Dom
9
May
2010

Homilía Sexto Domingo de Pascua

Año litúrgico 2009 - 2010 - (Ciclo C)

Paz a Vosotros.

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

  • “El Espíritu Santo y nosotros mismos hemos decidido no imponerles ninguna carga más que las indispensables” (Hch. 15, 28)

Las primeras comunidades cristianas se encontraron con grandes conflictos para resolver acerca de la vivencia de la fe: ¿Qué significaba ser cristianos? ¿A qué era necesario ser fieles? Esto generó fuertes disensos, tal como la Iglesia actual experimenta muchas veces frente a distintas realidades. Los años pasan, la historia y las realidades cambian, muchos temas difíciles se ponen constantemente en discusión: la homosexualidad, el celibato, la distribución de la riqueza, la justificación de las guerras, las violaciones a los derechos humanos… ¿A qué es necesario ser fieles para llamarnos cristianos?

Una de las grandes enseñanzas de aquellos primeras comunidades fue su posibilidad de apertura al conflicto, que será resuelto sin violencia ni imposiciones dogmáticas, invocando al Espíritu y buscando hacer carne la experiencia de Cristo. Sin tomar partido por ninguna de las posturas en debate (¿deben o no circuncidarse los cristianos?), los Apóstoles deciden señalar qué es lo “verdaderamente necesario”: el respeto a lo sagrado de la vida, sin imponerle cargas propias de un tiempo histórico y que, si no están en función de que esa vida crezca en su relación con el Señor y los hermanos, terminan aplastando lo que en ella hay de sagrado.

  • “No vi ningún templo en la ciudad, porque su templo es el Señor Todopoderoso y el Cordero (…) y su lámpara es el Cordero”. (Ap. 21, 22-23)

Lo propio del Espíritu es que siempre renueva, y en especial renueva siempre al Pueblo de Dios. El Apocalipsis nos lo presenta como una ciudad “con 12 puertas”, “con 12 cimientos”, que simbolizan a las tribus de Israel, a los Apóstoles… ¡Nuestros predecesores en la fe, y a la vez, qué formas diferentes de vivirla! Y un mismo Espíritu animando el camino de ese Pueblo de Dios al que renueva constantemente y en comunidad: lo importante, lo que queda, no son sus templos ni dogmas ni ritos, sino su experiencia de fe: su fidelidad a un Dios que llama, y luego a un Dios que se entrega y nos pide entrega… al Cordero, que es nuestra lámpara porque es su experiencia de vida libre y libremente entregada la que nos señala el camino como Pueblo de Dios.

Decía Pablo sexto: “Si el hombre contemporáneo escucha al que enseña es porque éste da testimonio”. Tampoco nuestros templos ni dogmas ni ritos serán mañana lo más importante que leguemos a los cristianos que nos sigan: será nuestra fidelidad al mensaje de Jesús. El Espíritu, animador de la comunidad cristiana, siempre la renueva para renovar su fidelidad al Evangelio.

  • “El Espíritu Santo que El Padre enviará en mi nombre les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho” (Jn. 14, 26)

Una bella canción del argentino Jorge Meana le confiesa al Espíritu Santo: “Si tu no vienes, olvidaremos el camino aconsejado por el Señor de las espinas y el calvario, si tu no vienes a recordarlo… Si tu no vienes nos faltarán las alas para la plegaria, olvidaremos el silencio y las palabras, si tu no vienes a recordarlo”…
Jesús nos pide “ser fieles a su palabra”, ese es el mandato que nos deja, en la persona de sus apóstoles, a la comunidad cristiana. Parece una fidelidad a veces difícil de sostener… Sin embargo, Jesús nos ayuda en esa fidelidad que nos pide: “nos lo dice antes”, para que estemos atentos y expectantes, porque la historia prueba que sus palabras son ciertas.

Y además, envía al Espíritu, para que nos enseñe y recuerde constantemente esa palabra. Ser fieles a la palabra de Jesús no es repetir ritos, dogmas, tradiciones… Ser fieles a la palabra de Jesús es estar abiertos a su Espíritu, que nos renueva en la alegría, en la misericordia, en la audacia de la entrega.

¡Ser fieles es amar como Jesús amó, con plena libertad, y teniendo claro que lo único sagrado es la centralidad de una experiencia humana que busca amar al Padre, a los Hermanos, a la Creación!