Jue
19
Dic
2013

Evangelio del día

Tercera semana de Adviento

No temas Zacarías porque tu petición ha sido escuchada

Primera lectura

Lectura del libro de los Jueces 13, 2-7. 24-25a

En aquellos días, había en Sorá un hombre de estirpe danita, llamado Manoj. Su esposa era estéril y no tenía hijos.
El ángel del Señor se apareció a la mujer y le dijo:
«Eres estéril y no has engendrado. Pero concebirás y darás a luz un hijo. Ahora guárdate de beber vino o licor, y no comas nada impuro, pues concebirás y darás a luz un hijo. La navaja no pasará por su cabeza, porque el niño será un nazir de Dios desde el seno materno. Él comenzará a salvar a Israel de la mano de los filisteos».
La mujer dijo al esposo:
«Ha venido a verme un hombre de Dios. Su semblante era como el semblante de un ángel de Dios, muy terrible. No le pregunté de dónde era, ni me dio a conocer su nombre. Me dijo: “He aquí que concebirás y darás a luz un hijo. Ahora, pues, no bebas vino o licor, y no comas nada impuro; porque el niño será nazir de Dios desde el seno materno hasta el día de su muerte”».
La mujer dio a luz un hijo, al que puso de nombre Sansón. El niño creció, y el Señor lo bendijo. El espíritu del Señor comenzó a agitarlo.

Salmo de hoy

Salmo 70,3-4a.5-6ab.16-17 R/. Que mi boca esté llena de tu alabanza y cante tu gloria

Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa. R/.

Porque tú, Señor, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías. R/.

Contaré tus proezas, Señor mío;
narraré tu justicia, tuya entera.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 5-25

En los días de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote de nombre Zacarías, del turno de Abías, casado con una descendiente de Aarón, cuyo nombre era Isabel.
Los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin falta según los mandamientos y leyes del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos eran de edad avanzada.
Una vez que Zacarías oficiaba delante de Dios con el grupo de su turno, según la costumbre de los sacerdotes, le tocó en suerte a él entrar en el santuario del Señor a ofrecer el incienso; la muchedumbre del pueblo estaba fuera rezando durante la ofrenda del incienso.
Y se le apareció el ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y quedó sobrecogido de temor.
Pero el ángel le dijo:
«No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado: tu mujer Isabel te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Te llenarás de alegría y gozo, y muchos se alegrarán de su nacimiento. Pues será grande a los ojos del Señor: no beberá vino ni licor; estará lleno del Espíritu Santo ya en el vientre materno, y convertirá muchos hijos de Israel al Señor, su Dios. Irá delante del Señor, con el espíritu y poder de Elías, “para convertir los corazones de los padres hacia los hijos”, y a los desobedientes, a la sensatez de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto».
Zacarías replicó al ángel:
«¿Cómo estaré seguro de eso? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada».
Respondiendo el ángel, le dijo:
«Yo soy Gabriel, que sirvo en presencia de Dios; he sido enviado para hablarte y comunicarte esta buena noticia. Pero te quedarás mudo, sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras, que se cumplirán en su momento oportuno».
El pueblo, que estaba aguardando a Zacarías, se sorprendía de que tardase tanto en el santuario. Al salir no podía hablarles, y ellos comprendieron que había tenido una visión en el santuario. Él les hablaba por señas, porque seguía mudo.
Al cumplirse los días de su servicio en el templo, volvió a casa. Días después concibió Isabel, su mujer, y estuvo sin salir de casa cinco meses, diciendo:
«Esto es lo que ha hecho por mí el Señor, cuando se ha fijado en mí para quitar mi oprobio ante la gente».

Reflexión del Evangelio de hoy

  • “Bien sabes que eres estéril y que no has tenido hijos, pero…”

El texto de la primera lectura de hoy nos alienta al abandono en la misericordia de Dios, que desde el principio de nuestra existencia humana nos bendice, y nos hace fuertes si nuestro corazón esta fuertemente adherido a Él, o débiles quizás si nos separamos de su presencia. Por esto, porque somos débiles, Dios rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, nos dio a su propio hijo en una carne pecadora como la nuestra, para sanar nuestras debilidades haciéndolas suyas; así nos ha liberado y sanado, conduciéndonos a la luz de la verdad.

En este adviento, se nos invita a no embriagarnos con los malos vicios, que nos llevan a vivir en la mentira, por lo tanto a irradiar a Cristo y a no dejarse llevar por toda clase de obras y palabras impuras. Nuestra manera de vivir tiene que iluminar nuestras vidas de creyentes, para que realmente no seamos estériles en nuestra vida espiritual, fecundos en el bien obrar, en la acogida de los hermanos más pobres y necesitados, indigentes, enfermos, los más débiles y marginados de nuestra sociedad, vayamos a las periferias de nuestra existencia humana. Transmitiendo el espíritu de Cristo que habita en nosotros seremos fecundos y felices…

  • “No temas Zacarías porque tu petición ha sido escuchada,… ¿En qué lo conoceré?

El anuncio del nacimiento de Juan tiene gran importancia para la historia de salvación porque Juan es Profeta y Mártir. Dios se sirve de la esterilidad de Isabel para que nazca milagrosamente un hombre santo. El nacimiento de Juan anuncia el fin del culto, la ley y el sacerdocio del antiguo testamento. Juan preparará el camino y anunciará al que va a dar culto en espíritu y en verdad, dando nueva plenitud a la ley e inaugurará un nuevo sacerdocio, el de la nueva alianza.

El anuncio del nacimiento de Juan viene precedido de unas palabras reconfortantes “no temas”. Zacarías duda de la palabras que le es anunciada por el ángel; él, sacerdote del templo, duda y su fe se ve mermada ante este acontecimiento que para él y según las categorías humanas es incomprensible ¿Cómo podré estar seguro de esto?

La fe para Zacarías igual que para nosotros es respuesta a esa necesidad que el hombre tiene de acoger la gratuidad de Dios: es dar permiso a Dios para que nos pueda amar, entonces la misericordia de Dios visita mi pecado, mis heridas, las chispa del encuentro profundo con Dios se hace realidad; por eso la fe, no es cuestión de pensar, no es un acto de la inteligencia que decide creer en Dios.

La fe es el encuentro entre la gratuidad de Dios y mi pobreza que acepta ser amada por Dios y dice “hágase”.

Dios quiere acercarse a nosotros, para esto su misericordia se nos revela en su Hijo Jesucristo; la muerte de Jesús es la misericordia de Dios que se nos da gratis cada día; hay muchos de nosotros que no lo acogemos, entretenidos en ver cómo nos salvamos, cómo nos liberamos, cómo somos mejores, cómo cambiamos la vida, cómo podemos hacer algo por el Señor, pero la única tarea de la fe es acoger la misericordia de Dios derramada desde la cruz.

Solo el amor de Dios puede cambiar nuestro corazón, toda la historia de la fe consiste en acoger a Dios: creer en Jesucristo que me ama, creer en Jesucristo que me salva y creer en Jesucristo que me glorifica.