Mar
29
Dic
2009

Evangelio del día

Mis ojos han visto a tu Salvador

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 2,3-11:

Queridos hermanos:
En esto sabemos que conocemos a Jesús: en que guardamos sus mandamientos.
Quien dice: «Yo le conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él. Pero quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud.
En esto conocemos que estamos en él.
Quien dice que permanece en él debe caminar como él caminó.
Queridos míos, no os escribo un mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que tenéis desde el principio. Este mandamiento antiguo es la palabra que habéis escuchado.
Y, sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo —y esto es verdadero en él y en vosotros—, pues las tinieblas pasan, y la luz verdadera brilla ya.
Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano está aún en las tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. Pero quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos.

Salmo de hoy

Salmo 95,1-2a.2b-3.5b-6 R/. Alégrese el cielo, goce la tierra

Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor, toda la tierra;
cantad al Señor, bendecid su nombre. R/.

Proclamad día tras día su victoria.
Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones. R/.

El Señor ha hecho el cielo;
honor y majestad lo preceden,
fuerza y esplendor están en su templo. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 2,22-35

Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.»
Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
«Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos “han visto a tu Salvador”,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
“luz para alumbrar a las naciones”
y gloria de tu pueblo Israel».
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, y dijo a María, su madre:
«Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción —y a ti misma una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones».

Reflexión del Evangelio de hoy

  • "Quien guarda su palabra, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a su plenitud".


Último martes del año y ¡qué bendición poder terminar 2.009 compartiendo la Palabra con todos los hermanos!

Conocemos a Dios a través de la Palabra revelada, encarnada. Para poder guardarla es necesario escucharla primero, tarea de cada día y un tesoro para caminar en la luz.

S. Juan, el autor de la primera lectura, conoció bien a Jesús y su amor. No en vano fue “el discípulo a quien Jesús amaba”. Y en toda su carta recomienda el amor a los hermanos como fruto del conocimiento del Señor. Un conocimiento que no viene de la intelectualidad o la ciencia, sino de la experiencia, de la vivencia, del sentirse amado por el Señor incondicionalmente. Y ese amor que recibimos, que hemos recibido de todo un Dios que se hace Niño, rebosa en amor a los demás. En un amor que, como dice S. Pablo, “todo lo cree, todo lo excusa, todo lo espera, soporta todo”.

¿Es así nuestro amor? Hoy puede ser un día a propósito para dedicar un tiempo a revisar este año de nuestra vida, el 2.009, a la luz del mandamiento nuevo. Que, inevitablemente, siempre será “nuevo”, porque cada día hay que estrenarlo. También en 2.010.

  •    "Mis ojos han visto a tu Salvador".

Jesús quiso ser “uno de tantos” desde el primer día hasta el último. Incluso para cumplir el precepto del “rescate”. Los hijos primogénitos debían presentarse en el templo para ofrecer un sacrificio por ellos. José y María cumplen con este requisito, sacrificando la ofrenda de los pobres: un par de tórtolas o dos pichones.

Ya desde el inicio de su vida hay personas que están esperando al Mesías, inspiradas por el Espíritu Santo – su mismo Espíritu. Simeón es uno de ellos. Llama la atención la presencia del Espíritu Santo, tanto para comunicar la noticia a Simeón como para guiarle al Templo justo en el momento oportuno para encontrarse con Jesús.

Y es que los signos de Dios pertenecen a la vida cotidiana, a la sencillez del acontecer diario. El Mesías quiere hacerse presente hoy en nuestras vidas, quiere que le acojamos. El Espíritu Santo mora en nosotros para que, durante el año que estamos a punto de comenzar, como una página de nuestra vida en blanco, podamos, como Simeón, “ver al Salvador, a la luz que alumbra a todas las naciones”; algo extraordinario que se da en lo ordinario. TODOS sin excepción, estamos  llamados a ser iluminados por este Mesías, por lo que la luz que recibimos debemos irradiarla a los que nos rodean.

No queremos terminar esta aportación sin desearos un muy feliz año 2.010, en el que podamos continuar “Compartiendo la Palabra”.