Mar
8
Abr
2014

Evangelio del día

Quinta semana de Cuaresma

Cuando levantéis al Hijo del Hombre sabréis quién soy

Primera lectura

Lectura del libro de los Números 21, 4-9

En aquellos días, desde el monte Hor se encaminaron los hebreos hacia el mar Rojo, rodeando el territorio de Edón.
El pueblo se cansó de caminar y habló contra Dios y contra Moisés:
«¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náuseas ese pan sin sustancia».
El Señor envió contra el pueblo serpientes abrasadoras, que los mordían, y murieron muchos de Israel.
Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo:
«Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes».
Moisés rezó al Señor por el pueblo y el Señor le respondió:
«Haz una serpiente abrasadora y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla».
Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a alguien, este miraba a la serpiente de bronce y salvaba la vida.

Salmo de hoy

Salmo 101, 2-3. 16-18. 19-21 R/. Señor, escucha mi oración, que mi grito llegue hasta ti

Señor, escucha mi oración,
que mi grito llegue hasta ti;
no me escondas tu rostro
el día de la desgracia.
Inclina tu oído hacia mí;
cuando te invoco,
escúchame enseguida. R/.

Los gentiles temerán tu nombre,
los reyes del mundo, tu gloria.
Cuando el Señor reconstruya Sión
y aparezca en su gloria,
y se vuelva a las súplicas de los indefensos,
y no desprecie sus peticiones. R/.

Quede esto escrito para la generación futura,
y el pueblo que será creado alabará al Señor.
Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario,
desde el cielo se ha fijado en la tierra,
para escuchar los gemidos de los cautivos
y librar a los condenados a muerte. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Juan 8, 21-30

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
«Yo me voy y me buscaréis, y moriréis por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros».
Y los judíos comentaban:
«¿Será que va a suicidarse, y por eso dice: “Donde yo voy no podéis venir vosotros”?».
Y él les dijo:
«Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón os he dicho que moriréis en vuestros pecados: pues, si no creéis que Yo soy, moriréis en vuestros pecados».
Ellos le decían:
«¿Quién eres tú?».
Jesús les contestó:
«Lo que os estoy diciendo desde el principio. Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me ha enviado es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él».
Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre.
Y entonces dijo Jesús:
«Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que “Yo soy”, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada».
Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él.

Reflexión del Evangelio de hoy

  • “Hemos pecado”

El pueblo de Israel desconfía una vez más de Dios cuando las circunstancias le son desfavorables y se siente desfallecer. Entonces evoca su pasado de esclavitud y muerte como una falsa liberación. Esa es la figura de las serpientes que recuerda a Egipto, pero que les provocan en realidad la muerte y la conciencia de pecado. La desobediencia a Dios lleva a la muerte porque la verdadera Salvación sólo está en Dios, que se simboliza en este caso por la serpiente de bronce que San Juan aporta como una imagen profética de Jesús Crucificado. Los que miran con fe y vuelven sus ojos confiadamente a la señal que ha querido alzar Dios en medio de su pueblo, se salvan.

  • “Ellos no comprendieron”

No resulta fácil comprender a Jesús cuando tratamos de identificarlo según criterios meramente humanos. Para los judíos Dios era como un concepto “dejà vu”. Alguien o, más bien, “algo” que creían conocer y que en todo caso pensaban que tenían controlado. Por eso Jesús les desconcierta. No pueden concebir su filiación divina.

¿Quién es Jesús? Su discurso nos traslada de alguna manera a la pregunta sobre Dios que se plantea Moisés en el Sinaí. “Yo soy El que soy”. Jesús es la auténtica y definitiva Palabra de Dios que se manifiesta a los hombres y los Salva. Sólo Él es capaz de liberar al hombre de sus esclavitudes, de esos pecados que son, sobre todo, prejuicios que impiden reconocer al Dios verdadero.

Para conocer realmente a Jesús, para reconocerle como Hijo de Dios es necesaria la Fe. Sólo la Fe nos hace ver con los ojos de Dios y aspirar a lo Alto. Es el Misterio de la Cruz, que el evangelista evoca como reconocimiento definitivo, aunque desconcertante de su identidad como Hijo de Dios. Elevar la mirada y el corazón a la Cruz es la actitud que salva, la Comunión eterna entre el hombre y Dios.

En Jesús, Dios se hace presente en la “evidencia” de la fe. Por eso se nos dice que muchos creyeron en Él, superando la incomprensión de sus líderes religiosos, cerrados a la novedad del Dios de la Verdad y el Amor.