Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía.

Primera lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 4, 9-11

Hermanos:
Acerca del amor fraterno, no hace falta que os escriba, porque Dios mismo os ha enseñado a amaros los unos a los otros; y así lo hacéis con todos los hermanos de Macedonia.
Sin embargo os exhortamos, hermanos, a seguir progresando: esforzaos por vivir con tranquilidad, ocupándoos de vuestros asuntos y trabajando con vuestras propias manos, como os lo tenemos mandado.

Salmo de hoy

Salmo 97, 1. 7-8. 9 R. El Señor llega para regir los pueblos con rectitud

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas.
Su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.

Retumbe el mar y cuanto contiene,
la tierra y cuantos la habitan;
aplaudan los ríos,
aclamen los montes. R/.

Al Señor, que llega para regir la tierra.
Regirá el orbe con justicia
y los pueblos con rectitud. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 25, 14-30

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
«Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus siervos y los dejó al cargo de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad;l uego se marchó.

El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno fue a hacer un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.

Al cabo de mucho tiempo viene el señor de aquellos siervos y se pone a ajustar las cuentas con ellos.
Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo:
“Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco”.

Su señor le dijo:
“¡Bien, siervo bueno y fiel!; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”.

Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo:
“Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos”.

Su señor le dijo:
“¡Bien, siervo bueno y fiel!; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”.

Se acercó el que había recibido un talento y dijo:
“Señor, sabia que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo”.

El señor le respondió:
“Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabias que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y rechinar de dientes”».

Reflexión del Evangelio de hoy

Dos profetas son los protagonistas de las lecturas de hoy, Jeremías y Juan el Bautista. Dos profetas que aparecen en tiempos diferentes pero que tienen la misma misión: hablar de parte de Dios e indicar al pueblo el camino de la verdad y de la justicia. El pueblo de Dios, que se entusiasma con la vida nueva que el Señor le ofrece, con frecuencia se olvida del lugar de donde procede y al que va. Cuántas veces Yavéh recuerda que fue Él quien lo sacó de la esclavitud y que fue Él quien lo alimentó en el desierto y lo condujo a la tierra de la libertad. Las seducciones de lo momentáneo y los placeres inmediatos ensombrecían este recuerdo y aparecía el olvido.

Los creyentes necesitamos de profetas. Son necesarias voces que nos llamen la atención, que nos recuerden, que nos vuelvan a seducir. Necesitamos que alguien traiga a nuestra memoria que ahí, a nuestro lado, caminando con nosotros está el que da sentido a nuestras vidas y por quien merece la pena vivir cada día. Y esto no es sólo el recuerdo emotivo de sabernos en las manos del Padre; es también un impulso que nos produce inquietud para no aceptar lo que no es justo y verdadero. Es la inquietud del que se indigna, del que no puede permanecer callado ante aquellas situaciones en las que falta la luz y la humanidad. Todos somos receptores de los profetas de nuestro tiempo y, al mismo tiempo, voceros del Reinado de Dios.

Hace poco despedíamos a Vicente Ferrer, una vida gastada y entregada por los más pobres de La India. Como él otros tantos están, casi sin quererlo, dando luz a un mundo que necesita saber dónde se encuentra el tan ansiado secreto de la eterna juventud. No está, como es lógico, en ningún cosmético, sino en la actitud de experimentarse enganchado a su Dios y a sus hermanos. Se muere quien se desvincula y vive quien se siente tirado por otro y tirando a la vez de otros. Hoy es un buen día para dar gracias a Dios por tantos profetas como aparecen en nuestro día a día y de pedirle que abra bien nuestros oídos.