Lun
27
Abr
2009

Evangelio del día

Tercera Semana de Pascua

Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 6, 8-15

En aquellos días, Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo. Unos cuantos de la sinagoga llamada de los libertos, oriundos de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba.
Entonces indujeron a unos que asegurasen:
«Le hemos oído palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios».
Alborotaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas, y, viniendo de improviso, lo agarraron y lo condujeron al Sanedrín, presentando testigos falsos que decían:
«Este individuo no para de hablar contra el Lugar Santo y la Ley, pues le hemos oído decir que ese Jesús el Nazareno destruirá este lugar y cambiará las tradiciones que nos dio Moisés».
Todos los que estaban sentados en el Sanedrín fijaron su mirada en él y su rostro les pareció el de un ángel.

Salmo de hoy

Salmo 118, 23-24. 26-27. 29-30 R/. Dichoso el que camina en la ley del Señor

Aunque los nobles se sienten a murmurar de mí,
tu siervo medita tus decretos;
tus preceptos son mi delicia,
tus enseñanzas son mis consejeros. R/.

Te expliqué mi camino, y me escuchaste:
enséñame tus mandamientos;
instrúyeme en el camino de tus mandatos,
y meditaré tus maravillas. R/.

Apártame del camino falso,
y dame la gracia de tu ley;
escogí el camino verdadero,
deseé tus mandamientos. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 22-29

Después de que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el mar. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar notó que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos.
Entretanto, unas barcas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan después que el Señor había dado gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo has venido aquí?».
Jesús les contestó:
«En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios».
Ellos le preguntaron:
«Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?».
Respondió Jesús:
«La obra de Dios es esta: que creáis en el que Él ha enviado».

Reflexión del Evangelio de hoy

En la primera lectura Jesús, el hombre que predica Esteban, es presentando como destructor del templo y de las tradiciones recibidas de Moisés. En el texto evangélico Jesús es buscado por el pueblo, porque le ha llenado el estómago, les asegura el alimento. La primera lectura se escenifica en Jerusalén, la capital judía. Allí interesa sobre todo lo relacionado con la religión: templo y tradiciones. El texto del evangelio sitúa la escena en Galilea, donde el templo quedaba lejos y las tradiciones judías eran menos relevantes. Sí acuciaba solucionar problemas vitales, como el alimento.
Jesús no ha venido a consolidar el templo y las tradiciones judías, ni a “convertir las piedras en pan”.  Ofrece algo distinto y de más relieve que el Templo, su misma persona, su cuerpo.  El templo será destruido, él seguirá presente en la vida humana. Algo más que las tradiciones judías, la plenitud de la ley, el amor que conforma el reino de Dios. Algo distinto del alimento perecedero –que cuando fue necesario también ofreció-, un alimento definitivo, que es él mismo: creer en él.