Jue
21
Abr
2022
Vosotros sois testigos de esto

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 3, 11-26

En aquellos días, mientras el paralítico curado seguía aún con Pedro y Juan, todo el pueblo, asombrado, acudió corriendo al pórtico llamado de Salomón, donde estaban ellos.
Al verlo, Pedro dirigió la palabra a la gente:
«Israelitas, ¿por qué os admiráis de esto? ¿Por qué nos miráis como si hubiéramos hecho andar a este con nuestro propio poder o virtud? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, al que vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato, cuando había decidido soltarlo.
Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello.
Por la fe en su nombre, este, que veis aquí y que conocéis, ha recobrado el vigor por medio de su nombre; la fe que viene por medio de él le ha restituido completamente la salud, a la vista de todos vosotros.
Ahora bien, hermanos, sé que lo hicisteis por ignorancia, al igual que vuestras autoridades; pero Dios cumplió de esta manera lo que había predicho por los profetas, que su Mesías tenía que padecer.
Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que se borren vuestros pecados; para que vengan tiempos de consuelo de parte de Dios, y envíe a Jesús, el Mesías que os estaba destinado, al que debe recibir el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de la que Dios habló desde antiguo por boca de sus santos profetas.
Moisés dijo: “El Señor Dios vuestro hará surgir de entre vuestros hermanos un profeta como yo: escuchadle todo lo que os diga; y quien no escuche a ese profeta será excluido del pueblo”. Y, desde Samuel en adelante, todos los profetas que hablaron anunciaron también estos días.
Vosotros sois los hijos de los profetas, los hijos de la alianza que hizo Dios con vuestros padres, cuando le dijo a Abrahán: “En tu descendencia serán bendecidas todas las familias de la tierra”. Dios resucitó a su Siervo y os lo envía en primer lugar a vosotros para que os traiga la bendición, apartándoos a cada uno de vuestras maldades».

Salmo de hoy

Salmo 8, 2a y 5. 6-7. 8-9 R/. ¡Señor, Dios nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!

Señor, Dios nuestro,
¿qué es el hombre para que te acuerdes de él,
el ser humano, para mirar por él? R/.

Lo hiciste poco inferior a los ángeles,
lo coronaste de gloria y dignidad,
le diste el mando sobre las obras de tus manos.
Todo lo sometiste bajo sus pies. R/.

Rebaños de ovejas y toros,
y hasta las bestias del campo,
las aves del cielo, los peces del mar,
que trazan sendas por el mar. R/.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 35-48

En aquel tiempo, los discípulos de Jesús contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dice:
«Paz a vosotros».
Pero ellos, aterrorizados y llenos de miedo, creían ver un espíritu.
Y él les dijo:
«¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro corazón? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un espíritu no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo».
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Pero como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
«¿Tenéis ahí algo de comer?».
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos.
Y les dijo:
«Esto es lo que os dije mientras estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos acerca de mí».
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.
Y les dijo:
«Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».

Evangelio de hoy en audio

Reflexión del Evangelio de hoy

Pedro dirigió la palabra a la gente

El libro de los Hechos destaca en estos primeros capítulos, capítulos que rezuman alegría y esperanza pascual, cómo Jesús, muerto y resucitado, sigue actuando mediante el Espíritu Santo, a través de los apóstoles. Está comenzando la vida de la comunidad de seguidores de Jesús y en ella van apareciendo signos que manifiestan que la fe en Jesús es fuerza vivificadora y transformadora.

La curación del paralítico, que pedía en la Puerta Hermosa, no ha pasado desapercibida. Ante ese hecho extraordinario, el asombro y la admiración por lo sucedido reúne a la gente en torno a Pedro y a Juan, a quienes acompaña el paralítico. La escena tiene lugar, en el pórtico de Salomón.

Ante la gente, allí congregada, Pedro proclama un segundo discurso, parecido al pronunciado el día de Pentecostés. El contenido es semejante a aquel.

Por creer en Jesús se le han fortalecido las piernas

Ante todo, deja claro que el autor del milagro es el mismo Jesucristo que se ha valido de ellos para proporcionar la salud a aquel lisiado que ha aceptado la fe. Pero es necesario que comprendan que ese Jesús al que el pueblo entregó a las autoridades para ser ajusticiado, Dios lo ha resucitado y ensalzado. En él se ha cumplido lo dicho por los profetas. Con ese motivo alude a textos de la Sagrada Escritura donde se anuncia que el Mesías tenía que padecer. Todo ello se ha cumplido. El pueblo ha obrado desde la ignorancia, lo mismo que las autoridades, aunque ello no exima de responsabilidad. Es el comportamiento que tuvieron sus antepasados con los profetas.

