Mié
14
May
2014

Evangelio del día

Cuarta Semana de Pascua

Que mi alegría esté en vosotros

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 1, 15-17. 20-26

En aquellos días, Pedro se puso en pie en medio de los hermanos (había reunidas unas ciento veinte personas) y dijo:
«Hermanos, tenía que cumplirse lo que el Espíritu Santo, por boca de David, había predicho, en la Escritura, acerca de Judas, el que hizo de guía de los que arrestaron a Jesús, pues era de nuestro grupo y le cupo en suerte compartir este ministerio.
Y es que en el libro de los Salmos está escrito: «Que su morada quede desierta, y que nadie habite en ella», y también: «Que su cargo lo ocupe otro».
Es necesario, por tanto, que uno de los que nos acompañaron todo el tiempo en que convivió con nosotros el Señor Jesús, comenzando en el bautismo de Juan hasta el día en que nos fue quitado y llevado al cielo, se asocie a nosotros como testigo de su resurrección».
Propusieron dos: José, llamado Barsabá, de sobrenombre Justo, y Matías. Y rezando, dijeron:
«Señor, tú que penetras el corazón de todos, muéstranos a cuál de los dos has elegido para que ocupe el puesto de este ministerio y apostolado, del que ha prevaricado Judas para marcharse a su propio puesto».
Les repartieron suertes, le tocó a Matías, y lo asociaron a los once apóstoles.

Salmo de hoy

Salmo 112, 1-2. 3-4. 5-6. 7-8 R/. El Señor lo sentó con los príncipes de su pueblo

Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre. R/.

De la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos. R/.

¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?. R/.

Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 15, 9-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Este es mi mandamiento:
que os améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca.
De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros».

Reflexión del Evangelio de hoy

  • Testigos de su Resurrección

En primer lugar, el contexto de esta escena. Aunque la liturgia no recoge el versículo 14, en éste se narra quiénes eran los habituales de estas reuniones: los once apóstoles, algunas mujeres, María la madre de Jesús, y los hermanos de éste. Lucas no olvida nunca recordarnos que las mujeres formaban parte del grupo de Jesús. He ahí una novedad que seguimos necesitando recordar, y, ¿por qué no?, un signo de resurrección.

La traición y posterior ausencia de Judas, ha roto el simbolismo de las 12 tribus, es decir, el signo de los 12 como continuidad con el A.T. y como renovación de la antigua alianza en la nueva alianza. Por eso, es de capital importancia completar el lugar de Judas. El criterio utilizado para su discernimiento es relevante: haber sido seguidor de Jesús y testigo de su resurrección. Porque de eso se trató en la primera predicación: sencillamente, anunciar que aquel nazareno con el que habían compartido y que había sido ajusticiado en la cruz, había resucitado, y que ellos habían sido testigos de esto. Testigos, claro, no en un sentido ocular, sino que tenían la experiencia cierta de que Jesús estaba vivo. ¿Su signo? Su propia transformación personal: de huir de Jerusalén, aterrados por lo que habían presenciado, a regresar, dispuestos a proclamar que Jesús estaba vivo, y dispuestos a dar la vida por este anuncio.

Dios, presente en medio de ellos, será el que designe al que había de incorporarse al grupo, Matías. ¿Nos sentimos nosotros/as también invitados a ser testigos de su resurrección?

  • Que mi alegría esté en vosotros

En primer lugar ¡cuánta riqueza en este evangelio! Amor, alegría, amistad, elección fruto… Palabras de resurrección. Vivir resucitados/as es experimentar que este es el deseo y el don de Dios para nosotros.

Jesús empieza por lo principal: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo”. Jesús nos ha amado y nos ama como el Padre manifestó su amor hacia él en el Bautismo “Tú eres mi hijo amado, en quien me complazco”. Así es su amor por nosotros. Después dice “permaneced en mi amor”, es decir, no os separéis de esta realidad en vosotros, de este inmenso amor que os habita desde siempre. ¿Cómo? Guardando mis mandamientos. Y Jesús solo nos dio un mandamiento: amaos como yo os he amado. Si vivo amando como El, permanezco en su amor, y mi alegría llegará a su plenitud.

Jesús nos ha elegido para vivir en plenitud. Como él mismo nos dice “a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer”. El quiere que lleguemos a experimentar el amor y la alegría que El ha recibido del Padre. Y para eso, solo nos muestra un camino: la donación total, “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” El lo ha experimentado hasta el final, es un camino seguro.

Vivimos entre estos dos polos: recibir su amor cada día, y desde esa experiencia, sentirnos llevados/as a dar amor. El otro polo: amar allí donde estoy, y experimentar ahí la alegría plena, la comunión con El, el ciento por uno.

Que el resucitado nos guíe y aliente en nuestro permanente y a veces torpe aprendizaje del amor: dar y recibir, o más concretamente, recibir y dar.