Dom
13
Nov
2011

Homilía XXXIII Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2010 - 2011 - (Ciclo A)

Abre su mano al necesitado y extiende su brazo al pobre.

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • Cantadle por el éxito de su trabajo, que sus obras la alaben en la plaza

La precariedad económica ha dejado en un segundo plano el papel de la lucha por la igualdad de la mujer en nuestra sociedad. Lo que vivimos no es un problema de género. Lo que vivimos es algo que nos interpela a todos. Es algo que ya no se cuestiona, y como el problema es más globalizado, hombres y mujeres hemos de emprender un camino de búsqueda de soluciones y decisiones, para que lo más necesario sea lo más urgente.

Una lectura desde las coordenadas históricas actuales de este pasaje de los proverbios, en el cual subyace una visión patriarcal, hoy no sería aceptable y despertaría un interminable debate, en el que muchas posturas se situarían en un radicalismo o extremismo de enfrentamientos innecesarios. El papel de la mujer en la sociedad está más igualado, gracias a Dios, y a su lucha constante por no acomodarse a los papeles asignados por la cultura. Aún más, esa lucha por la igualdad está más arraigada en nuestros días. Sin embargo, haciendo una relectura pausada y serena, de este pasaje podremos entresacar ideas que confirman una alabanza a la mujer, pero no de manera exclusiva a su género o papel.
En hebrero espíritu (ruah) y sabiduría (hokma) son términos femeninos: el aliento de Dios y la Sabiduría de Dios están arraigados en la madre que se asemeja a la sabiduría para que pudiera iniciar a sus hijos en la prudencia. Se presenta aquí a la mujer como la maestra de la virtud de la sabiduría y de la prudencia. Pero no hemos de olvidar que es una analogía. Lo que se dice de la mujer hemos de entenderlo en el modo en que hay una manera de ser definida como femenina del mismo Dios. Abriendo sus manos al necesitado y extendiendo su brazo al pobre, nos presenta su sentido de la solidaridad y compasión. Y como ejemplo de la sabiduría de Dios, se hace una llamada a todos, hombres y mujeres, a igualarnos, no en la lucha por la supremacía de lo patriarcal o lo matriarcal, sino igualarnos en la semejanza que hombres y mujeres podemos tener con la sabiduría, la generosidad, la prudencia, y la solidaridad de Dios. El canto de alabanza que propone los proverbios será por el éxito de su trabajo, y que ha de ser cantado en un lugar público, en la plaza.

  • No durmamos como los demás, sino estemos vigilantes y despejados

El día o venida del Señor, obsesionó a los cristianos de tesalónica. La tensión entre el aquí y el ahora frente a lo que está por venir, Pablo lo resuelve diciendo, que nada tiene que decir respecto al tiempo y a las circunstancias. Emplaza a la comunidad de tesalónica a no vivir entre seguridades absolutas, sino a vivir entre un velar y un dormir, entre una luz y unas tinieblas, por lo imprevisible e inoportuna que puede ser la vida. No podemos acomodarnos a ninguna situación o circunstancia, porque todas son cambiantes en el tiempo, y prepararnos para vivir con fe y esperanza cada una de ellas, según se vayan dando, parece lo más oportuno. Escoger vivir como hijo de la luz, y vivir sin miedo, como hijos del día es la propuesta paulina.

Parece más sensato para Pablo vivir en la sobriedad, a pesar del tiempo y las circunstancias, que vivir encogidos por el miedo a un futuro incierto e impreciso.

  • "Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco."

La parábola de los talentos, nos sitúa ante el miedo a las exigencias y el compromiso con los dones recibidos. Alguien nos puede pedir cuenta de ellos, y por eso, no podemos escondernos y paralizarnos por el miedo. Nadie nos pide que salvemos el mundo, sino que emprendamos un camino de transformación según nuestra capacidad. A nadie se le exige lo que no puede dar, pero sí se le exige en lo poco o en lo mucho que puede aportar, sobre todo si uno se sitúa ante la pasividad provocada por el miedo, que nos conduce al abandono de la confianza.

No es una cuestión de superioridad o de comparación entre las capacidades de unos y de otros, sino una cuestión de saber responder a lo que se nos pide con responsabilidad y valentía. La respuesta es personal y libre y no permite excusas. Y es una respuesta a la gracia de Dios, que nos ha confiado sus dones. Tampoco es una diferencia injusta de oportunidades, sino una respuesta que cuestiona nuestra esperanza y nuestra confianza en Cristo que nos libera, y nuestra capacidad para responder con gratitud por esos dones.