Dom
30
Ago
2009

Homilía Vigésimo segundo Domingo del Tiempo Ordinario

Año litúrgico 2008 - 2009 - (Ciclo B)

Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro

Introducción

1º. A la ley judía se habían añadido por vía oral muchas prescripciones, que se consideraban vinculantes, con la misma fuerza que la ley escrita, y, como ésta, reveladas por Dios. A Jesús se le pregunta su parecer sobre la inobservancia que se constata por parte de sus discípulos.

Jesús no responde directamente, sino que aprovecha la ocasión para sacar a la luz lo falso y vacío del modo de obrar de los fariseos: Su culto es meramente formal, los ritos externos no se corresponden con su significación interior y una vida coherente. El resultado es que las tradiciones se sobreponen a los mandamientos de Dios, llegando incluso a desplazarlos: Algo inaceptable.

Jesús dice que las cosas externas no nos hacen buenos ni malos. Lo bueno y lo malo nace de dentro, de uno mismo como fruto de un acto libre y responsable. Somos nosotros quienes damos la condición de bueno o malo a cada obra: es nuestra intención la que imprime tal sesgo a todo.

2º. El criterio básico que fundamenta la moral es que todas las cosas creadas por Dios son buenas, y por tanto no pueden ser impuras ni volver impuro a nadie. Lo que hace impuro al hombre y le separa de Dios es su pecado, que sale de dentro, de su corazón. Del corazón salen las deliberaciones, decisiones y ejecuciones y la bondad o malicia de las acciones, palabras e incluso pensamientos.