Sáb
23
Jul
2011
Vivo yo, pero no soy yo…

Primera lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 2, 19-20:

Hermanos:
Yo he muerto a la ley por medio de la ley, con el fin de vivir para Dios.

Estoy crucificado con Cristo; vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí.

Y mi vida de ahora en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí.

Salmo de hoy

Salmo 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9. 10-11 R/. Bendigo al Señor en todo momento

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulte al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R.

Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligid invocó al Señor,
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R.

El ángel del Señor acampa en torno quienes lo temen
y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R.

Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que lo temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los qu buscan al Señor no carecen de nada. R.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 1-8

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.

Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.

Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.

Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.

Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».

Reflexión del Evangelio de hoy

La liturgia nos presenta hoy la fiesta de Sta. Brígida de Suecia, a quien el Sumo Pontífice Juan Pablo II declaró Patrona de Europa. Fue una mujer extraordinaria que puede ser modelo para todas las mujeres porque siendo muy joven se casó, y formó una familia ejemplar (una de sus hijas, Catalina, se la venera como santa). Al morir su esposo intensificó su vida de piedad y fundó una Orden religiosa. Escribió muchas obras en las que narra sus experiencias místicas. El libro de las Horas nos ha conservado unas oraciones a Cristo Salvador, que rezuman alabanza y bendición, mientras contempla los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección. Ciertamente ella experimentó lo que dice San Pablo: 

  • “Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí."

El Apóstol en su carta a los Gálatas proclama lleno de gozo una realidad que ha descubierto desde su fe en el Hijo de Dios: “Cristo me amó y se entregó por mí”. Todos podemos repetirlo a los pies del Crucificado, el acercarnos al Banquete Eucarístico, y desear que sea una realidad lo de “vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí”, en medio de la alegría y del dolor. Entonces podremos repetir con el salmista: “Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca”.

  •  “La gloria del Padre está en que demos fruto abundante.”

Jesús es la vid que el Padre ha plantado en la tierra. Sus discípulos, los que creen en Él, son los sarmientos destinados a dar copioso fruto, si permanecen en Él, que hunde sus raíces en el misterio infinito del Padre, que no es otra cosa que Amor. Sólo el amor de Dios es fecundo. Nuestra respuesta tiene una expresión: estar totalmente consagrados a la voluntad de Dios, hacer de sus mandamientos un camino de amor. Sólo así se vive una experiencia de gozo saturado de amor. Pero esto exige una poda que el Padre realiza en el día a día, a través de sus planes que hemos de aceptar con fe y docilidad, a pesar de nuestras limitaciones y debilidades, que nos frenan y desaniman, con el recurso a la oración, lo podemos todo y glorificamos al Padre.