Sáb
10
May
2014

Evangelio del día

Tercera Semana de Pascua

¿A quién vamos a acudir?

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 9, 31-42

En aquellos días, la Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba construyendo y progresaba en el temor del Señor, y se multiplicaba con el consuelo del Espíritu Santo.
Pedro, que estaba recorriendo el país, bajó también a ver a los santos que residían en Lida. Encontró allí a un cierto Eneas, un paralítico que desde hacía ocho años no se levantaba de la camilla.
Pedro le dijo:
«Eneas, Jesucristo te da la salud; levántate y arregla tu lecho».
Se levantó inmediatamente. Lo vieron todos los vecinos de Lida y de Sarón, y se convirtieron al Señor.
Había en Jafa una discípula llamada Tabita, que significa Gacela. Tabita hacía infinidad de obras buenas y de limosnas. Por entonces cayó enferma y murió. La lavaron y la pusieron en la sala de arriba.
Como Lida está cerca de Jafa, al enterarse los discípulos de que Pedro estaba allí, enviaron dos hombres a rogarle:
«No tardes en venir a nosotros».
Pedro se levantó y se fue con ellos. Al llegar, lo llevaron a la sala de arriba, y se le presentaron todas las viudas, mostrándole con lágrimas los vestidos y mantos que hacía Gacela mientras estuvo con ellas. Pedro, mandando salir fuera a todos, se arrodilló, se puso a rezar y, volviéndose hacia el cuerpo, dijo:
«Tabita, levántate».
Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó. Él, dándole la mano, la levantó y, llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva.
Esto se supo por todo Jafa, y muchos creyeron en el Señor.

Salmo de hoy

Salmo 115, 12-13. 14-15. 16-17 R/. ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?

¿Cómo pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando el nombre del Señor. R/.

Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo.
Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles. R/.

Señor, yo soy tu siervo,
siervo tuyo, hijo de tu esclava:
rompiste mis cadenas.
Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando el nombre del Señor. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 60-69

En aquel tiempo, muchos de los discípulos de Jesús dijeron:
«Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?».
Sabiendo Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo:
«¿Esto os escandaliza?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y, con todo, hay algunos de entre vosotros que no creen».
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar.
Y dijo:
«Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si el Padre no se lo concede».
Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce:
«¿También vosotros queréis marcharos?».
Simón Pedro le contestó:
«Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios».

Reflexión del Evangelio de hoy

  • “Eneas, Jesucristo te da la salud”

La primera lectura nos presenta a Pedro realizado dos milagros… “esto se supo por toda Jafa, y muchos creyeron en el Señor”. Desde el principio de la iglesia, ha habido seguidores de Jesús a los que se les ha concedido la gracia de realizar milagros. Es cierto que algunas personas, como lo indica este texto, creen en el Señor gracias a estos milagros que es quien está detrás de ellos: “Eneas, Jesucristo te da la salud”. Creen que Jesús es el Hijo de Dios. Pero la inmensa mayoría de seguidores de Jesús no hemos tenido ocasión de ver en directo ningún milagro de sus discípulos.

La vía normal que tiene Jesús para que creamos en él es salir a nuestro encuentro y mostrarnos “su vida, muerte y resurrección”, mostrarnos sus palabras que nos llevan a la vida y vida en abundancia, mostrarnos su amor desbordante que llega hasta hacerse nuestro esclavo y lavarnos los pies… Solo el Hijo de Dios puede vivir, morir y resucitar como lo hizo Jesús, el que continuamente está en comunión con su Padre, el que le resucitó al tercer día. “Tú me sedujiste y yo me dejé seducir”.

  • “¿A quién vamos a acudir?”

El evangelio de hoy nos devuelve a la auténtica realidad que vivió Jesús en su predicación. Lo sabemos pero, con frecuencia, se nos olvida. No todo el mundo que acudía a él quedaba prendado de sus palabras y le acogía, no todo el mundo que empezó a seguirle lo hizo hasta el final. Hoy vemos cómo un grupo de sus seguidores le abandona. No son capaces de aceptar lo que les indica Jesús: “Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?… desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él”. Pero Jesús, que quiere discípulos convencidos y ganados por su amor, se atreve a preguntar a los que quedaron: “¿También vosotros queréis marcharos?”. Conocemos la respuesta de Pedro, que también a nosotros nos brota desde lo más profundo de nuestro corazón cautivado por Jesús: “¿A quién vamos a acudir? Tú tienes Palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios”.