Dom
10
May
2009

Homilía Quinto Domingo de Pascua

Año litúrgico 2008 - 2009 - (Ciclo B)

Yo soy la vid, y vosotros los sarmientos.

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • Yo soy la vid verdadera

El simbolismo de la vid y de la viña, utilizado tantas veces por los profetas y los salmistas, se utilizaba en el Antiguo Testamento para expresar la relación de Dios con el pueblo de Israel. La metáfora de la viña en el evangelio de Juan cambia completamente el significado anterior. Jesús revela que la verdadera y única vid es él. Y los que caminamos tras él queriendo ser sus discípulos y discípulas somos los sarmientos que tenemos y recibimos la vida de la unión con él.

Quizás, el mejor modo de profundizar en este texto, para descubrir todo el sentido que encierra, sea dar un paseo meditativo por el campo y observar que sólo las ramas bien unidas al tronco de una vid o frutal, (aquí en Benin: la palmera, el cocotero, el platanero, el árbol de mangos) tienen vida. Las ramas desgajadas de los árboles a causa del huracán o la tormenta están secas, muertas, porque no circula por ellas la savia del tronco. De esta mirada contemplativa a la naturaleza pueden brotarnos muchas preguntas: ¿Cómo es actualmente mi unión con tronco? ¿Cuál es mi adhesión  o la de la comunidad a Jesús? ¿De dónde nos viene la savia que nos da vida y dónde la buscamos?

  • Mi Padre es el viñador

Estamos muy acostumbrados a escuchar el texto de la vid y los sarmientos y podemos pasar por alto la afirmación de Jesús: “Mi Padre es el viñador”. Y lo que es aun más serio, llegar a considerarnos personalmente, como grupo religioso o comunidad cristiana o como Iglesia, tan unidos a la vid que, sin quererlo, nos convirtamos en los dueños de la viña  y en los viñadores, usurpando el puesto a Dios. ¡Cuantos juicios inmisericordes que separan, que alejan, que pretenden podar los sarmientos y lo hacen sin respetar el momento preciso y oportuno para esa tarea!

¡Cuánto podemos aprender de Bernabé, en los Hechos de los Apóstoles! Una persona buena y generosa, que posee el arte de discernir y reconocer la acción de Dios en Saulo y creer en él. Ejerce con tino y delicadeza una labor de mediación y presenta a Saulo a los apóstoles, contándoles cómo ha sido su conversión y la valentía con la que ha predicado en Damasco a Jesús.

  • Dar mucho fruto.

La condición para que un sarmiento dé fruto es que permanezca unido a la vid. El texto evangélico comienza hablando de los sarmientos que dan o no dan fruto y lo que el Padre hace con ellos. Jesús dice que los sarmientos que permanecen en él y en los que él permanece dan “mucho fruto”. El discípulo ha de permanecer adherido al Señor para fructificar abundantemente. Sin esa vinculación y adhesión, no puede hacer nada. Esta afirmación tan contundente nos sitúa ante la verdad de nuestra vida como creyentes y de las opciones en las que se juega y se decide nuestro amor, “no de palabra y de boca sino con obras y en verdad”, como dirá el apóstol san Juan en la segunda lectura y como expresa muy bien el refrán: “obras son amores y no buenas razones”.

Los frutos abundantes del discipulado y la comunidad creyente no pueden ser otros que los de la vid en la que permanecen. Serán los frutos del Espíritu que contribuirán a mostrar que el Reino de Dios esta ya entre nosotros, impulsando el crecimiento de la fraternidad, del amor, de la paz, de la justicia, de la bondad, de la verdad, del reconocimiento de la imagen de Dios en toda persona, de la compasión, de la alegría…

  • La gloria del Padre

La gloria de nuestro Padre Dios no consiste en que nosotros le demos algo. Es él quien ha querido compartir su gloria con nosotros, haciéndonos hijos suyos en el Hijo Amado. Dios Padre, el hábil y experto viñador vela con amor por la viña para hacernos portadores de buenos y abundantes frutos, y discípulos fieles de su Hijo.

San Ireneo escribió con acierto:”la gloria de Dios consiste en que el hombre viva, y la vida del hombre consiste en la visión de Dios”. En Chile cantábamos “el hombre de pie es su alabanza”. Todo lo que humilla, disminuye, atenta y mata la vida de un ser humano, niega la gloria a Dios. Todo lo que promueve, ensalza, rehace y defiende la vida de cualquier persona pero, especialmente, de los hombres y mujeres, ancianos y niños que la sienten más amenazada, da gloria a Dios.

Unidos a Jesús, los creyentes que queremos anunciar su evangelio de vida en plenitud y ser de verdad sus discípulos y discípulas, somos llamados a dejarnos conducir por el Espíritu y a manifestar con signos convincentes de amor a nuestros próximos o lejanos qué calidad de vida es la que el Padre quiere para todos sus hijos e hijas.