Dom
6
Ene
2013

Homilía Epifanía del Señor

Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • La Luz nos llama a ser luz

Los magos, escrutadores de la inmensidad, encuentran por fin hoy la causa de su estrella. El Niño que ha nacido es Luz para lo oscuridad de su perplejidad, es Respuesta para sus interrogantes más profundos, es Descanso para su peregrinar inquietante. Por eso, “cayendo de rodillas, lo adoraron”.

La Luz que es el Señor Jesucristo hoy se nos ofrece a todos. También hoy las tinieblas cubren la tierra de no pocos corazones humanos, zarandeados y angustiados por la zozobra de un futuro incierto. Quizás cada uno de nosotros, los que ahora leemos esta reflexión, también tenemos en las honduras del ser nuestros recovecos personales de oscuridad: desconfianza, temores, egoísmos recalcitrantes, tristeza de origen difuso, insatisfacciones inconfesables, salud quebrada, metas que se han ido desplazando…

Él, el Dios cercano y ofrecido al mundo, a todos nos regala la Luz que encierra su misterio de entrega, de vida que no acaba, de plenitud que enciende resplandores de firme esperanza.

Acoger y adorar, como los magos, esta Luz, nos llama y exige a ser también nosotros luz. ¿Cómo lograrlo? ¿Cómo ser cada uno de nosotros hoy estrella, luz, eco, que refiera al Misterio de Dios?

Aunque suene a manido, tendremos que volver a los caminos tantas veces trazados, y siempre faltos de intensidad en la vivencia.

Para ser hoy su estrella deberemos seguir siendo buscadores de sentido. Siempre inquietos e insatisfechos, siempre impulsados a más allá de nuestros logros y consecuciones de lo inmediato.

Para ser hoy su estrella deberemos seguir siendo oferta de amor. A todo ser humano. Incansables buscadores de un mundo más habitable, de una humanidad más unida; donde el respeto, la justicia, la honradez y la paz sean tareas iniciadas y construidas cada día.

Para ser hoy su estrella deberemos seguir siendo manantial de esperanza. Aquellos que viven la certeza de que nadie se perderá; de que la vida, tan frágil y vulnerable, está en buenas manos.

Para ser hoy su estrella deberemos seguir siendo adoradores extasiados de su grandeza manifestada en nuestra propia pequeñez. Aquellos que viven siempre orientados hacia Él, el que inicia y completa nuestra fe, el que nos hace ser un cántico de alabanza para gloria de su nombre.

Para ser hoy su estrella deberemos seguir siendo sus testigos. Sin complejos ni prepotencias. Seguros de la consistencia de las sendas trazadas por Él, tan profundamente humanas que sólo pueden ser de Dios, Luz que hoy se manifiesta al mundo entero.