Lun
1
May
2017

Evangelio del día

Tercera Semana de Pascua

Este es el trabajo que Dios quiere: que creáis

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 6, 8-15

En aquellos días, Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo. Unos cuantos de la sinagoga llamada de los libertos, oriundos de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba.
Entonces indujeron a unos que asegurasen:
«Le hemos oído palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios».
Alborotaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas, y, viniendo de improviso, lo agarraron y lo condujeron al Sanedrín, presentando testigos falsos que decían:
«Este individuo no para de hablar contra el Lugar Santo y la Ley, pues le hemos oído decir que ese Jesús el Nazareno destruirá este lugar y cambiará las tradiciones que nos dio Moisés».
Todos los que estaban sentados en el Sanedrín fijaron su mirada en él y su rostro les pareció el de un ángel.

Salmo de hoy

Salmo 118, 23-24. 26-27. 29-30 R/. Dichoso el que camina en la ley del Señor

Aunque los nobles se sienten a murmurar de mí,
tu siervo medita tus decretos;
tus preceptos son mi delicia,
tus enseñanzas son mis consejeros. R/.

Te expliqué mi camino, y me escuchaste:
enséñame tus mandamientos;
instrúyeme en el camino de tus mandatos,
y meditaré tus maravillas. R/.

Apártame del camino falso,
y dame la gracia de tu ley;
escogí el camino verdadero,
deseé tus mandamientos. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 22-29

Después de que Jesús hubo saciado a cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el mar. Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar notó que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos.
Entretanto, unas barcas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan después que el Señor había dado gracias. Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo has venido aquí?».
Jesús les contestó:
«En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios».
Ellos le preguntaron:
«Y, ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?».
Respondió Jesús:
«La obra de Dios es esta: que creáis en el que Él ha enviado».

Reflexión del Evangelio de hoy

Si es que lo buscamos, ¿por qué lo hacemos?

San José, hoy “obrero”, nos recuerda aquel episodio en el que, en unión de María, se pasó tres días buscando a Jesús. Cuando lo encontraron se llevó una gran alegría, al tiempo que recibía una pregunta, casi en plan de reprimenda, por parte de Jesús: “¿Por qué me buscabais?” (Lc 2,41ss). Aunque el Evangelio dice que sus padres no entendieron lo que Jesús les dijo, sí entendieron que su papel era velar por aquel niño y buscar continuamente al Dios que habitaba en él, al Dios-Niño, al Niño-Dios. Sirva esto de homenaje al bendito José, hoy en su memoria.

Los sentimientos de los buscadores de Jesús hoy en el Evangelio son bastante distintos de los de José. Pero, no distintos por mejores, sino por mucho más egoístas, “prosaicos” y humanos. Jesús tampoco los aprueba, pero como en la búsqueda anterior, tampoco los reprueba con rotundidad. Esos motivos –les viene a decir- son legítimos, hasta el punto de que él mismo los tuvo poco antes, cuando multiplicó el pan para saciar su hambre; pero, ni son suficientes ni los mejores para vosotros. Jesús sabe de sobra que, por humanos, necesitan el pan; pero sabe también que el que buscan y por el que buscan a Jesús sólo sirve para paliar el hambre material. Y Jesús les quiere, nos quiere, dar más. Un pan que alimente más y que dure más.

El trabajo que Dios quiere de nosotros

Lo que Dios quiere de nosotros –nos dice Jesús- es que trabajemos por tener y mantener una vida digna, lo más humana posible, como plataforma y anticipo de la feliz y eterna que nos espera, gracias a él. Y que esta vida la procuremos no sólo para nosotros sino para todos los que, de la forma que sea, contacten con nosotros. Y el deseo de Dios es que lo logremos en un entorno no siempre fraterno, sino a veces hostil, inherente, por otra parte a todo ser humano, siempre vulnerable y buscador siempre de la felicidad a la que aspira su corazón. ¿Cómo lograrlo? Esta es la pregunta que le hacen hoy a Jesús, y que le hemos hecho y seguimos haciéndole nosotros.
Dios quiere que trabajemos por creer en Jesús, para, al través de él, creer en el Dios por él manifestado. Lo importante es creer, pero Jesús nos pide que trabajemos, que nos esforcemos para lograrlo. Creer no es sólo saber el Catecismo que se nos exigía para hacer la Primera Comunión. Santiago (2,1-26), dice que también el diablo sabe, pero no tiene fe. Creer es confiar, fiarse totalmente de una persona, en este caso, de Dios, y en virtud de esa confianza, asentir a todo aquello que nos dice. Creer es ser coherentes con lo que decimos creer, y obrar y vivir en conformidad con ello. Creer es estar como al quite para intuir lo que Dios quiere y espera de mí hoy, aquí y ahora, para trabajar por hacerlo realidad en la medida de mis posibilidades. Tener fe es estar más pendiente de las expectativas que Dios tiene sobre mí que sobre mis propias elucubraciones morales. Por ahí van las palabras de Jesús: “El trabajo que Dios quiere es que creáis en el que él ha enviado”.

¿Sigo siendo de los buscadores o de los que ya han encontrado a Dios?
Sin dejar de buscar a Dios, ¿no sería más evangélico propiciar que él nos encuentre?

Fray Hermelindo Fernández Rodríguez

Fray Hermelindo Fernández Rodríguez
(1938-2018)