Dom
19
Ene
2020

Homilía II Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2019 - 2020 - (Ciclo A)

Éste es el Cordero de Dios, que quita los sufrimientos del mundo

Introducción

En los tres primeros evangelios (Marcos, Mateo y Lucas), el bautismo de Juan está claramente definido como un bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados. Pero el cuarto evangelio –que es el que nos corresponde hoy–, la principal función que asigna a Juan el Bautista no es la de bautizar (de hecho, ni siquiera se dice que bautice a Jesús) ni la de predicar el cambio de orientación a la vida (¡convertíos!) ni la de ser el héroe que denuncia a los príncipes y muere mártir, sino la de dar testimonio de Jesús.

El Bautista es la primera persona a la que el cuarto Evangelio presenta como testigo de lo que experimentó con Jesús en el bautismo de este y que expresa en afirmaciones cruciales: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”; “He visto al Espíritu bajar, como una paloma que viene del cielo, y permanecer sobre él (Jesús)”; “Y yo lo he visto y atestiguo que él es el Elegido (o el Hijo) de Dios”. Pues bien, todos estos títulos del Jesús como Mesías de los que da testimonio Juan son títulos salvadores. En definitiva, Jesús es el verdadero Mesías y, como tal, es nuestro salvador porque nuestro Dios Padre, que se manifiesta humanamente en él, es salvador definitivo del mundo.

Después de escuchar el testimonio de Juan el Bautista, el cuarto evangelio narra en el siguiente capítulo que algunos israelitas entraron en relación con Jesús, reconocieron en él al Mesías y le siguieron. Son los discípulos. El discipulado no tiene otra función que seguir la obra de Jesús de quitar el “pecado del mundo”. “¿Cuándo te vimos hambriento, desnudo, prisionero…?”. Los cristianos estamos llamados a dar testimonio de que Jesús es el Mesías salvador no con palabras, sino llevando la ayuda allá donde la gente esté padeciendo cualquier tipo de esclavitud, de carencia o de sufrimiento.

La gloria de Dios es el servicio a los pobres, según el relato de Mateo del juicio final: “lo que hicisteis a uno de estos que son el desecho de la sociedad, a mí me lo hicisteis”. A Dios se le ofende, ofendiendo a los más humildes de la tierra. Por eso, el “pecado” no es otra cosa que las “inhumanidades” que causamos en los demás.