Dom
4
Jun
2017

Homilía Domingo de Pentecostés

Año litúrgico 2016 - 2017 - (Ciclo A)

Como el Padre me envió, así os envío yo...

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

En Pentecostés nace la nueva comunidad, que brota del Espíritu del Resucitado y tiene como principio la misericordia

Juan presenta la realidad de tristeza e incomprensión y hasta de inseguridad de los discípulos de Jesús. Falta el centro, el Resucitado y no hay más que miedo y puertas cerradas que no les dejan captar lo que hay fuera, que obstaculizan el encuentro y no favorecen la confianza en el ser humano. Con las puertas cerradas no podían salir a escuchar y sentir el dolor y sufrimiento que hay fuera, no podían atender a los que estaban privados de la comunidad o excluidos.

La presencia de Jesús resucitado en la comunidad les transforma. Es una experiencia que les recrea, les vuelve a hacer nacer. Jesús les infunde la manera como ellos pueden crecer y ser seguidores de su vida y misión, ser más responsables y adultos. Como si Jesús quisiera decirles que no pueden caer en el infantilismo y el proteccionismo.

Un nuevo aire entró en su casa

Con el Espíritu entendieron las bienaventuranzas y les hizo personas compasivas, misericordiosas, alegres, pacíficas, limpias, … Así los que habían pretendido los primeros puestos; que no habían entendido el sentido de la cruz, del sufrimiento, de la entrega; que creían en un mesías político, por la fuerza; que tenían a Jesús como un milagrero; que no entendían por qué compartir y estar con los pobres, su vida se iluminó.

Los llamados que le abandonaron, los discípulos que le negaron, los que no le entendieron, los pobres y más limitados de la sociedad, le vuelven a sentirle a su lado como cuando comía con ellos, pero ahora llenos de su Espíritu y vida tienen que actualizar sus palabras, sus gestos, sus actitudes.

Hoy es Pentecostés

Nosotros actualizamos sus palabras y gestos. Conmemoramos nuestro nacimiento como comunidad con Jesús en medio. Pero si no está o está solo como doctrina predicada, no como experiencia vivida que nos nutre, ¿quien nos abrirá las puertas del dialogo, del encuentro con los demás?, ¿cómo podemos decir que está con nosotros, si no tenemos alegría, nos sentimos cansados o nos autonutrimos de otras cosas, como doctrinas, leyes, estructuras para defendernos y no perder visibilidad? ¿quien nos proporcionará la paz y la alegría para anunciar bondad y esperanza?

¿Quién va a quitar los miedos de la iglesia? El miedo a lo nuevo. No podemos pensar que con solo conservar el pasado estamos siendo fieles al evangelio y garantizando nuestra fidelidad, pues el instinto de conservación es señal del miedo. Miedos a la creatividad teológica, las reformas litúrgicas y lenguajes atrasados que no comunican ni ayudan a celebrar nada. Miedo a defender los derechos humanos. Miedo a las tensiones y conflictos que implica ser fieles al evangelio: nos callamos cuando no debíamos, hablamos para defendernos y vivimos una adhesión rutinaria y cómoda. En el fondo, es miedo a hacer lo que hacía Jesús: acoger a los pecadores misericordiosamente, reconciliar y no juzgar ni condenar, romper hielos razonables, con el amor asimétrico de Jesús y, un largo etc…

¿Quién va a quitar los miedos del hombre de hoy? La falta de trabajo, la pobreza, la vejez, la enfermedad, la soledad, el sufrimiento, el fracaso, el desamor. Ya no tenemos miedo a los fantasmas y demonios, ni siquiera a los pecados. La religión ya no es el coco, sino que lo que angustia son las realidades, las carencias, los límites humanos y afrontarlos solos, más aún. Tememos la soledad, a pesar de que nos decimos seres relacionales y que las comunicaciones han avanzado desmesuradamente. Cuantos más medios tenemos para afrontar la vida, más miedos tenemos. Hay inquietud y desazón por los cambios tan rápidos que se dan en nuestra sociedad, por el individualismo, el pragmatismo y la insolidaridad tan exagerada. Hay una angustia disfrazada y solapada, que suele estar ligada al sinsentido de la vida y el miedo al dolor, la muerte, por esa falta de sentido, dispersión y desorganización de la vida.

¿Quien quitará los miedos a los cristianos? Donde crece el miedo se pierde de vista a Dios, se ahoga la bondad que hay en las personas y la vida se apaga y entristece. Es importante no perder la confianza en Dios. Si el Dios manifestado en Jesús nos da miedo, no hemos entendido gran cosa. El Dios de Jesús nos quita el miedo a Dios con su imagen tan humana y cercana que nos proyecta.

Solo el espíritu del Resucitado, aclarará nuestra confusión, falta de entendimiento, comunicación y entrega. En un mundo contaminado y con alergias, necesitamos aire puro que nos aclare por dentro y por fuera; nos de valor para testimoniarle, fuerza para no silenciarle, respetando; valor para acompañar, tocar y curar las llagas de nuestros entornos, escuchar los gemidos de los hermanos; y que el mismo Espíritu transforme el pan y el vino en su Cuerpo y Sangre para nosotros.