Dom
7
Jun
2009

Homilía Domingo de la Santísima Trinidad

Año litúrgico 2008 - 2009 - (Ciclo B)

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • El misterio de Dios

Celebramos un Dios único que es comunidad. Comunidad de palabra y de amor. Comunión tan estrecha o tan complementaria que constituye un único Dios. Es celebrar un misterio. Confesémoslo sin ambages.  Expresarlo tiene sus complicaciones. Las ha tenido a lo largo de la historia de la fe. Al final se ha expresado esa realidad combinando los conceptos  de “naturaleza”  y “persona”.La Trinidadde Dios es la confesión de tres personas que forman una única Naturaleza, un único Dios. “Naturaleza” y “persona” son términos técnicos cuyo significado no está al alcance de cualquiera. Por eso podemos quedarnos con que hablamos de un Dios uno, que lo es en relación amorosa entre sí como Padre, Hijo y el Espíritu Santo. En cualquier caso, misterio.

  • ¿Por qué Dios revela su intimidad?

La encarnación de Dios parece exigir esa realidad de tres personas. El Hijo como distinto del Padre y del Espíritu hace creíblela Encarnación. ElHijo encarnado, Jesús de Nazaret, a su vez es quien revela ese misterio de la intimidad de Dios: habla de su unidad con el Padre y con el Espíritu. El Espíritu, sin necesidad de encarnarse, actuará continuando la obra del Hijo. Dios envió el Hijo al mundo, el Espíritu Santo a nuestros corazones: a lo íntimo de nuestro ser, al lugar donde, como dice Gaudium et spes, el ser humano decide su destino.

  • Misterio de Dios y misterio nuestro

Podemos buscar, si no razones, si consecuencias de esa revelación dela Trinidad. Elautor del Génesis, que dela Trinidadno sabría nada, dice que el hombre ha sido creado “a imagen y semejanza” de Dios. Que Dios descubra su íntima realidad comunitaria nos ilumina para conocer  a quien ha sido así creado: el ser humano se ha de definir, como Dios, por una dimensión comunitaria. Dimensión comunitaria quiere decir que el ser humano es realmente ser humano en la medida que establece relación de Palabra y afecto con otros. El misterio dela Trinidaddescubre el misterio del ser humano. Comunión afectiva es lo que constituye la realidad del Dios cristiano. Comunicación –diálogo- afectivo es lo que define al hombre y mujer cristianos. Y esa es la revelación auténtica: saber cómo nos quiere Dios.

  • Quedémonos con ambos misterios

El misterio es lo que hace más noble a la condición humana. El misterio no se entiende sólo como el límite de nuestro saber. Es el horizonte entrevisto hacia donde caminar. No limita, sino que estimula la búsqueda de la verdad. Pero el misterio expresa algo más importante que no es sólo cognoscitivo. Nos sitúa en el ámbito de lo no controlable, no utilizable, no reducible a instrumento de nada ni de nadie, en el ámbito de lo absoluto e incondicionado, en el ámbito de Dios. Cada ser humano es siempre algo más que lo que van sabiendo las muchas ciencias que tratan del hombre. Supera el conocimiento científico, por muy  alto que vaya siendo el desarrollo que alcance. Ser imagen y semejanza dela Trinidadproclama que el misterio humano es sobre todo un misterio de comunicación y ésta afectiva, misterio de comunión. Sentirse cada uno misterio; sentir al otro como misterio con quien tengo que relacionarme en diálogo afectivo, es aproximarse al misterio, la verdad, del ser humano y de Dios-Trinidad.

  • Contemplación

El misterio no está en nuestras vidas sólo para contemplarlo. Sí para reconocerlo y obrar actuar de acuerdo con él. Pero la contemplación es necesaria,esa larga y amorosa mirada sobre las cosas como ha sido definida. Larga porque necesita tiempo y pausa, “darse tiempo” para contemplar. Amorosa, porque sin afecto no existe verdad honda si nos referimos a personas divinas o humanas. Contemplar el misterio –de Dios-Trino y del ser humano- nos sitúa adecuadamente para encontrarnos con ambos. Ese encuentro es el momento más elevado de la condición humana.

Hoy se celebra el día de la vida contemplativa, bajo el título de Jornada pro orantibus, es decir, por los que oran. Monjes y monjas que, en comunidad, pretenden encontrar ámbito y tiempo para contemplar a Dios, su misterio; y, así, aproximarse al propio misterio y al de los demás. Los monasterios de monjes y monjas son un grito a favor de dejar tiempo a la contemplación, como modo de desarrollar lo mejor de lo que somos.  Son un grito y un testimonio que proclaman que existen ecosistemas humanos constituidos por personas que no necesitan de tanto como creemos necesitar para vivir; que oxigenan nuestra contaminación por el tener, para centrarse en lo mejor del ser,  la contemplación afectiva del misterio de Dios. Y, a su luz, la de nuestro propio misterio. Hemos de agradecer y potenciar su existencia. Los necesitamos. Aunque los monjes y las monjas no se dediquen a atender enfermos o educar o a labores asistenciales, nos son útiles, porque nos ayudan a ser lo que debemos ser, a vernos ante Dios.