El arrepentimiento y la conversión traerán tiempos de consuelo

Eso es un suceso reciente, pero pasado. ¿Qué hacer ahora, tras los acontecimientos de la muerte y la resurrección de Jesús? Vivir el arrepentimiento y aceptar a Jesús como Mesías. Es lo mismo que dijo en su primer discurso (Hc 2,38). La finalidad de sus palabras no es tanto hacerlos sentir mal por lo que han hecho, cuanto aceptar que es necesario cambiar de vida, arrepentirse, para que sean borrados los pecados y convertirse porque así llegarán tiempos de consuelo. El arrepentimiento siempre es motivo de esperanza.

El final del discurso es clarificador: Por vosotros, en primer término, Dios ha suscitado a su siervo y os lo ha enviado como bendición, para que cada uno se convierta de sus maldades.

Las palabras de Pedro recalcan, una vez más, que la bondad y la misericordia de Dios, manifestada en la venida de Jesucristo, no las derrotan nuestros pecados, sino que su amor es una oferta permanente. La resurrección de Jesús es garantía de salvación. Solo se requiere dejar el camino pedregoso del mal y volver con confianza al camino que nos mostró Jesús.

La nueva presencia de Jesús

En este tiempo pascual las apariciones de Jesús es el tema frecuente en el evangelio. En ellas queda de manifiesto lo que costó a los discípulos descubrir la nueva realidad de su Maestro y cómo fueron asumiendo este misterio pidiendo pruebas para poder entender todo lo que había sucedido. Hay que destacar que fueron las mujeres quienes primero aceptaron los hechos.

Hoy se nos cuenta cómo los dos discípulos de Emaús han regresado a la comunidad tras la experiencia vivida en el camino hacia aquella aldea. Vuelven transformados y contentos a contar a los demás lo que han experimentado y cómo descubrieron la presencia viva de Jesús en el gesto de partir el pan.

Riesgo de quedar atrapados en la muerte

Lucas parece estar interesado en destacar cómo la nueva realidad de Jesús ha de ser entendida desde otra perspectiva, real pero diferente. Y eso es costoso. Lo percibimos en esta escena. Ante el saludo de paz de Jesús, ellos se sienten ”aterrados y llenos de miedo”; creen ver un fantasma. En ellos prevalece el impacto de su muerte y, por tanto, cuando Jesús se hace presente en el grupo, no reaccionan. De ahí la insistencia de Jesús en que despierten de su miedo, indicándoles que no es un fantasma; tiene un cuerpo y les pide que lo toquen para que se aseguren de su realidad.

Ante su resistencia Jesús les pide algo para comer. En esa petición tan sencilla, como es comer un poco de pescado, los discípulos descubrieron de nuevo al Maestro. Él les está mostrando, en forma concreta, que Él es el mismo Señor que ellos conocieron en días anteriores. Ellos le ofrecen un trozo de pescado y lo comió en su presencia. De nuevo, la comensalidad se convierte en momento de encuentro amistoso y de reconocimiento. En ese ambiente de amistad Jesús les recuerda, como en el camino de Emaús, lo que consta en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos acerca del Mesías. En ellos se dice que el Mesías tenía que padecer. Y ahí les abrió los ojos para que comprendieran las Escrituras.

Somos el futuro de Jesús

La recomendación final de Jesús es manifestarles que lo que han vivido, lo que están viviendo, ha de ser proclamado. Por eso les dice que ellos son los testigos de todo ello. No valen excusas o claudicaciones. El Reino de Dios, tiene que seguir avanzando.

De nuevo Jesús les habla de futuro. El pasado, las humillaciones, los sufrimientos, la muerte en cruz, son un paso que ha quedado atrás. Lo anunciado en las Escrituras se ha cumplido. Ahora toca mirar el futuro y ahí sus seguidores, sus discípulos, tienen una responsabilidad: el mensaje salvador de Jesús ha de seguir proclamándose por aquellos que han vivido ese proceso de muerte y resurrección. Así lo hicieron. La primera lectura nos lo ha recordado en ese discurso de Pedro en el pórtico de Salomón.

Difícil misión, ahora y siempre. Para cumplir su deseo hemos de pedir que el Espíritu abra nuestra mente para asumir estos hechos salvadores y ser capaces de hacerlos vida en nosotros. Cuando Jesús vive en nosotros estamos capacitándonos para llevarlo a los demás. Hemos de convencernos de esa gracia y de esa responsabilidad. Nuestra misión es la de ser embajadores de Jesús. Así, como dice Gerard Bessière, nosotros somos el futuro de Jesús somos nosotros.