Lun
6
Ene
2020

Homilía Epifanía del Señor

Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría

Introducción

La tan entrañable fiesta del 6 de enero, los Reyes Magos, en la liturgia de la iglesia y en la historia de nuestra fe se llama la fiesta de la Epifanía, de la “manifestación” del Señor, porque esa primera experiencia con los Magos de Oriente es la primera expresión de la llegada del Salvador, del Mesías, del Señor, a nuestra tierra. Venida para todos los pueblos, para todos los tiempos, trayendo la plenitud y la salvación a la humanidad, llegada del Dios de toda plenitud a nuestro mundo para abrirnos las puertas de la salvación, como los Magos reconocen al llegar para adorarle.

Curiosa paradoja la de que un niño acostado en un pesebre, rodeado de animales, en la indigencia, por no tener sitio en lugar decente, reconocido por vagabundos pastores, imagen de debilidad y de ternura, sea reconocido por los pueblos de la tierra a quienes representan los Magos, como el que trae la plenitud a la condición humana, su salvación. Pobre pequeño débil y tierno niño, que es imagen y modelo de cómo el ser humano está llamado a ser, por ser imagen y semejanza de Dios, pues Dios mismo es el que yace acostado y dormido en ese pobre pesebre.

¿Y si ahí estuviera la verdadera condición humana? en lo pequeño, en lo débil, en lo tierno. ¿ y si ese fuera el verdadero rostro de Dios? El del amor, el de la humanidad limpia y sencilla... La fiesta de hoy nos invita a aprender a mirar como los Magos, a caminar buscando a Dios, y al encontrarle, adorarlo y regalarle quién somos cada uno.