
Jul
Evangelio del día
“ Yo soy la vid, vosotros los sarmientos ”
Primera lectura
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 2, 19-20:
Hermanos:
Yo he muerto a la ley por medio de la ley, con el fin de vivir para Dios.
Estoy crucificado con Cristo; vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí.
Y mi vida de ahora en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí.
Salmo de hoy
Salmo 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9. 10-11 R/. Bendigo al Señor en todo momento
Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren. R/.
Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
ensalcemos juntos su nombre.
Yo consulte al Señor, y me respondió,
me libró de todas mis ansias. R/.
Contempladlo, y quedaréis radiantes,
vuestro rostro no se avergonzará.
El afligid invocó al Señor,
él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R/.
El ángel del Señor acampa en torno quienes lo temen
y los protege.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R/.
Todos sus santos, temed al Señor,
porque nada les falta a los que lo temen;
los ricos empobrecen y pasan hambre,
los qu buscan al Señor no carecen de nada. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 1-8
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.
Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos».
Reflexión del Evangelio de hoy
Dios actúa en nuestra historia
En nuestra Fraternidad laical hemos estado trabajando este curso pasado el Jubileo de la Esperanza, y la lectura de la Carta de San Pablo a los Gálatas queremos enfocarla desde esta clave ya que sus palabras revelan algo fundamental para la esperanza cristiana: no estamos solos en el camino de la vida. Nuestra identidad más profunda no está definida por nuestras heridas, fracasos o límites, sino por el amor que Dios nos tiene, así como por la resurrección. Al vivir por la fe, descubrimos que somos verdaderamente hijos e hijas de Dios.
En este mundo actual marcado por las guerras, la incertidumbre y la desesperanza, san Pablo nos recuerda que la vida nueva en Cristo es un don que renueva todas las cosas desde dentro. La esperanza no es un optimismo ingenuo, sino la certeza de que Dios actúa en nuestra historia, incluso en medio del dolor y la cruz.
El Jubileo de 2025 nos invita a redescubrir esta esperanza viva. Como hijos de Dios, podemos mirar el futuro sin miedo, sabiendo que Dios camina con nosotros, y eso lo cambia todo. Vivir como hijos e hijas de Dios es vivir con la confianza de que, aunque caigamos, Él siempre nos levanta, y que su amor es más fuerte que cualquier muerte.
En clave de permanencia
Con la imagen tan sencilla y profunda de la vid y los sarmientos, Jesús nos revela el secreto de la vida cristiana: estamos llamados a vivir unidos a Él. No se trata de esfuerzos aislados o méritos individuales, sino de permanecer en Él, como los sarmientos en la vid, recibiendo de su amor la savia que da fruto.
Esta unión con Cristo no es una exigencia que pesa, sino una gracia que transforma. Jesús no nos pide resultados, sino comunión. De esa comunión brota la vida nueva, que es don, fruto del Espíritu. En tiempos en los que urge trabajar por la predicación de la gracia, el Evangelio de hoy nos llena de esperanza: Dios no nos llama a ser personas perfectas, sino a permanecer en Él, a vivir desde Él.
Ser sarmientos unidos a la vid es vivir sostenidos por la gracia. Es saber que, incluso en nuestras debilidades y fracasos, el Padre sigue trabajando en todas las personas para hacernos felices y que demos fruto abundante.
¿En qué momentos de mi camino me he sentido como un “sarmiento seco”? ¿He podido experimentar allí también la presencia de Dios que me cuida y me poda con amor? ¿Qué implica para mí “permanecer en Cristo” en la vida diaria? ¿Estoy dejando espacio para que su Palabra y su amor vivan en mí y den fruto? ¿Qué frutos está dando hoy mi vida?