Vie
1
Ene
2016

Homilía Santa María, Madre de Dios

María conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón

Introducción

Comienza el año con una invocación a la Paz. Hay que invocarla, pedirla, hacerla posible desde una conciencia alejada de turbulencias y fraudes, de engaños y susterfugios, de artimañas económicas que sostienen lo contrario de lo que se pregona y propone en reuniones internacionales.

Jornada de la Paz en la conjunción de dos temas importantes: la circuncisión de Jesús, el Príncipe de la Paz. Su nombre impuesto a los ocho días de nacer revela su misión: Salvador. No una alusión restringida a una salvación relegada al más allá, sino una realidad que comienza a ser posible desde el momento en que se acoge a Jesús, su proyecto de vida y comprometemos la existencia unida a la suya. El hace posible la Paz porque en él se da la unidad de todos los seres humanos. Al hacer memoria de su Nacimiento queremos que sea Memorial de su entrega para traernos la Paz a los de lejos y a los cercanos y también a nosotros mismos.

Y María, la Madre del Señor, cuya Solemnidad celebramos proclamando con gozo su Maternidad divina. La Madre de Dios y de todos los hombres, la Mujer que en su intimidad experimentó completamente lo que significa la presencia pacificadora de Dios. Ella que escuchó y guardó en su corazón todo lo que en su Hijo se manifestaba en favor de la Humanidad.

A ella la invocamos como Reina de la Paz.