Dom
6
Sep
2009

Homilía Vigésimo tercer Domingo del Tiempo Ordinario

Año litúrgico 2008 - 2009 - (Ciclo B)

Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos.

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • La sordera espiritual.

Fundamentalmente consiste en cerrarse a Dios y a los hombres. La padece aquel que edifica su vida solo sobre sí mismo, como si estuviera aislado; la realidad es que los demás le estorban. Se incapacita para descubrir la verdad desde otros ángulo o dimensiones; así es, y así quiere seguir.

Dirá: yo soy así; así aprendí las cosas; no tengo por qué cambiar. Sus intereses son los que están en juego; tiene su verdad como la única existente: se hace irreducible en ideas, y puede convertirse en un auténtico fanático. No puede captar la verdad desde otros ángulos, cultura, con otro lenguaje, o circunstancias. Rígido y severo. Su problema fundamental está en no aceptar que la mayoría de las cosas son relativas. Lo que se percibe, se percibe según quien las percibe: sus condiciones personales, modo de ser, cultura, religión, edad, etc.

La incapacidad para aceptar que la verdad puede ser percibida desde diferentes ángulos o parcelas le lleva a ser terco en sus ideas y planteamientos, considerándose el único capaz de descubrir modos válidos para abordar los problemas. Todo ello le vuelve duro y severo en los juicios, sin aceptar matices diferentes o la relatividad que puede introducirse de ordinario en muchas situaciones conflictivas.

La inseguridad que late en tales posturas de firmeza le exige no moverse por miedo a perder el equilibrio; el movimiento de una pieza conlleva la adaptación de otras. Al mismo tiempo crece el peligro de descubrir los vacíos o inconsistencia que anida en el interior de su personalidad. Hay un íntimo orgullo en el sordo de espíritu, una profunda egolatría que le obliga a levantar murallas diciendo que no necesita el apoyo o ayuda ajenos.

Las edificaciones en zonas sísmicas han de prever ciertos movimientos parciales para defender la totalidad del inmueble; la adaptación vital de los organismos se realiza por el movimiento interno que permite asimilar los nutrientes eliminando los residuos. La actitud de discípulo, que oye, permite la continuada formación y crecimiento personal; una postura superficial puede hacerle creer que ha nacido para enseñar, sin necesidad pervia de aprender.

  • Cristo nos da la libertad de escuchar.

Cristo nos libera de dicha sordera del espíritu, y nos capacita para escuchar: En la vida diaria sobreabundan excelentes documentos del Magisterio de la iglesia sobre doctrina social, la paz, la familia, ecumenismo, emigración o diálogo. ¿Se escuchan? La sordera espiritual puede enrocarnos en nosotros mismos, de tal modo que reforzamos los particulares puntos de vista para esquivar una respuesta generosa, o más comprometida. Incluso podemos pensar que tales mensajes, en sí mismo buenos, no van dirigidos a nosotros o que son coincidentes con nuestro  parecer.

La escucha libera al discípulo de Cristo del miedo a enfrentarnos con la Verdad. La Verdad nos hará libres: porque es incompatible con la mentira, con ideas o procedimientos que vienen del maligno, de la superficialidad, egoísmo o injusticia. Cualquier verdad científica o humana suficientemente probada es liberadora, e incluso si no concordase con ciertos textos bíblicos obligaría al estudio más profundo y revisión de los mismos.

La escucha serena y atenta de los demás enriquece nuestra vida, nos priva de juicios irreflexivos, y adorna la verdad con los matices que el otro nos regala: Nos lleva a descubrir la verdad que anida en el otro y que sirve de mediador, de parte de Dios, para enriquecernos cuando la asimilamos.

  • Cristo nos da libertad para hablar.

La sanación que Jesús realiza en el sordomudo, significa también la soltura de nuestra lengua para expresar ajustadamente nuestra manera de vivir, de amar, de pensar, de captar a los demás. La actitud del discípulo con sus compañeros es de compartir LO recibido, dándolo gratuitamente al otro, creciendo ambos en el intercambio de dones.

.- El mutismo puede venir del temor o de la cobardía. En las relaciones familiares es frecuente la poca comunicación al no atreverse a manifestar sentimientos, afanes, ilusiones o pareceres individuales. Jesús se presenta y nos invita a la libertad serena y humilde en los modos de expresión: ofreciendo la verdad, que no imponiendo; no-callando por miedo en las ocasiones en las que es un deber hacerlo…

.- Hay silencios que provienen de comodidad, pereza o egoísmo. Así ocurre cuando no compartimos la Verdad hallada, o silenciamos sugerencias por las implicaciones que pueden comprometernos, o cuando tenemos en las manos la ocasión de ayudar o enriquecer a los demás de múltiples maneras y callamos.

.- La humildad bien entendida no infravalora a nadie, sino que nos coloca en la verdad, iguales al resto, ni más ni menos: Nos capacita para manifestar lo que somos, pensamos o sentimos, con nuestras ideas y posibilidades de ser tenidos en cuenta fraternalmente.

  • Sugerencias prácticas

- El sordomudo curado es signo de aquel que abre su mente y acoge a Cristo Salvador. Para cada uno de nosotros constituye la ocasión de redescubrir con alegría nuestro bautismo, como  nacimiento cotidiano de hijos de Dios.

-La muchedumbre seguía a Jesús buscando milagros, curaciones, salud corporal. Quizás también a nosotros  hayamos de actualizar el sentido profundo sanador, liberador, que Jesús nos ha ofrecido con su vida, muerte y resurrección:

.- Podemos redescubrir y fomentar la escucha, como discípulos que buscan al Maestro.

.- Podemos valorar los dones recibidos: Ojos, oídos, brazos, pies, corazón… con todas las capa-cidades operativas que ponen a nuestro alcance, y de eso modo favorecer a los hermanos con nuestro amoroso servicio .

.- Podemos alabar, bendecir, agradecer… y hablar de las maravillas de Dios: Es Buena Noticia que necesita toda la humanidad.