Dom
1
Nov
2015

Homilía Todos los Santos

Año litúrgico 2014 - 2015 - (Ciclo B)

¡Felices los pobres…!

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • Y le siguió una gran muchedumbre…

Mateo nos da el detalle no menor: una multitud de varios lugares seguía a Jesús. Viendo esta multitud, Jesús comienza a desgranar su proyecto del Reino de Dios; desde la montaña, como un “nuevo Moisés” anima al pueblo con el ideal más alto y humano al que están llamados sus seguidores si quieren construir y/o formar parte del Reino. Es el programa de vida de todo discípulo y discípula.

Es muy interesante que Jesús no empieza dando una serie de mandamientos ni normas a cumplir, sino que alaba, declara felices (makarioi) a gente inesperada... Jesús sorprende, descoloca, invierte los valores convencionales de la sociedad de su época y de la nuestra también. Es un discurso muy humano.

En nuestra lengua tenemos varias traducciones de la primera bienaventuranza, es un detalle a tener en cuenta: “pobres de espíritu”, “alma de pobres”, “pobres de corazón”, “pobres en espíritu”, “espíritu del pobre”… El texto original tiene todas estas posibilidades y esto nos debe invitar a pensar y reflexionar, orar y escudriñar la Palabra que nos es dada. ¡El significado es inagotable!

Jesús declara “felices” a aquellos que son marginados, olvidados, dejados de lado, ignorados, desechados, maltratados, excluidos, etc. Sabemos que el pobre real de la época de Jesús habría conocido muy poco de la felicidad. Hoy también. Al pobre no le queda otra salida que poner su confianza en Dios, su único auxilio, ya que este mundo normalmente no le tiene en cuenta. Tener espíritu de pobre o un alma de pobre es una actitud vital de abandono y confianza en Dios, Padre y Madre que cuida de sus hijos, aunque, muchas veces, la evidencia diga lo contrario (en griego ptojói, tiene un significado preciso, rico, pero no ambiguo, los que no tienen nada, equivalente a mendigos).

El pobre es el manso y sufrido, es también el que llora; el que tiene hambre y sed de justicia; es el que tiene misericordia y compasivamente se relaciona con el otro; es también el que tiene su corazón limpiado por las lágrimas del sufrimiento y del dolor, propios o ajenos; es el que trabaja por la paz entre todos sus hermanos y hermanas. El pobre es el perseguido por este mundo que no tiene aprecio por quien reclama y exige un poco de justicia en su barrio, su ciudad o su país. Todas estas características están presentes en el pobre real y en aquellos que tienen alma de pobres. ¿Cómo vemos a los pobres de nuestra sociedad?, ¿Cómo vemos al que llora, al que lucha por la justicia, al que es compasivo, a los que trabajan por la paz? ¿Conocemos gente así? Están con nosotros… y si queremos ser discípulos y discípulas de Jesús, debemos aprender de ellos…

Vivir las bienaventuranzas es un desafío fuerte y actual para mí, hoy, en este momento. Vivir el Evangelio en su radicalidad exige de mí, encarnar estas cualidades en mi vida, y esto puede traer problemas, persecuciones, calumnias y difamaciones de todo tipo. Querer ser un poco más humanos en esta sociedad tan deshumanizada y deshumanizante tiene su precio… ¿estoy dispuesto/a?

  • Alégrense y regocíjense: una Iglesia compasiva que busca ser bienaventurada

Vivir la santidad no es otra cosa que encarnar en nosotros las bienaventuranzas de Jesús, no nos compliquemos con cosas, normas, estructuras caducas, etc., que solo dificultan el anuncio de la Buena Nueva en el mundo de hoy. Nuestra Iglesia necesita hoy más que nunca mostrarse compasiva, misericordiosa, acogedora y alegre, que busca la felicidad y el regocijo de todos sus hijos e hijas. Una Iglesia que se embarra por rescatar y acompañar a sus hijos; una comunidad que sufre y llora con las injusticias de este mundo y busca incansablemente la paz, entre todos sus miembros, y no genera divisiones por motivos secundarios e intrascendentes, es una iglesia que vive las bienaventuranzas. Una Iglesia que acoge con caridad a los pobres, perseguidos, afligidos, sufridos, mansos, humildes, constructores de paz y que no persiga a sus mismos hijos…esa es la Iglesia declarada “Bienaventurada”. ¿Estás dispuesto/a un proceso de conversión en el cual el Señor invierta tus valores y te regale un corazón de pobre?

Las bienaventuranzas de Jesús son humanas, demasiado humanas, quizás por eso se nos complica tanto. No habla de fe, de mandamientos, de normas ni disciplinas; esto es un aspecto central que merece nuestra reflexión más atenta… Algunos autores afirman que la santidad es humanidad, es decir, a más santidad más humanidad. Si la santidad es directamente proporcional a la humanidad, entonces ¿cómo estamos? ¿Somos más humanos/as después de cada Eucaristía, cada día, cada semana, cada año? Recordemos la promesa que se hace realidad aquí y ahora pero que será plenificada algún día: la recompensa será grande en los cielos…