, en los montes de Israel. Un solo rey reinará sobre todos ellos. Ya no serán dos naciones ni volverán a dividirse en dos reinos.

No volverán a contaminarse con sus ídolos, sus acciones detestables y todas sus transgresiones. Los liberaré de los lugares donde habitan y en los cuales pecaron. Los purificaré; ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.

Mi siervo David será su rey, el único pastor de todos ellos. Caminarán según mis preceptos, cumplirán mis prescripciones y las pondrán en práctica. Habitarán en la tierra que yo di a mi siervo Jacob, en la que habitaron sis padres: allí habitarán ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos para siempre, y mi siervo David será su príncipe para siempre.

Haré con ellos una alianza de paz, una alianza eterna. Los estableceré, los multiplicaré y pondré entre ellos mi santuario para siempre; tendré mi morada junto a ellos, yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y reconocerán las naciones que yo soy el Señor que consagra Israel, cuando esté mi santuario en medio de ellos para siempre».

Salmo de hoy

Jer 31, 10. 11-12ab. 13 R/. El Señor nos guardará como un pastor a su rebaño

Escuchad, pueblos, la palabra del Señor,
anunciadla a las islas remotas:
«El que dispersó a Israel lo reunirá,
lo guardará como un pastor a su rebaño. R/.

Porque el Señor redimió a Jacob,
lo rescató de una mano más fuerte».
Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión,
afluirán hacia los bienes del Señor. R/.

Entonces se alegrará la doncella en la danza,
gozarán los jóvenes y los viejos;
convertiré su tristeza en gozo,
los alegraré y aliviaré sus penas. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 11, 45-57

En aquel tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús.

Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron:
«¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación».

Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo:
«Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera».

Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no solo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos.

Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos.

Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban:
«¿Qué os parece? ¿Vendrá a la fiesta?».

Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo.

Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

"Los congregaré de todas partes para conducirlos a su tierra"

Ezequiel y Jeremías dan fe del perdón de Dios a su pueblo. En su infinita misericordia, Dios, olvida el motivo que hizo que se dispersaran por el mundo conocido. Dios propone no volver a permitir que Israel se divida nuevamente en dos reinos; serán uno y estarán regidos por un único rey.

Pero el pueblo santo volverá nuevamente a alejarse de la alianza y, abandonando a Dios, se entrega en brazos de la maldad y la idolatría y nuevamente volverán al exilio. Los reyes Josías, Joaquín y Sedecías, se van a pervertir y, despreciando los avisos proféticos, van a caer en manos de Babilonia, donde sufrirán el cautiverio anunciado por los dos profetas, arrastrando con ellos al pueblo.

Dios ha elegido al Pueblo israelita y le ha impuesto una ley sencilla, muy exigente en la observancia, pero fácil de seguir. El pueblo, con sus reyes a la cabeza, van a depreciar la ley de Yahvé, tal vez por ser demasiado simple, y se entregarán a las prácticas idolátricas de los pueblos vecinos, desafiando las llamadas a la conversión y el arrepentimiento de los enviados a corregir los desvíos.

Ante la contumacia del pueblo, Dios va a permitir que Nabucodonosor derrote a los judíos, destruya el templo, esclavice a miles de personas, y lleve cautivos.

Puede que nosotros estemos también en sintonía con estos reyes y opuestos a los mensajes que los profetas de entonces y ahora nos dirigen. Es posible que nos arriesguemos a la esclavitud que el consumismo y la falta de solidaridad nos va a producir.

"Conviene que muera uno por el pueblo"

El Evangelio de Juan nos cuenta la situación entre el pueblo después de resucitar Jesús a Lázaro. Muchos creyeron en él, nos dice, pero otros fueron a contarlo a los fariseos, a los que faltó tiempo para convocar el Sanedrín. Tienen miedo de que los invasores romanos acaben con su acomodada vida y puedan destruirlo todo, pero especialmente el templo, acabando con su elevado estatus social y su medio de vida ligada al sacerdocio.

Si lo pasamos a los tiempos actuales no será difícil encontrar semejanzas con nuestras propias vidas, nuestros intereses, y así llagaremos a justificar que sea conveniente que muera uno por el pueblo, no importa que sea culpable o inocente, lo que interesa es que muerto el que estorba, los demás vivamos tranquilos, felices y contentos. Nos lavamos las manos ante los crímenes que se producen a nuestro alrededor o de los que nos llegan noticias a través de los medios de comunicación, y no hacemos nada. Como mucho puede que aplaudamos los actos que autoridades y sacerdotes quieren imponernos, sin importar que sean acordes con el sencillo mensaje que Cristo nos dejó y nos sigue dejando: Solo el amor podrá salvarnos.

Se están gestando y brotando leyes que se oponen a Dios frontalmente y nos quedamos callados o las aplaudimos a veces solo porque van contra la Iglesia o contra la jerarquía. Una jerarquía que a veces parece que no tiene a Cristo como Maestro, o nos hacen ver que es así. Puede que el uso de los medios esté dirigido a crear tipos de conciencia que nos hagan creer que es bueno que muera uno por el pueblo, justificándolo con un supuesto peligro general realmente inexistente.