Vie
11
Jun
2010
Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas… las curaré…. las guardaré….

Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel 34, 11-16

Esto dice el Señor Dios:
«Yo mismo buscaré mi rebaño y lo cuidaré.
Como cuida un pastor de su grey dispersa, así cuidaré yo de mi rebaño y lo libraré, sacándolo de los lugares por donde se había dispersado un día de oscuros nubarrones.
Sacaré a mis ovejas de en medio de los pueblos, las reuniré de entre las naciones, las llevaré a su tierra, las apacentaré en los montes de Israel, en los valles y en todos los poblados del país. Las apacentaré en pastos escogidos, tendrán sus majadas en los montes más altos de Israel; se recostarán en pródigas dehesas y pacerán pingües pastos en los montes de Israel.
Yo mismo apacentaré mis ovejas y las haré reposar —oráculo del Señor Dios—.
Buscaré la oveja perdida, recogeré a la descarriada; vendaré a las heridas; fortaleceré a la enferma; pero a la que está fuerte y robusta la guardaré: la apacentaré con justicia».

Salmo de hoy

Salmo 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6 R. El Señor es mi pastor, nada me falta.

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque caminé por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 5, 5b- 11

Hermanos:
El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado.
En efecto, cuando nosotros estábamos aún sin fuerza, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; ciertamente, apenas habrá quien muera por un justo; por una persona buena tal vez se atrevería alguien a morir; pues bien: Dios
nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvados del castigo!
Si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvados por su vida!
Y no solo eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Lucas 15, 3-7

En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos y a los escribas esta parábola:
«Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra?
Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice:
“¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido”.
Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse».

Reflexión del Evangelio de hoy

En cierta ocasión ya dijo nuestro anterior Papa, Juan Pablo II: “La enfermedad del hombre de hoy es de Corazón, el Corazón de piedra y egoísta; hasta el punto que ha convertido el amor humano en un acto de egoísmo. El culto al Sagrado Corazón, ha de ser restaurado. Porque es en el Corazón de Cristo donde el corazón humano aprende a conocer el verdadero y único significado de su vida y su destino… donde recibe la capacidad de amar… hoy el hombre tiene necesidad del Corazón de Cristo para reconocer a Dios y para conocerse a sí mismo; tiene necesidad de Él para construir la civilización del amor…”

Hoy, Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, es la fiesta del AMOR; pero del Amor con mayúscula, que es el Amor que brota del Corazón de Cristo. Es un Amor que enamora, que atrae… y que dice: “Atraeré a todos hacia mí”. Y… ¿por qué atrae? ¿Cómo? Veamos a la luz de la Palabra…

  •  "La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros pecadores, murió por nosotros".

Si este Corazón atrae... podríamos compararlo con un imán. Sabemos que un imán atrae a otros imanes de signo opuesto al suyo; los de polo positivo se atraen con los de polo negativo. Y el que es más grande, es el que tiene la fuerza para atraer al que es más pequeño. Así ocurre con el Corazón de Cristo y el nuestro. Nuestro corazón es el imán pequeño, y de signo negativo por el pecado que anida en él. Mientras que el de Jesús es el grande y positivo, porque Él es “EL QUE ES” (y nosotros los que no somos…). Él es el que tiene todo lo que nosotros necesitamos. Por eso nos atrae hacia Él. Nuestros pecados que nos alejan de su presencia, precisamente son los que Él quiere que le entreguemos para unirnos a Él por su perdón, por su Amor y misericordia. Por ello es por lo que nos dice San Pablo, que “la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros pecadores, murió por nosotros".

Ya estamos reconciliados porque Cristo murió por nosotros. Ya estamos perdonados, salvados… ¡DEJÉMONOS ATRAER por el AMOR que continuamente Cristo está derramando sobre nosotros!

  •  "Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas… las curaré…. las guardaré…”.

En los versículos del libro del Profeta Ezequiel y en la Parábola de la oveja perdida del evangelista San Lucas, podemos ver cómo le impulsa a actuar a Jesús su Corazón rebosante de Amor. “Así dice el Señor Dios: yo mismo en persona… buscaré a mis ovejas perdidas, haré volver a las descarriadas, vendaré a las heridas, curaré a las enfermas, a las gordas y fuertes las guardaré y las apacentaré debidamente.”

¡Acojamos esta Palabra en nuestros pequeños y necesitados corazones! Creamos en Ella, confiemos en su Corazón y así caminaremos seguros y con paz, que “hacia fuentes tranquilas nos conduce…”. Sí, Jesús tiene un Corazón de Padre; de un Padre que ama hasta dar la vida por cada uno de sus hijos. Su Sagrado Corazón busca a cada uno de nosotros, nos saca de la oscuridad, nos cuida, nos da el alimento y el descanso que necesitamos. El Sagrado Corazón de Jesús venda nuestras heridas, cura nuestras enfermedades, nos protege de todo mal, nos atrae hacia Él… ¡DEJÉMONOS ATRAER por el Sagrado Corazón de Jesús! ¡DEJÉMONOS ENAMORAR POR ÉL!