Mar
6
Ene
2009

Homilía La Epifanía del Señor

Hemos visto salir la estrella del Señor y venimos con regalos a adorarle

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • El Niño revelado a cada uno de nosotros

Como decimos, hoy se celebra la revelación a todos los pueblos, es decir, no sólo a los judíos. Esto fue causa de grandes discusiones en la iglesia y el tema del primer concilio de la Iglesia. Cuando los discípulos entendieron esta apertura del evangelio a todos los hombres, cambió el concepto de la fe cristiana: no era otra interpretación de la ley judía, sino una superación de esa ley. No fue una tarea fácil convencer a los cristianos originariamente provenientes del judaísmo. Los textos que por entonces se escriben, Evangelios, Hechos de los apóstoles, cartas diversas, se ven obligados a exponer el mensaje y la vida de Jesús como un argumento de esta epifanía a todas las gentes.

Esto es lo que Mateo quiere exponernos en su relato de los Magos, es lo que anuncia Isaías en su profecía, primera lectura, y lo que con entusiasmo proclama san Pablo en la segunda lectura.

Nosotros ya no necesitamos esa catequesis, estamos convencidos de la universalidad del mensaje y de que el proyecto liberador de Jesús es ofrecido a todo hombre y mujer. Pero hemos de pasar de la teoría a la práctica: a la luz del episodio de los Magos nos cabe preguntarnos. ¿ qué seguridades y comodidades abandonamos, qué camino andamos, para encontrar al Liberador?, ¿dónde y cómo se hace presente Jesús, el Salvador en nuestra vida?, ¿cómo se nos revela?, ¿qué le ofrecemos?

 

  • Necesitamos el encuentro con el Niño

Esas preguntas suponen otra previa: ¿Sentimos necesidad de acercarnos a algo que intuimos que no está presente de manera clara, en nuestras vidas inquietas por otros asuntos, como los magos intuyeron la existencia de algo que les sacó de sus investigaciones, de su vida, de su patria? ¿Miramos al cielo para detectar una estrella, algo que nos lleve a encontrar a quien ha venido a buscarnos, o estamos demasiado inclinados sobre los asuntos de la tierra? ¿Esperamos claridades para ponernos en camino? El texto del evangelio dice de los Magos: ellos se pusieron en camino y de pronto la estrella comenzó a guiarles” No esperaron a ver la estrella: la luz se ve al ponerse a caminar, buscar es ya encontrar.

Lo que nos urge es precisamente un encuentro personal con Jesús. Nuestra fe es auténtica cuando tenemos una experiencia, un encuentro personal, y en él una revelación de Dios, del Dios manifestado en Jesús de Nazaret. No basta aceptar distintas verdades de fe.  Para proclamarla hay que sentirla, experimentarla

La Epifanía es la fiesta de la luz. Ella nos habla de una estrella que nos lleva, como a los Magos, a donde está Jesús. Al final de las fiestas de Navidad bien está preguntarnos si hemos visto la luz, la estrella que nos lleva hasta él. Si le hemos ofrecido algo de lo nuestro, nuestro tiempo, por ejemplo. Una luz que, a partir del encuentro, suple cualquier estrella; la estrella que nos guiará es el mismo Jesús. Los Magos no necesitaron, tras el encuentro con Jesús y su madre, de la estrella, ni de Herodes ni de los eruditos de la ley, se van “por otro camino”. Les basta lo visto y sentido en el encuentro con Jesús y su madre. A nosotros no basta Jesús para dar razón de lo que somos y necesitamos, él es nuestra luz.

 

  • La plenitud de la Navidad.

La plenitud de la Navidad se encuentra en los días siguientes, cuando se retira todo aquello que ha ambientado las fiestas y nos encontramos con la sencilla vida de cada día. Como los Magos “tornaron a su tierra por otro camino”, también nosotros hemos de vivir lo que hemos visto y oído de la Navidad y de Jesús “en nuestra tierra”, en el acontecer de cada día, sin necesidad de manifestaciones excepcionales. No le busquemos sólo en la iglesia, en lo exclusivamente religioso, sino en la calle, en la casa, en el trabajo, donde se puede generar “humanidad”. Los Magos realizaron un largo viaje para descubrir a Jesús en una humilde morada, pequeño, indefenso y pobre, sencillamente hombre. Y en él descubrieron a Dios, “de rodillas le adoraron”.