Sáb
28
Mar
2009

Evangelio del día

Cuarta Semana de Cuaresma

Jamás ha hablado nadie así

Primera lectura

Lectura del libro de Jeremías 11, 18-20

El Señor me instruyó, y comprendí,
me explicó todas sus intrigas.

Yo, como manso cordero,
era llevado al matadero;
desconocía los planes
que estaban urdiendo contra mí:
«Talemos el árbol en su lozanía,
arranquémoslo de la tierra de los vivos,
que jamás se pronuncie su nombre».

Señor del universo,
que juzgas rectamente,
que examinas las entrañas y el corazón,
deja que yo pueda ver
cómo te vengas de ellos,
pues a ti he confiado mi causa.

Salmo de hoy

Salmo 7, 2-3. 9bc-10. 11-12 R/. Señor, Dios mío, a ti me acojo

Señor, Dios mío, a ti me acojo,
líbrame de mis perseguidores y sálvame;
que no me atrapen como leones
y me desgarren sin remedio. R/.

Júzgame, Señor, según mi justicia,
según la inocencia que hay en mí.
Cese la maldad de los culpables,
y apoya tú al inocente,
tú que sondeas el corazón y las entrañas,
tú, el Dios justo. R/.

Mi escudo es Dios,
que salva a los rectos de corazón.
Dios es un juez justo,
Dios amenaza cada día. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 7, 40-53

En aquel tiempo, algunos de entre la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían:
«Este es de verdad el profeta».

Otros decían:
«Este es el Mesías».

Pero otros decían:
«¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?».

Y así surgió entre la gente una discordia por su causa.

Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima.

Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y estos les dijeron:
«¿Por qué no lo habéis traído?».

Los guardias respondieron:
«Jamás ha hablado nadie como ese hombre».

Los fariseos les replicaron:
«También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la ley son unos malditos».

Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo:
«¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?».

Ellos le replicaron:
«¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas».

Y se volvieron cada uno a su casa.

Reflexión del Evangelio de hoy

“…De Galilea no sale ningún profeta”…frase pronunciada con la rotundidad de una sentencia y con la fuerza que aporta el convencimiento y la posesión de la verdad. Con esta crudeza se pone fin a una larga discusión entre varios fariseos, entre ellos Nicodemo, y un grupo de personas sobre la identidad de Jesús. Texto que nos recuerda algunas otras páginas del evangelio en las que también se discute quién es este Jesús. En el fondo los evangelistas no hacen más que mostrarnos el proceso natural que siguieron los primeros cristianos: el contacto con el galileo y el cambio que iban experimentando en sus vidas generaba preguntas sobre quien podía ser ese hombre que sentían tan diferente a los demás. Estas preguntas llevaron a los primeros cristianos, tanto de forma individual como comunitaria, hasta la confesión de la identidad de Jesús, que desde muy pronto empezó a ser la de  “El Cristo”.

Lo común de los seres humanos en el transcurrir de nuestras vidas, es que primero experimentemos la realidad y, en un segundo momento, identifiquemos lo vivido asignándole un nombre que lo defina. También procuramos que esa definición sea adecue lo más exactamente posible a la experiencia vivida, de otro modo el nombre que usemos queda sin contenido y acaba por no decirnos nada.

Los personajes que Juan pone en escena, han experimentado la salvación de Jesús, por eso afirman de él: “Jamás nadie ha hablado como ese hombre”. Después, y sólo después de esta experiencia, estos hombres le llamarán el Cristo, el Salvador, el Hijo de Dios, títulos todos ellos que ponen nombre a sus experiencias de sentirse queridos y salvados por Jesús. Como contrapartida nos encontramos a los fariseos, que lejos de hablar desde la experiencia (no han conocido a Jesús, excepto Nicodemo), discuten desde su teología lógica y concluyen que ese Jesús no puede ser el Cristo porque procede del norte, de Galilea y eso zanja cualquier duda sobre su mesianidad. Ajustarse a esta forma de ver las cosas, sin atreverse a conocer y experimentar desde dentro privará a estos fariseos de lo nuevo que Jesús traía.

Me pregunto si en el anuncio del evangelio que en la Iglesia hacemos hoy no estaremos demasiado preocupados por lo nominal, por el reconocimiento explícito de lo cristiano en medio de la sociedad. Me pregunto si no nos estaremos olvidando de una evangelización en la que el primer paso es la experiencia salvadora, vivificadora y renovadora del seguimiento de Jesús.

Existe un peligro: que las palabras no digan nada, ni siquiera a nosotros mismo, porque detrás de ellas no haya nada que las sustente.