Sáb
28
Mar
2015

Evangelio del día

Quinta semana de Cuaresma

Para reunir a los hijos de Dios dispersos

Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel 37, 21-28

Esto dice el Señor Dios:

«Recogeré a los hijos de Israel de entre las naciones adonde han ido, los reuniré de todas partes para llevarlos a su tierra. Los hará una sola nación en mi tierra, en los montes de Israel. Un solo rey reinará sobre todos ellos. Ya no serán dos naciones ni volverán a dividirse en dos reinos.

No volverán a contaminarse con sus ídolos, sus acciones detestables y todas sus transgresiones. Los liberaré de los lugares donde habitan y en los cuales pecaron. Los purificaré; ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.

Mi siervo David será su rey, el único pastor de todos ellos. Caminarán según mis preceptos, cumplirán mis prescripciones y las pondrán en práctica. Habitarán en la tierra que yo di a mi siervo Jacob, en la que habitaron sis padres: allí habitarán ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos para siempre, y mi siervo David será su príncipe para siempre.

Haré con ellos una alianza de paz, una alianza eterna. Los estableceré, los multiplicaré y pondré entre ellos mi santuario para siempre; tendré mi morada junto a ellos, yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y reconocerán las naciones que yo soy el Señor que consagra Israel, cuando esté mi santuario en medio de ellos para siempre».

Salmo de hoy

Jer 31, 10. 11-12ab. 13 R/. El Señor nos guardará como un pastor a su rebaño

Escuchad, pueblos, la palabra del Señor,
anunciadla a las islas remotas:
«El que dispersó a Israel lo reunirá,
lo guardará como un pastor a su rebaño. R/.

Porque el Señor redimió a Jacob,
lo rescató de una mano más fuerte».
Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión,
afluirán hacia los bienes del Señor. R/.

Entonces se alegrará la doncella en la danza,
gozarán los jóvenes y los viejos;
convertiré su tristeza en gozo,
los alegraré y aliviaré sus penas. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 11, 45-57

En aquel tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús.

Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron:
«¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación».

Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo:
«Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera».

Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no solo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos.

Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos.

Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban:
«¿Qué os parece? ¿Vendrá a la fiesta?».

Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo.

Reflexión del Evangelio de hoy

Hoy es el último sábado y el último día de cuaresma este año. Con el Domingo de Ramos, mañana comenzaremos la Semana Santa. Cuando iniciábamos este tiempo litúrgico que hoy acabamos, se nos invitaba a cambiar, a convertirnos; a extirpar actitudes impropias de seguidores de Jesús, y a adherirnos a frutos del Espíritu. La intención era morir a una determinada vida para poder resucitar a otra gloriosa, eterna y del agrado de Dios. En el fondo, buscamos siempre la vida, la Vida.

El marco de referencia del texto evangélico: Betania, Marta, María y Lázaro, muerto y vuelto a la vida.

  •  “Algunos fueron a contar a los fariseos lo de Lázaro”

No busquemos razones, no las hay; todo lo más, excusas para caer en el pecado contra el Espíritu Santo. Todos han visto el milagro que ha hecho Jesús volviendo a la vida a su amigo Lázaro, pero en lugar de creer, van a conspirar en su contra. Y vaya si lo logran. Mañana empezaremos a recordar y celebrar lo que ellos comenzaron con su “ida a los fariseos para contarles lo que había hecho Jesús”. Esta actitud es la contraria a la cuaresmal. También ellos buscaban cambiar, pero no a mejor, sino, posiblemente sin darse cuenta, a peor. Fueron testigos de la Luz, pero prefirieron las tinieblas que les envolvían.

¿Y nosotros, qué? Pienso que, encontrándonos al final de un sendero, es oportuno mirar hacia atrás, otear el trecho recorrido y ver cómo ha sido la andadura. Si estamos satisfechos, habrá que rematar lo poco que falta; si prevalecen los desaciertos, estamos todavía a tiempo. Quizá lo que no debe faltarnos es la esperanza, la ilusión y la confianza. También nosotros hemos sido testigos en nuestras propias personas del milagro. Y, porque también queremos ir a contarlo, aunque para bien, necesitamos antes vivirlo como don para más creíblemente testificarlo a cuantos contacten con nosotros. ¿Cómo? Como hizo el otro grupo del texto evangélico, como hicieron Marta, María y Lázaro.

  • Muchos judíos, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él

Y, al creer, comprendieron el deseo de Dios de hacer de nosotros un pueblo nuevo, que, abandonando por inservible todo lo perecedero, cuanto lleva el sello de la muerte y los sepulcros, se vaya rehaciendo con el sello de la Vida que emana del Espíritu. En el diálogo de Jesús con Marta, la hermana de Lázaro, se ve muy bien la tristeza y el desconcierto ante la muerte. Y, al mismo tiempo, y esto es lo fundamental, se trasluce también confianza y amistad junto a los sentimientos más delicados y exquisitos de Jesús: afecto, comprensión, cordialidad, ternura.

Y es en este ambiente de familia, de hogar y de amistad, donde Jesús va presentándose, no sólo como vida: “Yo soy el camino y la verdad y la vida” (Jn 14,6), sino como el dador de vida. Para eso ha venido: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante” (Jn 10,10). Eso es lo que ha ido buscando en sus curaciones, en sus múltiples milagros y en sus “salvaciones” cuando encontraba fe y agradecimiento.

Esto es lo que hemos aprendido en Cuaresma. Esto es lo que mañana vamos a empezar a recordar y celebrar. Esta será nuestra forma de demostrar a Jesús, que “como aquel grupo de judíos” también creemos en él, al ver lo que ha hecho con Lázaro y con nosotros, y lo que esperamos que siga haciendo.

Fray Hermelindo Fernández Rodríguez

Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
(1938-2018)