Lun
8
Dic
2008

Homilía Solemnidad de la Inmaculada Concepción

Año litúrgico 2008 - 2009 - (Ciclo B)

Magnificat

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • Eva y María, dos mujeres y un destino

La liturgia nos propone hoy un texto suficientemente conocido del Génesis, quizás lo hemos escuchado demasiadas veces y eso nos inmuniza frente a detalles que nos pueden pasan de largo. Posiblemente, el más llamativo en un día como hoy es que la mujer fue llamada “Eva, por ser la madre de todos los que viven”. Esa idea enlaza al Génesis con el texto del Testamento cristiano leído en este Día de la Inmaculada Concepción. María, la mujer, se convierte en Madre de todos los creyentes, por ser la madre de Cristo, nuestro hermano.

Si seguimos leyendo, adentrándonos en la segunda de las lecturas, se nos revela uno de los descubrimientos más importantes en la vida de un creyente: ese momento en el que tomamos conciencia de que no hemos hecho nada para merecernos ser llamados y sentirnos hijos e hijas de Dios. “Él nos ha destinado…”. Es su propia iniciativa la que nos elige, es su mirada, misericordiosa y protectora la que se ha posado sobre cada uno de los seres humanos y nos ha escogido para él. De la misma forma hizo con María, con los profetas antes que ella, y ha seguido haciéndolo a lo largo de toda la historia.

 

  • Dios se hace presente

La especial relación entre la primera pareja de creaturas y su Creador, antes de desobedecerle, de la que nos habla el Génesis, es la que Lucas recrea en la escena de la Anunciación. María recibe la visita del Ángel que viene de parte de la divinidad; no se encuentra con él en el templo ni en la sinagoga, sino en un humilde hogar de una pequeña aldea, en uno de los lugares más aislados del mundo, y tanto entonces como ahora, sometidos a intereses económicos y políticos y presididos por la violencia. Y sin embargo, se hace presente en la vida de esa muchacha, “porque para él nada hay imposible”

Pero no basta con sentir que uno es mirado de una forma especial por Dios. El texto del evangelio se ocupa de que entendamos que no es suficiente con escuchar una llamada, una invitación especial del Padre-Madre Dios a ocuparnos de sus cosas. María no se queda en silencio ante las palabras del ángel: primero las cuestiona, las rebate; finalmente, las acepta: amén, fiat, “He aquí la esclava del Señor”. Estas palabras en el siglo XXI pueden sonarnos a muchas mujeres como a algo no deseado, toda vez que, aunque no del todo en la realidad, sí en los ordenamientos jurídicos, la esclavitud ha sido abolida. Sin embargo, es una muestra de que, ante el ofrecimiento que recibimos de ese Otro, debemos de responder de forma activa, dar un sí consciente, “amén, fiat”, me fío, como tú estás por mí, yo estoy por ti. “Que ocurra en mí según lo has dicho”.