Sáb
26
Mar
2011

Evangelio del día

Segunda semana de Cuaresma

Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió

Primera lectura

Lectura de la profecía de Miqueas 7, 14-15. 18-20

Pastorea a tu pueblo, Señor, con tu cayado,
al rebaño de tu heredad,
que anda solo en la espesura,
en medio del bosque;
que se apaciente como antes
en Basán y Galaad.

Como cuando saliste de Egipto,
les haré ver prodigios.

¿Qué Dios hay como tú,
capaz de perdonar el pecado,
de pasar por alto la falta
del resto de tu heredad?

No conserva para siempre su cólera,
pues le gusta la misericordia.

Volverá a compadecerse de nosotros,
destrozará nuestras culpas,
arrojará nuestros pecados
a lo hondo del mar.

Concederás a Jacob tu fidelidad
y a Abrahán tu bondad,
como antaño prometiste a nuestros padres.

Salmo de hoy

Salmo 102, 1-2. 3-4. 9-10. 11-12 R/. El Señor es compasivo y misericordioso

Bendice, alma mía, al Señor,
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor,
y no olvides sus beneficios. R/.

Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa,
y te colma de gracia y de ternura. R/.

No está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo;
no nos trata como merecen nuestros pecados
ni nos paga según nuestras culpas. R/.

Como se levanta el cielo sobre la tierra,
se levanta su bondad sobre los que lo temen;
como dista el oriente del ocaso,
así aleja de nosotros nuestros delitos. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 15, 1-3. 11-32

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».

Jesús les dijo esta parábola:

«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:
“Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”.

El padre les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.

Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.

Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían ¡os cerdos, pero nadie le daba nada.

Recapacitando entonces, se dijo:
“Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”.

Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.

Su hijo le dijo:
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”.

Pero el padre dijo a sus criados:
“Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”.

Y empezaron a celebrar el banquete.

Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.

Este le contestó:
“Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”.

Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.

Entonces él respondió a su padre:
“Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”.

El padre le dijo:
“Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”».

Reflexión del Evangelio de hoy

Hijo pródigo. Félix HernándezSi hiciéramos una encuesta sobre las parábolas seguro que la del hijo pródigo sería una de las más recordadas. Mas complicado sería destacar desde qué personaje reconstruimos la parábola, quién tiene más relevancia: el padre, el hermano mayor, el pródigo.

Centrados en la figura del padre reconoceríamos la comprensión, la acogida, la justicia. La vuelta a los orígenes ante las dificultades. El consuelo y la esperanza ante el dolor. Un Padre-Madre cercano que sabe cómo tratar a su hijo, desde el corazón, situando al ser humano en el centro.
La visión del hermano podría quizá crear más discrepancia. Fidelidad, obediencia pero también desencanto. Actitud habitual cuando consideramos que no recibimos el reconocimiento merecido.

Y por ultimo el pródigo: rechazo, despilfarro y, al final, reflexión.

Si nos ceñimos a las definiciones de la palabra pródigo en todos ellas podríamos encajar al hijo: abundante, generoso y gastador de su hacienda. Recogida la herencia posee más de lo que pudiera necesitar, no duda en repartirlo entre quienes se le acercan, aunque sea de forma interesada, y desperdicia sus bienes en gastos inútiles, fiel reflejo de la sociedad actual.

Después de un tiempo de bonanza, en el mal llamado primer mundo, donde se ha vivido por encima de las necesidades, siendo generosos en aquello que poco nos aporta, ahora ante circunstancias no previstas, escasez, crisis… reflexionamos y volvemos a buscar valores que nos llenan, el contacto con lo esencial del ser humano. Volvemos a los orígenes.
La postura de nuestro Padre-Madre Dios no cambia y se nos demuestra y recuerda una y otra vez. Acoge, no condena, se complace en el amor, nos ofrece compasión, nos ofrece la oportunidad una y mil veces de perdonarnos y sentirnos descansados, aliviados, reconfortados… ¿Quién no volvería a unos brazos así?