Jue
12
Abr
2012
Pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 3, 11-26

En aquellos días, mientras el paralítico curado seguía aún con Pedro y Juan, todo el pueblo, asombrado, acudió corriendo al pórtico llamado de Salomón, donde estaban ellos.
Al verlo, Pedro dirigió la palabra a la gente:
«Israelitas, ¿por qué os admiráis de esto? ¿Por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a este con nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo.
Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello.
Por la fe en su nombre, este, que veis aquí y que conocéis, ha recobrado el vigor por medio de su nombre; la fe que viene por medio de él le ha restituido completamente la salud, a la vista de todos vosotros.
Ahora bien, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, al igual que vuestras autoridades; pero Dios cumplió de esta manera lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer.
Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados; para que vengan tiempos de consuelo de parte de Dios, y envíe a Jesús, el Mesías que os estaba destinado, al que debe recibir el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de la que Dios habló desde antiguo por boca de sus santos profetas.
Moisés dijo: “El Señor Dios vuestro hará surgir de entre vuestros hermanos un profeta como yo: escuchadle todo lo que os diga; y quien no escuche a ese profeta será excluido del pueblo”. Y, desde Samuel en adelante, todos los profetas que hablaron anunciaron también estos días.
Vosotros sois los hijos de los profetas, los hijos de la alianza que hizo Dios con vuestros padres, cuando le dijo a Abrahán: “En tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra”. Dios resucitó a su Siervo y os lo envía en primer lugar a vosotros para que os traiga la bendición, apartándoos a cada uno de vuestras maldades».

Salmo de hoy

Salmo 8, 2a y 5. 6-7. 8-9 R/. ¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

Señor, Dios nuestro,
¿qué es el hombre para que te acuerdes de él,
el ser humano, para mirar por él? R/.

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos.
Todo lo sometiste bajo sus pies. R/.

Rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 35-48

En aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice:
«Paz a vosotros».
Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu.
Y él les dijo:
«¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo».
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
«¿Tenéis ahí algo de comer?».
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les dijo:
«Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí».
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.
Y les dijo:
«Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».

Reflexión del Evangelio de hoy

  • “Pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos”

Después de la curación del paralítico, la gente se agolpaba en torno a Pedro y Juan, pensando que habían sido ellos los sanadores de este hombre. Pedro, aprovecha la ocasión, para llevarles a la verdad de los hechos y les recuerda algunos de ellos. En primer lugar, les recuerda que fueron ellos los que rechazaron al siervo de Dios, a Jesús… “matasteis al autor de la vida”. En segundo lugar, reconoce que lo hicieron por ignorancia: “Sin embargo, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, y vuestras autoridades lo mismo”. En tercer lugar, les propone lo que tienen que hacer ahora: arrepentirse de “vuestros pecados; a ver si el Señor manda tiempos de consuelo, y envía a Jesús, el Mesías que os estaba destinado”.
De eso se trata también para nosotros, cristianos del siglo XXI. Aceptar en nuestra vida a Jesús de Nazaret, al que Dios resucitó, el que es para nosotros nuestra “resurrección y nuestra vida”. Arrepentirnos de nuestros pecados y aceptar la amistad que nos brinda, que lleva consigo aceptar su vida, su manera de vivir… para que también nuestra existencia termine como la suya, en la resurrección a la plenitud de la vida.

  • “Vosotros sois testigos de esto”

Aunque Jesús fue un buen Maestro, un buen pedagogo con sus apóstoles y se explicaba con claridad, sin argumentos difíciles, la verdad es que a sus apóstoles les costaba entender todo lo que Jesús les decía, sobre quién era el primero, sobre al amor que entrega la vida, sobre el perdón… eso mismo le ocurrió con su resurrección y nuestra resurrección. Jesús les había explicado limpiamente que tenía que padecer pero que al tercer Dios resucitaría. Y eso fue lo que pasó. Jesús se mostró resucitado a sus apóstoles. ¿Cuál fue la reacción de éstos? No terminaban de creérselo y les invadía “el miedo, las dudas, la alarma… no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos”. Pero después de estos primeros momentos de desconcierto, Jesús logró convencerles de que había vencido a la muerte, de que había resucitado y les pidió que fuesen testigos de este hecho prodigioso. Eso fue lo que hicieron y dedicaron el resto de sus vidas a difundir esta buena noticia. Eso mismo es lo que nos pide Jesús a todos los cristianos de cualquier época. Él que también se ha hecho el encontradizo con nosotros, el que se nos ha aparecido como el resucitado… nos pide que creamos y difundamos esta buena noticia. Nuestro destino, el destino de toda la humanidad no es la muerte, el absurdo… es la resurrección a la vida en plenitud.