Lun
19
Abr
2010

Evangelio del día

Tercera semana de Pascua

Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna.

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 6, 8-15

En aquellos días, Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo. Unos cuantos de la sinagoga llamada de los libertos, oriundos de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba.

Entonces indujeron a unos que asegurasen:
«Le hemos oído palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios».

Alborotaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas, y, viniendo de improviso, lo agarraron y lo condujeron al Sanedrín, presentando testigos falsos que decían:
«Este individuo no para de hablar contra el Lugar Santo y la Ley, pues le hemos oído decir que ese Jesús el Nazareno destruirá este lugar y cambiará las tradiciones que nos dio Moisés».

Todos los que estaban sentados en el Sanedrín fijaron su mirada en él y su rostro les pareció el de un ángel.

Salmo de hoy

Salmo 118, 23-24. 26-27. 29-30 R/. Dichoso el que camina en la ley del Señor

Aunque los nobles se sienten a murmurar de mí,
tu siervo medita tus decretos;
tus preceptos son mi delicia,
tus enseñanzas son mis consejeros. R/.

Te expliqué mi camino, y me escuchaste:
enséñame tus mandamientos;
instrúyeme en el camino de tus mandatos,
y meditaré tus maravillas. R/.

Apártame del camino falso,
y dame la gracia de tu ley;
escogí el camino verdadero,
deseé tus mandamientos. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 22-29

Después de que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el mar.

Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar notó que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos.

Entretanto, unas barcas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan después que el Señor había dado gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.

Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo has venido aquí?».

Jesús les contestó:
«En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios».

Ellos le preguntaron:
«Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?».

Respondió Jesús:
«La obra de Dios es esta: que creáis en el que Él ha enviado».

Reflexión del Evangelio de hoy

  • "Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna"

Es minucioso el relato que Hechos nos ofrece del martirio de San Esteban. Ocupa la primera lectura de varios días de la semana. Hoy sólo quiero apuntar una sencilla consideración: El martirio de alguien, es decir, ser eliminado por sus ideas religiosas, es siempre mala noticia. Lo deseable es un mundo sin mártires, porque todos y cada uno pueden profesar y celebrar la religión que deseen. Pero ese mundo no ha existido. Jesús sabía que él, como también sus seguidores, se encontraría con la persecución. Mantener la fe en medio de ella es exigencia para sus discípulos. Hasta el punto de sentirse bienaventurados, felices en ese día, como dice Lucas en las Bienaventuranzas.

El discurso del Pan de vida se cifra en la condición eterna de esa vida, vida nutrida por “un alimento que perdura hasta la vida eterna, pues no perece”. ¿Qué alimento debe nutrir nuestra vida que perdure más allá de lo perecedero; de la misma muerte, pues es eterno y concede vida eterna? El alimento es Jesús, pan vivo siempre. Todo esto puede parecer un modo de hablar, algo alegórico. No, es real. Jesús, lo constitutivo de su vida y su Palabra, es eterno. Jesús superó a la muerte. Los valores que constituyen su vida: el amor, el contacto con el Padre, buscar y ofrecer la verdad, no desaparecen con la muerte, alcanzan su plenitud más allá de ella. Son valores eternos. Han de ser los valores – el alimento- de nuestra vida. En la medida que lo son, la vida eterna ha llegado a nosotros. Si bien de manera imperfecta, como es propio de esta vida terrena. Imperfección que anuncia la plenitud más allá de ella, en el cielo.