Mar
6
Ene
2015

Homilía Epifanía del Señor

Tu Corazón se asombrará

Introducción

La Epifanía proclama que todas las gentes están llamadas a conocer y amar a Jesucristo, Hijo de Dios y Salvador del mundo, y a gozar de su salvación. La Iglesia Católica es misionera y el cristiano es un misionero. Somos lo que somos, si evangelizamos el propio corazón, la propia familia, el lugar del trabajo y del descanso con la vida y, cuando sea posible, con la palabra.

Los magos representan las religiones paganas de la tierra, que son invitadas a buscar y aceptar a Jesús único Señor y Salvador de todos, advirtiendo en él la plenitud de todo lo bueno que ya tenían. La Iglesia Católica es hogar, donde todos caben, y familia, a la que todos pertenecen. Somos lo que somos, si acogemos a todos los que se acercan a nosotros y les indicamos la Iglesia, la comunidad o la parroquia dónde se pueden encontrar con Jesús.

La estrella, después de Cristo, es la Iglesia llamada a iluminar y guiar con la fe y su fidelidad a la tradición a todos los hombres a Cristo Señor y Salvador. La Iglesia Católica es luz encendida para las gentes y estandarte elevado para el mundo. Somos lo que somos, si nuestra fe ilumina y conduce a los demás a Jesucristo mediante la palabra y los sacramentos, que es donde habla y actúa Dios.

La fiesta de la Epifanía se celebra en realidad cuando se encuentra uno con Cristo y con su Iglesia, que consiste en experimentar y gozar su salvación y darse cuenta que no estamos solos al ser acogidos por Dios en una fraternidad. La Iglesia Católica sale al encuentro de los otros y tiene siempre la puerta abierta para acoger al que llega. Somos lo que somos, si abrimos nuestro corazón, nuestra casa, y nuestra parroquia al necesitado de Cristo, después de haber experimentado su salvación.

Pero no olvidemos que sólo un corazón asombrado y ensanchado por el encuentro personal con Jesucristo, Señor y Salvador, que transforma la vida, podrá anunciar y celebrar con dignidad y eficacia la solemnidad de la Epifanía. El tiempo de la liturgia es siempre el tiempo de la verdad, pues cada uno queda retratado públicamente en su ser y en su hacer. Nadie podrá dar al otro a Cristo si antes no lo ha recibido él y a Cristo se da con la vida, más que con las palabras.