Dom
3
Jun
2012

Homilía La Santísima Trinidad

Año litúrgico 2011 - 2012 - (Ciclo B)

No temáis. Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

Con lenguaje llano y atrayente San Juan de la Cruz se refería a la Santísima Trinidad como “El Santo más grande del cielo”. Karl Rahner, lo llama “el misterio silencioso, absoluto, incondicionado e incomprensible, al que solo cabe referirse en adoración callada…” Parece que quiere inmovilizarnos para seguir buscando, pero no, Rahner puso por título al libro donde escribió esa frase: “Amor que desciende…”.

No podemos quedarnos en que la Trinidad es misterio impenetrable y, por ello, renunciemos a un intento de penetración, lectio, reflexión, por tan grande e imposible de barruntar. Sería no querer pasar del Antiguo Testamento. Ya en el Nuevo Testamento, en el cual nos movemos y vivimos, la Liturgia nos pone un día para amar y adorar, no en nebulosa, sino en un pasmo que intuye y puede hacer rebosar de felicidad: En la Trinidad, hay un ser humano. “He ahí el hombre…” (Jn.,19) dijo de Él Pilatos. No sabía lo que decía, pero nos dio una pista para profundizar sin fondo.

La Trinidad es sinónimo de amor eterno, sin límites, anhelante de expandir sin fin su íntima felicidad. No pudo resistirse a transmitirla y se dio lo que podríamos denominar como el “Big-bang de energía radiante que es el Amor”. Fue creando el cosmos con todas sus maravillas, al final de cuyas etapas está la principal: el ser humano a imagen y semejanza de la divinidad. Y sigue creando, recreando, actuando en ese universo irradiado de su Amor.

Como no entendió su criatura humana aquel Amor, y se fue endureciendo con la corteza de las culturas brutales que engendró el primer pecado… “El Verbo se hizo carne… y habitó entre nosotros…”(Lc.1,38) Es decir, había que ponerle Rostro a su Amor y Misericordia.

Aquella Trinidad impenetrable saltó a los caminos del mundo en un hombre con nuestros parámetros: trabajaba, comía, dormía, reía, lloraba, se enternecía, se indignaba justificadamente, oraba largamente y, en fin, transportó a clave humana un amor sin límites, cuya energía radiante alcanzaba a todos : “Mi Padre actúa incesantemente… y Yo de igual modo (Jn. 5 ) …Salía de Él una virtud que sanaba a todos…”(Lc. 6,19) Además, deseaba que desde cada uno irradiara hacia los demás: “Sacaban los enfermos a las plazas para que al pasar Pedro siquiera su sombra cubriera a alguno de ellos…y todos eran curados” (Hc. 5,15).

Su mensaje, dado en nuestro idioma, no se lo entendimos y le asesinamos. Pero “seguía actuando incesantemente”, no se dio por vencido, aunque murió vencido. Y resucitó. Y en forma quemante envió su Espíritu para convertir el miedo en arrojo, la cobardía y la traición en una predicación que ya convencía, por miles y miles, a los mismos compatriotas primero, y poco a poco a naciones y razas distintas.

En la Trinidad, hay un Hombre, el mismo Emmanuel , que se queda con nosotros y, a la vez, está en el seno trinitario preparándonos un lugar. Trinidad: energía radiante de un big-bang de Amor que actúa sin cesar…” Isabel de la Trinidad decía: “Me siento habitada…” ¿Afirmación acertada? ¿cómo puede un continente limitado ser espacio para un ilimitado contenido? Sí, era la forma humana de expresar lo inexpresable. Podemos también decir: “Me siento actuado…” actuados por “esa energía para sometérselo todo” de la que nos habla Pablo en Fil. 3. Donde quiera que estemos, haciendo lo que hagamos, radiaciones de amor infinito nos envuelven, traspasan, vigorizan, empujan, si nos dejamos. La fe es decir SI, a esa energía transformante. Nos ayudan a ello aquellos y aquellas a quienes la Iglesia desea recordar y agradecer hoy su misión:

  • Día Pro-orantibus, 2012. Lema: "Lectio Divina: un camino de luz"

Los versículos de Lectio Divina que hemos citado en estas pautas, son un referente para ver el alcance de las vidas cuya tarea es dejarse actuar por la luz y energía del Amor Trinitario, a fin de adorar e interceder por el mundo entero. Tomás de Aquino define la contemplación como “acto simple de intuición de la verdad”, y podemos añadir siguiendo el pensamiento del santo:“e intercesión para darla a los demás”.

¿Creemos en la vida orante? Es inaparente, gris, desconocida, pero tanto alcanza cuanto espera (Mt. 21,22). Las placas solares sobre un edificio consiguen luz y energía para nutrir todas las plantas, no en función de ellas sino del sol que las hace útiles, con tal de que estén expuestas a los rayos. No tienen protagonismo, solo encauzan la luz y el calor del sol. El piso piloto de una construcción, destinado para que lo visiten los que desean comprarlo, se fijarán en muchos detalles, pero casi nunca en las placas solares. En días nublados, ahí están, dispuestas a seguir cumpliendo cuando aparezca el sol.

Ayudemos a orar a los que oran, a saber estar ahí, encauzando energía, agradeciendo al Sol que las hace
útiles y complementarias entre los elementos activos y visibles de la Iglesia.

Intuimos que con nuestra ayuda orarán mejor y formaremos una cadena intercesora que rescatará el mundo, al mismo tiempo que alaban y dan gracias, matices de la oración no demasiado en uso actualmente.