Sáb
19
Dic
2020

Evangelio del día

Tercera semana de Adviento

Tu ruego ha sido escuchado

Primera lectura

Lectura del libro de los Jueces 13, 2-7. 24-25a

En aquellos días, había en Sorá un hombre de estirpe danita, llamado Manoj. Su esposa era estéril y no tenía hijos.
El ángel del Señor se apareció a la mujer y le dijo:
«Eres estéril y no has engendrado. Pero concebirás y darás a luz un hijo. Ahora guárdate de beber vino o licor, y no comas nada impuro, pues concebirás y darás a luz un hijo. La navaja no pasará por su cabeza, porque el niño será un nazir de Dios desde el seno materno. Él comenzará a salvar a Israel de la mano de los filisteos».
La mujer dijo al esposo:
«Ha venido a verme un hombre de Dios. Su semblante era como el semblante de un ángel de Dios, muy terrible. No le pregunté de dónde era, ni me dio a conocer su nombre. Me dijo: “He aquí que concebirás y darás a luz un hijo. Ahora, pues, no bebas vino o licor, y no comas nada impuro; porque el niño será nazir de Dios desde el seno materno hasta el día de su muerte”».
La mujer dio a luz un hijo, al que puso de nombre Sansón. El niño creció, y el Señor lo bendijo. El espíritu del Señor comenzó a agitarlo.

Salmo de hoy

Salmo 70,3-4a.5-6ab.16-17 R/. Que mi boca esté llena de tu alabanza y cante tu gloria

Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa. R/.

Porque tú, Señor, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías. R/.

Contaré tus proezas, Señor mío;
narraré tu justicia, tuya entera.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 5-25

En los días de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote de nombre Zacarías, del turno de Abías, casado con una descendiente de Aarón, cuyo nombre era Isabel.
Los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin falta según los mandamientos y leyes del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos eran de edad avanzada.
Una vez que Zacarías oficiaba delante de Dios con el grupo de su turno, según la costumbre de los sacerdotes, le tocó en suerte a él entrar en el santuario del Señor a ofrecer el incienso; la muchedumbre del pueblo estaba fuera rezando durante la ofrenda del incienso.
Y se le apareció el ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y quedó sobrecogido de temor.
Pero el ángel le dijo:
«No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado: tu mujer Isabel te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Te llenarás de alegría y gozo, y muchos se alegrarán de su nacimiento. Pues será grande a los ojos del Señor: no beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo ya en el vientre materno, y convertirá muchos hijos de Israel al Señor, su Dios. Irá delante del Señor, con el espíritu y poder de Elías, “para convertir los corazones de los padres hacia los hijos”, y a los desobedientes, a la sensatez de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto».
Zacarías replicó al ángel:
«¿Cómo estaré seguro de eso? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada».
Respondiendo el ángel, le dijo:
«Yo soy Gabriel, que sirvo en presencia de Dios; he sido enviado para hablarte y comunicarte esta buena noticia. Pero te quedarás mudo, sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras, que se cumplirán en su momento oportuno».
El pueblo, que estaba aguardando a Zacarías, se sorprendía de que tardase tanto en el santuario. Al salir no podía hablarles, y ellos comprendieron que había tenido una visión en el santuario. Él les hablaba por señas, porque seguía mudo.
Al cumplirse los días de su servicio en el templo, volvió a casa. Días después concibió Isabel, su mujer, y estuvo sin salir de casa cinco meses, diciendo:
«Esto es lo que ha hecho por mí el Señor, cuando se ha fijado en mí para quitar mi oprobio ante la gente».

Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

Dios siempre está

Parece paradójico que, según el lenguaje bíblico del Antiguo Testamento, la manifestación de Dios produce en quien la recibe, la experiencia de haber contemplado a un ser aterrador, como lo describe la mujer de Manoj al recibir la visita del ángel;  pero la realidad es otra, Dios se manifiesta para devolver dignidad y manifestar la belleza de su obra.

No sabemos el nombre de la mujer de Manoj, ninguna referencia a sus antepasados, etc. Lo único que nos refiere el autor del libro de los Jueces es que era “estéril”. Una mujer estéril es una mujer sin honra, para aquella mentalidad judía. Si por mujer no era “nadie”, por estéril no era “nada”.

El anuncio de su próxima maternidad, la coloca frente a ella misma, en su más profunda realidad de mujer, con una maternidad ausente: “eres estéril y no has tenido hijos, pero concebirás”. Esterilidad y concepción, dos palabras tan antagónicas, que son aparentemente irreconciliables.

Pero ahí, donde queda anulada la dignidad, la presencia de Dios es más fuerte y real que nunca. En la promesa de su próxima maternidad queda configurada la grandeza de su misión, porque la maternidad no es un añadido al ser de la mujer, sino que constituye una realidad de su esencia.  Por eso Sansón, el hijo de la promesa es el que inicia el proceso de liberación de su pueblo: “Él empezará a salvar a Israel de los filisteos”,  “Y el espíritu del Señor comenzó a agitarlo”.

La esterilidad paraliza el corazón en todo ser humano que no ha aprendido a escuchar a Dios en el día a día, el milagro de su presencia nos lleva a concebir la vida como camino de liberación, camino que nos lanza de la esterilidad paralizante a la libertad del amor; sólo el que ama sabe leer la historia como “un maravilloso parto del Espíritu”; el Covid- 19 no puede anular la esperanza de seguir confiando, porque Dios siempre está.

Dios siempre está para embellecer

El evangelio de Lucas nos presenta a un sacerdote (Zacarías) y a su esposa una descendiente de Aarón (Isabel). Fieles a los mandamientos y preceptos de la ley, sin hijos porque Isabel era estéril y los dos de edad avanzada. Humanamente hablando el entorno y las personas menos apropiadas para que se manifieste la fuerza y la presencia de Dios.

Estamos acostumbrados a buscar a un Dios “milagrero”, de varita mágica y resuelve problemas. El gran milagro de Dios es la fe de su pueblo. “No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado: tu mujer Isabel te dará un hijo y tú te llenarás de alegría”. La idea central del evangelio es clara: “tu ruego ha sido escuchado”. La fe de un hombre anciano, con una mujer estéril, que confía en su Dios. El ángel le anuncia que el hijo de la promesa “será grande a los ojos del Señor, se llenará de Espíritu Santo ya en el vientre materno, y convertirá muchos israelitas al Señor su Dios, irá delante del Señor con el espíritu y poder de Elías”.

Y resulta que Zacarías se queda mudo, porque ha dudado que Dios pueda hacer mucho más de lo que pensamos o pedimos. La voluntad de Dios pasa también por la confianza ilimitada en EL. A Zacarías le falló entender que lo incomprensible del ser humano es lo comprensible de Dios. “¿Cómo estaré seguro de eso?, porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada”. Es decir, sintió miedo del proyecto de Dios.    La fe es la puerta que nos abre el Espíritu, que es el espejo de la historia, donde su presencia se vuelve tan nítida como la vida. Esa vida que Isabel sintió en sus entrañas transformándola en un seno habitado, en un seno embellecido y dignificado: “Así me ha tratado el Señor cuando se ha dignado quitar mi afrenta ante los hombres”.