Dom
8
Abr
2012

Homilía Domingo de Resurrección

Año litúrgico 2011 - 2012 - (Ciclo B)

María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro

Pautas para la homilía de hoy

Reflexión del Evangelio de hoy

1. Los seres humanos respiramos siempre anhelos de ser más, de llegar más alto. Nos constituye un deseo de infinitud. Pero nos vemos burlados por nuestras limitaciones en todos los ámbitos y sobre todo por la muerte que como una losa fría troncha todos nuestros mejores proyectos. No es fácil esta vida humana, que aspira siempre a lo sublime y eterno, pero con frecuencia se queda en lo rastrero y caduco ¡Cuántas promesas de amor sepultadas por el egoísmo! ¡ cuántos empeños por la justicia que terminan en fracaso! ¡cuántos atropellos impunes contra víctimas inocentes silenciadas para siempre!

2. María Magdalena fue al sepulcro “cuando aún estaba oscuro”; pero “vio la losa quitada del sepulcro”. En la revelación bíblica la esperanza en la resurrección fue madurando desde dos vertientes. La exigencia del amor: si Dios mira siempre con amor a los seres humanos y es dueño de la vida, no los abandonará en la oscuridad del sepulcro. A la inversa, la muerte no puede terminar con el amor del ser humano que por ser fiel a Dios y ayudar a los demás ha sido silenciado y privado de la vida Como dice San Pedro en su discurso de Pentecostés: no podía quedar en las garras de la muerte aquel hombre cuyo alimento fue hacer la voluntad del Padre, viviendo y muriendo con amor para que todos tengamos vida. . En la resurrección de Jesús se da la respuesta deseada que de algún modo barruntamos por seres humanos en nuestro anhelo infinito de felicidad sin límites. Sequita por fin la losa del sepulcro sellada por las fuerzas del mal y se abre para todos una puerta de salvación o plena realización humana que ya nunca se cerrará.

3. Según el evangelio, la resurrección de Jesús es un acontecimiento inédito. No es lo mismo revivir que resucitar. Cuando el difunto Lázaro vuelve a la vida, sale del sepulcro “con las manos y los pies vendados y la cara envuelta en un sudario”; lleva todavía las marcas de la muerte. Pero la resurrección de Jesús es ya la entrada en la vida plena; “las vendas y el sudario” han quedado en el sepulcro vacó. Y la resurrección de Jesús es confesión central de la comunidad cristiana. No es invento de una mujer. Incluso el discípulo amado que intuye y corre más que Pedro, al llegar al sepulcro no entra; espera que primero el representante oficial de la comunidad cristiana que confiesa el artículo central de su “credo”. En esa comunidad, y no fuera de la misma, el discípulo ideal que intuye e incluso corre más que Pedro, “vio y creyó”.