Lun
8
Abr
2013

Evangelio del día

Segunda Semana de Pascua

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías 7, 10-14; 8, 10b

En aquellos días, el Señor habló a Acaz y le dijo:
«Pide una signo al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo».

Respondió Acaz:
«No lo pido, no quiero tentar al Señor».

Entonces dijo Isaías:
«Escucha, casa de David: ¿no os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará un signo. Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, porque con nosotros está Dios».

Salmo de hoy

Salmo 39, 7-8a. 8b-9. 10. 11 R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides holocaustos ni sacrificios expiatorios,
entonces yo digo: «Aquí estoy». R/.

«-Como está escrito en mi libro-
para hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas. R/.

He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios, Señor, tú lo sabes. R/.

No me he guardado en el pecho tu justicia,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad
ante la gran asamblea. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta a los Hebreos 10, 4-10

Hermanos:

Es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados.

Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dice:
«Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas,
pero me formaste un cuerpo;
no aceptaste holocaustos
ni víctimas expiatorias.

Entonces yo dije: He aquí que vengo
-pues está escrito en el comienzo del libro acerca de mi-
para hacer, ¡oh, Dios!, tu voluntad».

Primero dice: «Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, ni holocaustos, ni víctimas expiatorias», que se ofrecen según la ley.
Después añade: «He aquí que vengo para hacer tu voluntad».

Niega lo primero, para afirmar lo segundo.

Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.

El ángel, entrando en su presencia, dijo:
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».

Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo:
«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».

Y María dijo al ángel:
«¿Cómo será eso, pues no conozco varón?».

El ángel le contestó:
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque “para Dios nada hay imposible”».

María contestó:
«He aquí la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra».

Y el ángel se retiró.

Reflexión del Evangelio de hoy

  • “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”

Celebramos hoy, el gran misterio de la Encarnación del Verbo. Benedicto XVI afirma: “En esta breve frase: “«El Verbo se hizo Carne», está el corazón de la fe cristiana”; creemos en un Dios que por amor al hombre se hizo uno entre nosotros, como nosotros, para elevar la naturaleza humana a la dignidad de Hijos de Dios. Con la Encarnación se inicia la Nueva Creación, de ella participamos nosotros por el bautismo: somos hijos de Dios y Dios es uno entre nosotros.

Las lecturas de este día hacen referencia a este tan grande e insondable misterio. Isaías, anuncia al rey Ajaz como prueba de que Dios le va a ayudar en la batalla, que cumplirá su promesa sobre la dinastía de David: Ajaz tendrá descendencia y por tanto, el trono de David continuará en ella. Esta promesa no es sólo para el rey Ajaz, tiene dimensiones de futuro; en el Evangelio vemos la plenitud del cumplimiento de este anuncio: Jesús es el Enmanuel, Dios con nosotros, que nace de una Madre Virgen.

Tanto la lectura de la carta a los Hebreos, como del Evangelio de Lucas, traen grandes mensajes al respecto, pero vamos a destacar uno: La aceptación de la voluntad de Dios por Cristo y por María. En Hebreos, leemos estas palabras puestas en boca de Cristo: “Aquí estoy ¡Oh Dios! para hacer tu voluntad” y Lucas en boca de María: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”.

Por la oblación del cuerpo de Jesús, hecho una vez para siempre, quedamos santificados, somos salvados; por el Sí de María, se realiza el gran misterio de la Encarnación, comienza una nueva creación, ella pone una célula humana que Dios en su infinito amor, la toma para hacerse hombre.

Por la desobediencia de Adán y Eva, vino el pecado y la muerte al mundo. Por la obediencia de Cristo, y el sí de María, nos viene la Salvación y la Vida. Adoremos este misterio, en el rezo del Ángelus y en el Credo, a las palabras de: “El Verbo se hizo carne” postrémonos de rodillas, en silencio; Dios ha quitado el velo podemos contemplar su rostro, agradezcamos la bondad de Dios entre nosotros.

María se convierte en Madre de Dios y madre nuestra, por su escucha obediente.

Aprendamos a escuchar la voz de Dios, Él sigue llamando, respondamos como María, con generosidad y sencillez. Tal vez por nuestra respuesta obediente, el Señor quiere realizar grandes cosas, que Él tiene reservadas. No olvidemos, Dios respeta siempre nuestra libertad, pero realiza obras grandes por medio de quienes, obedientes a su Palabra, responden con un sí generoso.

Que María nuestra Madre, interceda por nosotros ante Cristo su Hijo, como lo hizo en Caná, y no olvidemos: el Hijo la escuchó e hizo lo que le pedía. Pero, a nosotros nos dice: “Haced lo que Él os diga”.